Manuel Liñán, bailaor y coreógrafo: "He sacado la bata de cola con 37 años aunque me la ponía desde los siete"
El rompedor artista Manuel Liñán, premio nacional de danza en 2017, presenta este domingo en la Bienal de Flamenco de Sevilla 'Muerta de amor', su último trabajo.
Sevilla-
El rompedor bailaor y coreógrafo flamenco, Manuel Liñán (premio nacional de danza en 2017), presenta este domingo en la Bienal de Flamenco de Sevilla Muerta de amor, su último trabajo.
En él, no saca su icónica bata de cola, con la que revolucionó la escena, después de atreverse a ser él mismo. Su padre, con cariño, cuenta, trató de hacer de él un torero, pero se encontró, en cambio, con un extraordinario bailaor, con un lenguaje propio, espectacular y bello.
En esta entrevista, efectuada en la plaza del Pelícano en Sevilla este viernes al mediodía, con una botella de agua mineral por medio, Liñán recuerda los años de formación, expresa los miedos que ha tenido antes de atreverse a ser libre y por tanto, "honesto" consigo mismo y "sin miedo a los juicios sociales": "He tenido muchos miedos".
"He sacado la bata de cola —afirma— con 37 años y yo me la ponía desde los siete. Ya ha pasado tiempo. Me ponía una falda en la academia y una bata de cola en la academia. Y la gente me decía maricón y se reía de mí. Pero si no se hubieran reído de mí y me hubieran valorado como un niño que baila con bata de cola, hubiera sido diferente todo".
¿Qué es la libertad?
Ser honesto conmigo mismo. No tener miedo a los juicios sociales. No tener prejuicios. Sobre todo, ser honesto con mis inquietudes y mostrarme tal cual.
¿Es algo que se conquista?
"Ha supuesto una conquista quitarme todos esos miedos"
En mi caso, sí. Sí he tenido un proceso para conquistarla. En mi caso, cuando hablo de libertad, hablo de mostrarme al mundo como homosexual y con un código estético diferente. Ese es el proceso que ha significado la libertad para mí. Cuando empecé a bailar, se me obligó, por ser varón, a bailar de una determinada manera y a vestirme de una determinada manera y a comportarme de una determinada manera. Por miedos, por prejuicios, sociales y artísticos, a veces, eso te crea una inseguridad y un miedo y sobre todo una represión enorme. Ha supuesto para mí un camino hacia la libertad quitarme esos prejuicios y ha supuesto una conquista quitarme todos esos miedos. Ese ha sido realmente mi caso.
¿Qué es la rebeldía? ¿Un elemento de la libertad?
Sería un acto rápido sin conciencia, creo. Significa que te digan: 'no hagas esto', y hacerlo a la fuerza sin saber bien lo que te están diciendo y por qué lo estás haciendo. Por ejemplo, mi padre me decía: 'como te pongas un pendiente, verás tú...'; yo me ponía el pendiente. Luego, no sé si me gustaba o no me gustaba, pero por rebeldía, con tal de no obedecer, sentía que tenía que ponérmelo.
Ahí sigue con dos, uno en cada oreja. ¿Significan algo?
No. Rebeldía (ríe).
¿Sigue siendo rebelde, por tanto?
Sí. Sí tengo ese aspecto. Me molestan mucho las prohibiciones sin sentido y sin conciencia. Que te prohíban: 'esto no'. Bueno, esto no, ¿por qué? ¿Le hago daño a alguien? ¿Le falto el respeto a alguien? Eso es algo que también he arrastrado. O te decían: 'tú no puedes mover las manos así'. ¿Por qué no?
¿Cuándo y cómo descubre que lo que de verdad ama es el baile, la danza, el flamenco?
Empecé a bailar con cinco años, en el colegio, en Granada. De pequeño, he estado rodeado de flamenco. Mis padres dijeron: 'nosotros te vamos a apoyar, pero te vamos a llevar a tertulias, a peñas, a academias, a tablaos'. Y luego, también estuve muy rodeado de capeas taurinas. De llevarme mi padre a los tentaeros.
¿Le gustaba?
No. Eso no me gustaba. Yo lo rechacé desde el minuto uno. Es lo que hablábamos antes de la rebeldía. Para mí era una imposición, y no. Con el tiempo, lo intento, pero tengo ese rechazo desde el principio. También hay que entender las circunstancias. Mi padre tuvo un accidente y no pudo seguir su carrera. Y yo era el varón de dos hermanas mayores. Y cuando nací, mi padre dijo: 'este'. Este va a ser lo que yo no he sido. Pobre. Y él, con cariño, me vestía de torero, me hacía fotos. Pero cuando no te gusta, tienes un rechazo.
