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MADRID. - Raúl Serrano, cineasta, tiene una deuda consigo mismo. Pasó prácticamente toda su infancia y adolescencia, de 1984 a 1998, en casas y centros de menores tutelados. Su padre convivía con dos mujeres “que no se tragaban”. Además, la extraña familia carecía de recursos, el niño estaba en lo que los técnicos cursifican como “situación de calle”, y los servicios sociales consideraron que el suyo no era el ambiente adecuado para desarrollarse como persona.
A los 15 años, tomó conciencia del futuro que le esperaba y decidió ponerse a trabajar y estudiar simultáneamente: se hizo niño cantero en Torremocha del Jarama, pueblo de la sierra madrileña. Cuando lo liberaron de la tutela al cumplir 18 años, “estaba cansado de España”, se fue a Berlín y allí pasó cuatro años fregando platos, como ayudante de cocinero, dando clases de español y actuando como acompañante/traductor en convenciones internacionales.
El resto de su currículum es menos azaroso: guionista de cine y televisión (Fugitivas, El humo ciega tus ojos, La Familia Rodríguez, La carta, Dreamland, La rabia…), analista narrativo en películas (Una Palabra tuya, de Ángeles González Sinde, o Mi dieta mediterránea, de Joaquín Oristrell), teórico de la escritora con Creación de personajes cinematográficos, el espejo de celuloide (ediciones T&B), profesor de escritura fílmica. Con este bagaje, ahora ya se siente preparado para saldar su deuda. Pero, al parecer, solo él quiere que los niños tutelados puedan ir al cine.
La película documental que no consigue hacer Raúl Serrano ya tiene título (aquí se puede apoyar la película a través del micromecenazgo), Así crecen los enanos, y 43.000 protagonistas: los menores que viven hoy en España bajo régimen de tutela judicial, administrativa o familiar apartados de sus padres por diversas razones: maltratos, abusos, pobreza, negligencia, drogas, desahucios o, incluso, errores administrativos. “Hay un silencio sobre este tema sorprendente. Hemos recorrido las televisiones con nuestro guión debajo del brazo durante un montón de tiempo y nadie se ha interesado. Ahora se habla mucho, por fin, de las situación terrible de los CIEs [Centros de Internamiento de Extranjeros]. Pero sobre el asunto de los niños tutelados hay una niebla terrible. Hay un dato, entre otros muchos, que nos hace saber que algo va mal en el trato que reciben estos menores: el 80% de ellos no terminan los estudios”, señala el cineasta.
El Boletín de datos estadísticos de medidas de protección a la infancia de 2014 (el último disponible) ratifica sus palabras: solo el 20,6% de estos menores obtiene el graduado. El absentismo escolar grave (más del 75% de faltas) difiere según el modo de tutela. Entre los que viven en los denominados centros residenciales, es del 16,5%, con problemas disciplinarios graves observados en un 38,2% de estos niños. Aquellos acogidos por familias ajenas reducen estos porcentajes al 7,1 y 14,3. Y los que viven en lo que se denomina familia extensa (acogidos por tíos, abuelos, hermanos mayores, etc...) computan al 8 y 18% respectivamente.
“Con respecto a cuando yo vivía así, algunas cosas han mejorado y otras han empeorado”, señala el cineasta. “Mejoraron, por ejemplo, en que los centros no están tan masificados. Y, algo trascendental, es que no se mete en el mismo centro a chavales autistas, con discapacidad, etc... y a los que han padecido abusos o simplemente están allí porque sus padres pasan un mal momento económico. Han empeorado muchas cosas: que haya guarda jurados (¿quién los tiene en su casa?); que se usan los centros terapéuticos como castigo; que se ha privatizado la gestión de muchos centros (con todas las consecuencias que eso trae), etc... Lo peor, casi, es lo que sigue igual, que es muchísimo”.
¿Cómo se educa a estos niños en los pisos o centros?
No se les educa, así de sencillo. No sólo tienen problemas educacionales. No existen proyectos de futuro para ellos. A los 18 años se van a la calle o adonde sea. Al estar separados de sus padres o de cualquier otro vínculo afectivo, su biografía se ve cortada a ras y no pueden proyectarse. Se sienten culpables por todo lo que les ha pasado. Sienten que no importan a nadie, y en eso tienen razón.
A veces ocurren cosas que, muy esporádicamente, despiertan la atención mediática sobre la situación de los tutelados. Sucedió en noviembre de este año, cuando un trabajador del centro alavés de Sansoheta fue detenido como presunto miembro de una red que se dedicaba a prostituir a los menores acogidos. Inquietante. Como inquietan también los datos sobre las bajas en centros de menores. 1.846 han salido para reintegrarse en su familia, 2.048 por mayoría de edad, 908 por paso a otro acogimiento familiar y –aquí quizá llega el momento de hacer saltar las alarmas-- 5.177 “por otras causas”. El propio Observatorio para la Protección confiesa que urge revisar este último epígrafe “para hacerlo más operativo”.
Detrás de esa cortina de humo tan genérica de las “otras causas” supongo que se encuentran los niños que se escapan por maltratos, abusos, violaciones o desatención en los centros.
Yo también lo supongo –responde el cineasta--. Pero no lo puedo decir con certeza. Ya te digo que es una realidad ignorada, en la que no se quiere profundizar. Quizá sea por eso que las televisiones públicas, que pagamos todos, no hayan considerado nuestro proyecto interesante. Es lo más crudo de ese mundo, aunque no todo es así. Pero hay que entender dónde tenemos sumergidos los pies. Hay abusos, drogadicción, racismo, maltrato, abandono, discriminación, tanto por parte de algún miembro de la familia como, en algunos casos, dentro de los centros. ¿A quién le importan los niños que no son de nadie?
¿Hay soluciones, o solo tienes denuncias?
En el documental queremos plantear nuestra alternativa a los centros. Y pasa necesariamente por familias de acogida en estrecha colaboración con la familia biológica y los servicios sociales, que deberían ayudar a las familias biológicas a resolver el problema por el cual no pueden estar con su retoño. De tal forma, el niño pasa a tener dos familias en estrecha colaboración. Como dice Enrique Martínez [psicólogo, filósofo y pedagogo que participa en la película]: “los problemas sociales los deben resolver las personas, no las instituciones”. Antes los niños eran de todos, todos en un barrio vigilaban a todos y se permitían el lujo de llamarle la atención si lo merecían. Ahora los niños han pasado a ser menores. Se ha sustantivado un adjetivo jurídico y, si eres menor, al centro. Pero en realidad no eres un menor, eres un niño.
Raúl Serrano, ante la falta de apoyo financiero institucional o empresarial para sus enanos, ha creado una línea de micromecenazgo en la red Verkami. “La cosa va muy lenta. No sé si lo conseguiremos. Pero te digo una cosa: voy a hacer esta película. Voy a hacerla sea como sea, te lo juro”. Ya se dijo aquí arriba que este hombre tiene una deuda consigo mismo. Y está empeñado en pagarla.
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