Este artículo se publicó hace 4 años.
¿Puede salvar el mundo la forma en que nos alimentamos?
Sí, la forma en que consumimos y producimos los alimentos puede salvar o destruir el mundo. Como si hubiera una bomba de relojería oculta en el supermercado. Todos la oyen, pero nadie parece poder encontrarla. Tenemos enfrente dos desafíos, dos retos que brillan en la oscuridad como antorchas de tribus hostiles. Y un instrumento, llamado dieta, que podría mitigarlos.
Tic, tac…
Uno es un cambio climático con el reloj en contra: el tiempo corre y apunta al no retorno en su cuenta de arena, granos de impotencia que van alimentado un desierto creciente. El otro tiene que ver con el tamaño de una especie. En el año 2050 la población mundial habrá alcanzado cuotas de vértigo: seremos 9.700 millones de humanos, un 32% más que en la actualidad, según la FAO.
Es previsible que junto al aumento de rentas crezca la demanda de carnes y cereales, como está ocurriendo en China. Muchas bocas que alimentar mediante un sistema de producción insostenible. En la combinación de estos factores pueden ustedes imaginar el vestido ajustado que lleva esta catástrofe.
Si nada cambia, habrá más necesidad de alimentos pero menos suelo fértil, pues aumentará el impacto medioambiental para producirlos. Mayores extensiones de cultivos y animales sacrificados, junto a más desforestación y sufrimiento. Fuel para el cambio climático y menos agua disponible, estrés hídrico…
En tiempos antiguos nos hubiéramos reunido toda la tribu bajo un árbol, alrededor de una sopa humeante, bien cargada de vegetales y con poca carne, para intentar solucionar semejantes problemas. Tras escuchar a los brujos-científicos habríamos tomado alguna decisión. Lo hubiéramos hecho porque hasta el más limitado de nosotros alberga unos genes que han tenido la virtud de sobrevivir a casi todo lo imaginable. Y hoy quizás la solución no esté tan lejana de esta imagen, porque en esa sopa con poca carne, y en ese árbol que da oxígeno y captura el CO2, están los ingredientes que pueden salvarnos a todos.
Una dieta saludable y sostenible
Parte del desastre que tenemos encima está causado por el actual modelo alimentario y la dieta. Comestibles kilométricos que cruzan océanos para que comamos frutas fuera de temporada. La desforestación del Amazonas es el precio que pagamos para suplir una demanda de carne global que no ha parado de crecer, y que hace que en España haya casi más cerdos censados que españoles…
Los estudios realizados concluyen que una reducción importante del consumo de carne en Occidente -especialmente de ternera- será crucial si no queremos enfrentar un “peligroso cambio climático”. Se necesitan además grandes transformaciones en la agricultura para evitar que se destruya la capacidad de la Tierra para alimentar a su población. Este modelo es el causante, por ejemplo, de entre el 20-35% de las emisiones de gases invernadero que están desheredando del cielo azul a nuestros hijos.
Una parte de la solución pasa por comer mejor, y hacerlo con mayor conciencia. Repensar las dietas y exigir un sistema de producción alimentario más sostenible. Pasa por reinventar un modelo industrial que carga al planeta con una huella ambiental de mastodonte. Investigadoras de la UOC, como Anna Bach y Natalia Panadero, lo llaman una Alimentación Sostenible y Saludable (ASS). Es una receta que, según sus estudios, podría alimentar a una población mundial creciente sin destruir el planeta.
Bach es farmacéutica y doctora en nutrición y salud pública. Panadero graduada en enfermería y máster de nutrición y salud. Ambas llevan años estudiando la evolución de los patrones de alimentación y su relación con la sociedad. Apelan a un tipo de dieta que congracie los factores que consiguen mantener en pie y saludables nuestros dos mayores templos: el cuerpo y el planeta que lo asiste, cuida y nutre.
Es como un círculo mágico, un talismán, un triángulo perfecto que abandonamos no hace tanto tiempo. “Según la definición de la FAO de 2019, las dietas saludables y sostenibles son patrones dietéticos que promueven todas las dimensiones de la salud y el bienestar de las personas; tienen una baja presión ambiental y un bajo impacto; son accesibles, asequibles, seguras y equitativas; y son culturalmente aceptables”, explican las investigadoras en una entrevista conjunta por mail con Público.