¿Su madre era más cómplice?
"Mi madre ha sido cómplice siempre"
Es así. Mi madre ha sido cómplice siempre. Y mi padre ha simbolizado la autoridad. De: 'esto, hijo, hazlo así. Mejor que seas torero. Te voy a enseñar a torear. Y si eres bailaor, tienes que bailar como los toreros'. [Han sido] la autoridad y la complicidad.
¿El flamenco es al mismo tiempo conservador y territorio de libertad?
"Ese es el secreto del flamenco: la diversidad"
El flamenco ha sido conservador y es moderno, es experimental, es vanguardista, es popular. El secreto de la evolución del flamenco y de que el flamenco siga creciendo es porque conviven todos esos mundos. Es verdad que siempre hablamos de que es conservador. Pero cuando yo era pequeño, ya había gente moderna, había gente muy moderna. En el flamenco siempre hemos tenido esa disputa. Eso ha existido siempre. Y me parece bien.
Tiene que haber de todo. Ese es el secreto del flamenco: la diversidad, el enriquecerse. Si fuera todo el flamenco conservador o solo una cara o un perfil, pues, no sé…
¿Ha superado los miedos a sacar la bata de cola?
Ya sí. Pero he tenido muchos miedos. Imagínate. He sacado la bata de cola con 37 años y yo me la ponía desde los siete años. Ya ha pasado tiempo. Me ponía una falda en la academia y una bata de cola en la academia. Y la gente me decía 'maricón' y se reía de mí. Pero si no se hubieran reído de mí y me hubieran valorado como un niño que baila con bata de cola, hubiera sido diferente todo.
¿Cómo logró hacerlo?
Fue decir: me voy a mostrar como soy. Tuve ayuda de mucha gente. La primera vez que la saqué fue con Rafaela Carrasco; después con Belén Maya, que tuvo más repercusión. Tuve el apoyo de ellas. Y viví el proceso con mucha ilusión. Me dije: 'me voy a mostrar al mundo como siempre he sido y lo voy a compartir y mi identidad es esta'. Pero cuando llegó el momento... Ufff. Por favor, por favor, que nadie me insulte. O sea, yo tenía miedo a que me insultaran desde el público, a que me dijeran algo. Tenía muchísimo miedo.
¿Fue bien?
Fue una de las noches más bonitas de mi vida. Hablo de la de Jerez, cuando saqué la bata de cola con Belén Maya, y el mantón. Y fue una de las ovaciones que guardaré siempre en mi corazón.
¿Ha abierto caminos para otros y para otras?
Ese, para mí, es el gran premio de todo esto. Se ha abierto camino y queda por abrirse más. Veo a gente, a niños que empiezan a bailar, familias que se han acercado a mí con niños pequeños y me han dicho: 'mira, mi niño quiere bailar con bata de cola. Te admira y te sigue y está aprendiendo con la bata de cola'. Y yo: 'hostia, qué bien'. Creo que [es el efecto] de sacar la bata de cola y de haber tenido éxito; de que se haya reconocido y se haya quedado.
Porque yo he sacado la bata de cola muchas veces y muchos días y sin justificarme. Es decir, no decía: 'es que forma parte del guion'. No. Forma parte de mis ganas y la saco porque me da la gana. Y al principio, decían, cuando hacía otro espectáculo: '¿Otra vez?' Sí. Otra vez. Me apetece otra vez. Es algo que se ha quedado. No es una cosa eventual. No. Es una cosa de la que yo considero que me he apropiado y que me pertenece. Y ya no es para mí un complemento. Es mi bata de cola. Y hablando de los cambios: antes, los hombres no podían estudiar en el conservatorio con bata de cola. Ahora sí.
Está todo eso en sus espectáculos y hay muchas otras cosas también, ¿no? A la Bienal trae 'Muerta de Amor'.
Muerta de amor. Sí. No saco bata de cola porque no me apetece ponérmela.
La presentación del espectáculo lleva una postdata, un mensaje: "Enamórate tía. Bailas mejor" ¿Afecta el estado de ánimo al baile?
Sí. Afecta. Eso es una frase de un amigo mío y también un pedazo de bailaor, Marcos Flores. Hablando así un día, en una conversación de baile, de danza, dice: 'mira, tío, enamórate, verás tú cómo vas a bailar bien'. Y en mi experiencia es así.
Si estás en ese proceso de conocer a alguien o conociendo o ilusionado, es verdad que el cuerpo respira de una manera diferente. Yo creo que nos pasa a todos eso. Y nosotros a través del baile potenciamos esa herramienta, ese carisma.
