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Actualizado:Nadie quiere sufrir. Tampoco el "monstruo" más abominable. Pero cuando el arte, en este caso el cine, humaniza a un personaje al que la sociedad ha juzgado como un engendro indeseable, sin duda se enfrenta a un tsunami de críticas airadas y de ciudadanos escandalizados. El cineasta Carlos Vermut, autor de un cine incómodo y, consciente o no, altamente provocador, se arriesga a ello con su nueva película, Mantícora, historia de un joven pedófilo, atormentado por sus deseos, a los que intenta resistirse, y que solo busca amor.
Nominada a dirección, guion, actor (Nacho Sánchez) y actriz revelación (Zoe Stein) en los 37º Premios Goya, la película presenta a este hombre angustiado, Julián, que cuando conoce a Diana se ilusiona pensando que va a poder vivir feliz y en paz. Mientras tanto, encuentra en la realidad virtual –es diseñador de videojuegos– una forma de escapar a la amenaza que le asalta en la vida real. Con ello, el cineasta reabre debates sustanciales, ¿puede la ficción aliviar la agresión social e individual?, ¿hay grados de monstruosidad?, ¿es de algún modo beneficiosa la cancelación?
Todos tenemos zonas oscuras, ¿es más monstruo este hombre que otros que tampoco quieren o pueden reconocer sus zonas de tinieblas?
Creo que esa es una pregunta para la sociedad, que es la que le califica como monstruo y eso lo muestro en la película. Cuando descubren a Julián, le dan la espalda. Yo recojo lo que la sociedad piensa de este tipo de personas y usamos esa palabra, "monstruo", porque es la manera en que la sociedad las define.
La película plantea el debate de cuánto confundimos realidad y ficción, en un mundo en que las personas crean personajes para sus redes sociales, donde nos invade la ficción... ¿Vivimos más la ficción que la realidad?
La representación me parece muy interesante, cómo nos relacionamos y hasta qué punto las líneas entre lo ficticio y lo real se diluyen y cómo afecta eso a la vida real. Creo que es el gran debate de la película, se plantea más el debate sobre la representación que sobre la propia conciencia del personaje. Cómo nos relacionamos con esas representaciones. Tampoco tengo una teoría, una conclusión. Es verdad que veo cada vez más la cultura del avatar y cómo eso se va incorporando a nuestras realidades. El hecho de que una persona asuma una identidad está relacionado con la cultura del avatar. Muchos jóvenes que juegan a videojuegos están acostumbrados a que son personajes, son otra persona. Es muy interesante esa relación que existe entre la imagen virtual y la realidad.
¿Debemos establecer límites en esas ficciones?
En ese debate hay que preguntarse también cómo se legisla, hasta qué punto se legisla. Muchas veces pensamos que la libertad absoluta es lo mejor, pero siempre ha existido el debate con los videojuegos, hasta qué punto se pueden permitir, hasta dónde afectan a la sociedad. ¿Son una especie de reflejo de unos deseos? ¿Las ficciones sirven como paliativo para personas que tienen una pulsión que no está bien vista por la sociedad? o ¿hasta qué punto el miedo que existe a que estos sea una invitación para que personas que no tienen esos impulsos, los tengan? En Japón son muy permisivos con este tipo de contenido en la ficción, pero eso lleva a que se aíslen más. Se evita el conflicto social porque se quedan encerrados en su casa. Pierden habilidades para relacionarse, y como no se relacionan con seres humanos tienen muchos casos de depresión y suicidio. Se vuelven incapacitados sociales y tienen fobia social y miedo al otro. No sé hacia dónde nos llevará todo. Es un momento muy interesante.
Violar en un videojuego escandaliza, pero matar y torturar, no. ¿Por qué?
Creo que tiene que ver con una mayor sensibilización, todos sabemos que matar está mal, pero habiendo una cultura en la que sabiendo que violar está mal en el sentido más extremo, también creo que hay todavía una especie de permisividad con la violación en ciertos ámbitos de la sociedad que hace que nos sensibilicemos más con este tema. Hasta hace poco había películas... creo que era en La chica de rosa, hace treinta años, en la que un chico le daba un codazo a otro y le decía: "Aprovecha ahora que está borracha". La sensibilidad ahora es mayor porque sabemos que ahora se necesita.
Ha dicho que ésta es una historia de amor, pero ¿no es más bien una historia de desamor?
Digo historia de amor, aunque sea de una forma retorcida. Hablo de historia de amor porque incluso en la palabra desamor existe la palabra amor. Una relación entre dos personas que, de alguna manera, se necesitan. Es amor retorcido, es desamor, pero incluso en las películas en las que dos personajes acaban separándose, hay relación entre ellos.
¿Es consciente de que no solo va a provocar con el personaje de él, sino también con el de ella, la imagen de la mujer cuidadora?