Se trata de una vieja receta. En España, por ejemplo, tenemos la Dieta Mediterránea tradicional. En sus estudios han llegado a una conclusión que debería llevarnos a la reflexión. “Si comparamos la huella ambiental de la Dieta Mediterránea con la huella ambiental del patrón de dieta occidental, con el cambio de la población española hacia la Dieta Mediterránea tradicional se reducirían en el país un 72% de las emisiones de gases de efecto invernadero, un 58% del uso de la tierra y un 52% del consumo de energía, y en menor medida el consumo de agua (33%). Por el contrario, la adhesión a un patrón dietético occidental implicaría un aumento en todos estos parámetros de 12% y 72%”, explica Bach.
Es decir, sería regresar a una dieta menos nociva para la Tierra. Basada, en la medida de lo posible, en el consumo de alimentos de proximidad y de temporada, priorizando los de origen vegetal sobre los de origen animal, tratando de limitar al máximo los ultraprocesados y disminuyendo el uso de plásticos, ya que suponen un gran impacto negativo en nuestro planeta.
Es además la dieta más saludable para nuestro organismo. “En un estudio se ha visto que la dieta mediterránea, comparada con la vegetariana y una dieta occidental protagonizada por productos de origen animal y procesados, es la más saludable, pues se ha asociado a numerosos beneficios para la salud como un aumento de la esperanza de vida y un menor riesgo de padecer enfermedades tales como las cardiovasculares, obesidad, diabetes, algunos tipos de cáncer, Alzheimer y depresión”, explican.
Su conclusión es clara: el sistema alimentario debe cambiar para enfrentar las necesidades futuras. “En este sentido el enfoque multisectorial es esencial, para así implementar medidas en todos los niveles”, alegan. Si queremos salvar el mundo, no es responsabilidad exclusiva de los consumidores dicho cambio, se necesita una acción simultánea desde la producción al consumo. “No es solo lo que comemos, también es cómo producimos los alimentos”, concluyen.
Pequeñas recetas para evitar el despilfarro de alimentos
Estas expertas deslizan algunas recomendaciones que pueden adoptar los consumidores para protegernos como colectivo. “Las recomendaciones han de ir encaminadas hacia una disminución del consumo de carne, especialmente de la carne roja y la carne procesada, aumentando la ingesta de productos de origen vegetal, sin tener que adoptar forzosamente una dieta vegana o vegetariana. Para ello, las legumbres son una buena alternativa a la carne para obtener proteínas de origen vegetal”, explican.
Una de las medidas de “vital importancia” para proteger la salud de nuestro planeta es evitar el despilfarro de alimentos. Se calcula que hasta hace poco 1/3 de los alimentos del mundo se perdían o desperdiciaban cada año. No es solo lo que comemos y producimos, sino también lo que tiramos.
Entre los consejos útiles que los consumidores pueden seguir para disminuir esta pérdida de alimentos tanto en sus hogares como fuera de los mismos (por ejemplo, en restaurantes), estas investigadoras destacan distintas acciones. La planificación de la lista de la compra sería una de ellas. La práctica de la cocina de aprovechamiento, otra (aunque nos recuerdan que generalmente no se aconseja mantener los comestibles elaborados durante más de dos días en refrigeración y que a la hora de recalentarlos es muy importante que se haga de manera uniforme, alcanzando 70ºC como mínimo en el centro del producto). También está la rotación de los alimentos, colocando lo más antiguos en la parte delantera y así utilizarlos antes. O usar los últimos restos no comestibles como fertilizante para las plantas, y en el restaurante, llevarse a casa la comida que haya sobrado en un recipiente adecuado.
Tic, tac… Nos encontramos ante una crisis ambiental en la que deberíamos actuar con rapidez, concluyen ellas y los principales estudios. Tal vez la pandemia de la covid-19 nos haya estimulado la visión de peligro. Quizás estemos como Spider-Man, con el sentido arácnido bien despierto, dispuestos a ponernos manos a la obra frente al crimen que se está cometiendo.
“Será una oportunidad puesto que a nivel mundial hemos sufrido un sentimiento de vulnerabilidad que nos ha hecho abrir los ojos para ver que nuestro planeta es lo más importante y que un planeta sano es vital para tener una población sana. Además, también ha aflorado la solidaridad tanto a nivel de la población como entre las empresas, y esperamos que se extienda para que todas las personas puedan tener acceso a algo tan básico como es una alimentación saludable y sostenible. Ahora es el momento de que se unan fuerzas para enfrentarnos a estos nuevos retos poscovid en línea con la sostenibilidad”, alegan las investigadoras.
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