¿El proceso creativo de una obra como esta es individual, colectivo o una mezcla de ambos?
Las dos cosas. Primero, hay una reflexión individual en la que me cuestiono qué es para mí el amor o qué significado tiene esa palabra o qué rodea esa palabra. Luego, después, es un proceso colectivo. Empiezo a compartir. Primero con Jose Maldonado, otro bailarín. Entonces empiezan a aparecer más preguntas, más lío, más reflexiones, aparecen más palabras, deseo, culpabilidad, homosexualidad, pasión, toxicidad, infancia... Se abren muchos caminos...
Y ahí viene lo chungo. No sabes dónde focalizar. Entonces, acudo a Ernesto Autillo, como ayudante, que me acompaña en el proceso. Y él me dice: 'mira, vamos a poner el foco aquí. En tus relaciones y en el campo emocional que te han dejado a ti estas relaciones'. Eso es de lo que queremos hablar. Ahí empieza el montaje físico. Ensayos, etcétera.
¿Es un proceso muy consciente y a la vez en el que se deja llevar por ideas que vas captando, incluso más allá de las suyas?
Siempre he sido una persona muy metódica. En mis producciones anteriores y en esta, me he dejado llevar un poco. También la he hecho con más tiempo. Ha sido una creación muy honesta y placentera.
¿Hay disfrute en su proceso creativo?
Claro. Es lo mejor. Lo mejor de la creación es el proceso de crear. Ahí es dónde y cuándo disfrutas. Luego, llegas al estreno y piensas en todo, preocupado por todas las cosas. Como no hayas disfrutado del proceso, es una putada (ríe). Sí. Además, he disfrutado mucho de los compañeros. Mucho, mucho, mucho.
¿Cómo sabe cuándo tienes la obra? ¿Hay un momento que dice: 'aquí, ya lo tengo'?
Compartes el proceso y escuchas. Luego, soy una persona muy clara. Esto es así. Esto no, esto sí. No sabría cuándo decirte. Pero hay un momento que yo lo sé. Es esto, esto y esto. Ahí es cuando ya uno respira tranquilo. Ya es transmitirlo y tratar de conseguirlo. Cuando tienes eso, respiras.
Una memoria, un recuerdo, ¿cómo se traslada a un movimiento, a un baile?
"He tenido relaciones que me he inventado, han estado en mi cabeza"
Se transforma a través de la música. La música es también un poco banda sonora de la relación. Me traslada al momento. Y luego, pues [son las] emociones. Hay una parte donde la relación es platónica, donde no nos tocamos.
He tenido relaciones también que me he inventado, que han estado en mi cabeza. Me han servido mucho, me han servido para bailar, y para mantener el deseo, pero en realidad, han sido mentira, me las he inventado yo. Pero han sido muy importantes, porque han tenido mucho sentido en mi vida. Mis propias invenciones: 'yo creo que le gusto, me mira, pues esto me lo ha regalado porque le gusto'. Y es mentira, pero tú vives y sonríes y sales a bailar pensando eso y bailas mejor. Todo eso esta en el espectáculo.
Vivimos tiempos de transformaciones. La inteligencia artificial, ¿qué relación tiene con ella? ¿La usa?
La he usado.
¿Para qué? ¿Para que le ha servido?
Para intentar hacer el diseño de la escenografía de este espectáculo. Fue útil. Yo no sé pintar. Entonces, decía: 'la escenografía la quiero así y así'. Dije: 'voy a probar'. Pero la usé una vez. No la he vuelto a usar.
¿Por qué?
No fue algo que me abdujera. Me sacó de dudas en el momento. Pero prefiero un diseñador, por supuesto. Y alguien que veas como colorea el papel en el momento.
Vivimos también episodios de censura y amenazas a la libertad. ¿Le ha afectado de alguna manera este ambiente?
Hasta el momento, no. Espero que no me llegue. Mirar atrás ni para coger impulso. Tenemos que crecer, mirar adelante. Y si hay censura, tenemos que salir a protestar. Por redes sociales, he vivido muchas faltas de respeto y mucha homofobia y sigo viviendo. 'Ojalá os quemen, esto no es flamenco, caras de vómito'. Esto es general.
¿Puede recomendar alguna obra flamenca o no que le venga a la cabeza en este momento?
De la Bienal, el espectáculo de Eva Yerbabuena, Solo a Sevilla. De discos, Omega, de Enrique Morente. Y ahora me estoy leyendo un libro que se llama Deseo sobre deseo (Fernando Colina, Virus editorial).
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