No siento que sea una película en la que se perpetúe un rol, más bien creo que se juega a dar la vuelta a una idea en la que ella también tiene una "perversión" que desarrolla. De hecho, ella no lo hace a la vista de cualquiera, también se esconde. Cuando se lo dice a él, él también la juzga. Está haciendo con ella lo que harán las personas que vean la película y juzguen. La película plantea que los personajes tienen dos filias que al final acaban encontrándose. Yo también creo, y esto está relacionado con lo que hablábamos antes de los asesinatos, que tenemos una necesidad compensadora, que en el cine los personajes tienen que tener derecho a ser ellos mismos, el cine como un instrumento para hablar de otra cosa.
Hace poco pensaba en El ladrón de bicicletas, que no puede ser más política, lo que pasa es que planteaba un contexto social para hablar de la relación de dos personajes, que es lo importante. No puedo pensar en nadie en los años cincuenta diciendo lo necesaria que era la película y sí diciendo la pena que les daban ese padre y ese hijo. Sin embargo, en aquella época lo social servía para hablar de lo humano y ahora parece que lo humano es una especie de vehículo para hablar de lo político y social, además en un discurso que siempre tiene que ser unánime. Me parece interesante que los personajes puedan ser ellos mismos, aunque generen polémica.
Pero usted tiene tendencia a provocar...
Porque mis personajes se salen de la normativa, de las relaciones que no son muchas veces las deseables. Ante esas personas que tienen relaciones "indeseables" no me posiciono nunca desde un juicio que sea agradable para la mayoría. ¡Hombre, bien no acaba la película! Pero es verdad que a lo mejor la gente demanda que haya un posicionamiento por mi parte mucho más claro, en lugar de platear que todos somos humanos incluso el ser más abominable, que a mí me parece un mensaje bastante político.
¿La intención es esa?
La película plantea eso, sí, no lo juzga. Creo que la mayoría de las personas, si trataran con este hombre, cuando se enteraran de que es un pedófilo, le darían la espalda. Se trata de mostrar lo que alguien representa para la mayoría de la sociedad y humanizarle. Un personaje que tiene esta condición, que es despreciable para la mayoría, y humanizarle, humanizar al personaje, no a su condición. No es lo mismo una cosa que la otra.
Para este hombre es impensable compartir el secreto que le atormenta. ¿Esa imposibilidad de comunicación hace más peligrosas las zonas oscuras del ser humano?
Creo que estamos en una era en la que no se está dando a las personas la posibilidad de ser imperfectas y creo que tiene que ver con las redes sociales, hay una vigilancia constante, una competición en la virtud que no nos permite ser imperfectos y creo que ser imperfecto es propio del ser humano. Todos hemos tenido comportamientos y comentarios que no están bien y creo que es importante poder ponerlos ahí. Por supuesto, tú no puedes evitar que los demás te juzguen, pero creo que el diálogo es importante y me parece que se está intentando que no exista, evitarlo. Es importante que se pueda dialogar sin que te cancelen.
En su opinión ¿cuáles son las consecuencias de esta sociedad vigilante?
Pues que nos aislaremos más, nos callaremos más, no evitaremos que la gente sea más racista o más xenófoba, lo único que haremos es que no lo digan y eso es más peligroso.
La historia arranca con un incendio en el que se presentan al niño y a Julián, ¿por qué el fuego?
Nunca he dicho esto a nadie, pero en las películas yo utilizo muchos símbolos. Muchas veces son griegos, son mitológicos. Y esto no lo digo porque me gusta que la dente lo descubra. En la película se va sembrando todo el rato la idea de los devoradores de niños, está Saturno devorando a su hijo, cuando Diana baila está el planeta Saturno detrás de ella, incluso ella se llama como la diosa de la caza y en un momento aparece un póster de un videojuego que se llama Baal (Hammón), que era el dios Saturno para los fenicios, que sacrificaban a niños lanzándolos a un fuego. Entonces, cuando pensé cómo podía empezar la película la imagen de un fuego me pareció muy importante, porque es como una llamarada, un tipo de pasión, de sentimiento que está escondido y de repente, como una cadena, se va haciendo más grande. Además servía para presentar a Julián y que luego hubiera un giro moral de nuestro posicionamiento ante él.
Hay un trabajo visual minucioso, muy artístico en esta película.
Creo que esto tiene que ver con haber hecho cine con muy poco dinero y es que al final tienes que buscar las composiciones, los espacios y los fotogramas con lo poco que tienes. Cuando tienes poco, tienes que desarrollar una mayor capacidad de observación y componer con pocos elementos. Me interesa mucho la fotografía y en el cine también tienes que acostumbrarte a buscar rincones en los que cuentes algo con los elementos que hay. Supongo que me he acostumbrado a realizar de esta manera, sin cortar mucho la cámara, aprovechando mucho el espacio. De hecho esta película es la primera en que no he hecho casi storyboard porque necesitaba llegar al espacio, verlo y trabajar desde ahí.
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