madrid
Tras el éxito del primer disco de Cecilia, publicado en 1972, la compañía CBS azuzó a la cantante para que lanzase otro elepé al año siguiente. Evangelina Sobredo Galanes (Madrid, 1948 - Colinas de Trasmonte, 1976) tiró de descartes y, aprovechándose del prestigio que le había reportado en la compañía su álbum de debut, escogió unas canciones más personales, introspectivas, transgresoras y críticas. Un disco menos comercial, pero más ella.
Sin embargo, todo se le puso en contra, empezando por el título, Me quedaré soltera, que la multinacional cambió por Cecilia 2; y continuando por la portada, obra de Pablo Pérez-Mínguez, quien retrataba a una joven encinta que dejaba claro que no estaba dispuesta a pasar por el altar. "Veo ahora la foto y me sigue impactando: una chica embarazada que dice eso en 1973, con el poder que la Iglesia tenía entonces", afirma Eduardo Bravo.
El periodista y escritor narra la gestación de ese elepé maldito en Cecilia 2. La historia del disco que no pudo ser (Lengua de Trapo), donde entrevista a quien hay que entrevistar: músicos, arreglistas, productores, familiares, biógrafos y académicas. "La propuesta de ella era tan arriesgada que había que contraatacar con una respuesta muy conservadora", recuerda en el libro su pareja, el compositor Luis Gómez-Escolar, quien define el álbum como un "striptease emocional".
"Las canciones son más sinceras y los arreglos, menos ostentosos. Le dan una libertad que se había ganado y entrega un disco conceptual, no tanto por la temática como por su intencionalidad", explica Eduardo Bravo. "Pone la lupa sobre la sociedad española, pero en primera persona. Habla de la emancipación de la mujer que no quiere ser tutelada, de mantener relaciones sexuales con novios, de tener hijos al margen del matrimonio cuando el adulterio era un delito… Aquí Cecilia se cuenta a sí misma", añade Eduardo Bravo.
Evangelina Sobredo ha residido en el extranjero, ya que su padre era diplomático, por lo que no ha vivido ni sufrido en primera persona algunas realidades de esa España muerta. Sin embargo, es "muy empática", señala el también autor de Villa Wanda (Autsaider Cómics). Así, acompaña con su canto las luchas de los barrios, llora a los espectros de la guerra civil en Un millón de sueños y se atreve con el tabú del suicidio, "un pecado mortal para el nacionalcatolicismo".
"Aunque había sido educada en una familia burguesa española y al abandonar sus estudios universitarios [de Derecho] para dedicarse a la canción se rebeló contra las expectativas puestas en ella, no tuvo que liberarse de las ataduras de una educación franquista como les sucedía a sus contemporáneas", asegura en el libro Ana Fernández-Cebrián, profesora de la Universidad de Columbia, quien recuerda esta frase de la cantante: "A mí me hubiera gustado ser predicador americano, pero nací tía y española".
¿Era feminista? "Su familia no quiere interpretar a Cecilia con los ojos de la actualidad, ni tampoco sabemos cómo habría evolucionado. Sin embargo, hasta 1976 sus letras muestran un posicionamiento ante la vida totalmente feminista, por su deseo de libertad, emancipación e independencia, pese a un toque de amor romántico", explica Eduardo Bravo, quien subraya que adopta "una postura muy revolucionaria, aunque sus formas amables y bonitas parecen diluir el mensaje, cuando en realidad es muy contundente y casi subversivo".
El autor de Cecilia 2. La historia del disco que no pudo ser cree que "movió los pilares de la sociedad franquista" con unas "letras críticas —pero sutiles y elegantes— y con un mensaje arrollador, porque escribe con más inteligencia que fuerza". Su poso melancólico también entronca con la infancia y la educación represiva de los curas y las monjas, mientras que el sustrato existencial se percibe en sus referencias a la muerte.
Incluso se anticipa a debates actuales cuando critica los "costes sociales, medioambientales y de salud pública" del desarrollismo, en palabras de Ana Fernández-Cebrián, conectando con las reivindicaciones de los movimientos vecinales ante la furia del ladrillo. ¿Acaso una visionaria? "No sé si es una clarividencia o una preocupación por lo que ya intuía entonces, pues procedía de la ola hippie estadounidense, interesada en el ecologismo y en las formas alternativas de vida", comenta Eduardo Bravo.
"Ve que el urbanismo voraz hará insostenible Madrid, pero los tiempos no la acompañan. Si hoy algunos niegan el cambio climático, imagínate a ella quejándose de la contaminación en su ciudad hace cincuenta años", reflexiona el periodista madrileño, quien escribe sobre las diversas capas de sus letras, que permiten interpretar un tema sobre el suicidio, por ejemplo, como "una gran canción de amor al estilo Cecilia".
Incluso cuando parece dócil o sumisa, en realidad "se está revolviendo contra el mito idealizado de la mujer como buena esposa y madre", subraya el autor del libro, donde analiza por qué fracasó el segundo disco de la artista. "Hubo una falta de entendimiento y un desencanto con el proyecto tras un debut esperanzador que fue un exitazo". No hablamos solo de CBS, sino también de la agria recepción entre la crítica especializada y el propio público, que le dio la espalda en las tiendas.
"Cecilia 2 es un producto maduro y diferente que la compañía no sabe manejar y, al intentar venderlo por canales convencionales, no encaja, hasta el punto de que se convierte en un disco maldito o maltratado. El primero tenía un público muy transversal y este debería haber ido dirigido a otro más exquisito, en la línea de Vainica Doble, Solera y Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán. Sin embargo, no logró alcanzarlo porque CBS no quería llegar a un nicho, sino a todos los oyentes posibles", razona Eduardo Bravo. "La vinculamos al mainstream, pero en este caso estaba más cerca de una minoría, que no terminó de enterarse".
Ella también se desencanta, aunque un accidente de tráfico mortal en 1976 le impediría ver el desdén con que Sony —que había comprado y rebautizado CBS— trató en su cincuenta aniversario el disco, que poco antes ni figuraba en el catálogo de Spotify y tampoco ha gozado de una reedición en vinilo a la altura de la efeméride. Eduardo Bravo prefiere no cargar las tintas contra la discográfica, sabedor de que la publicación del álbum en pleno franquismo suponía una operación arriesgada.
"Tomás Muñoz, responsable de CBS, era de izquierdas y antifranquista, pero consciente de que tenía la misión de hacer despegar una multinacional durante la dictadura. De hecho, pese a su cautela con el título y la foto de portada, se atrevió a incluir en la cara b del single una canción problemática como Un millón de sueños, que había sido declarada no radiable", rememora el periodista, quien se imagina la inmensa decepción que le causó aquel ninguneo a un ser extremadamente tímido, bello y rebelde.
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