Este artículo se publicó hace 7 años.
Un lector voraz llamado Che Guevara
El guerrillero leyó en el frente, lo hizo también en su oficina del Ministerio de Industria cubano y hasta en la copa de un árbol en Bolivia. La exposición 'Che lector' nos ofrece otra mirada del revolucionario; su faceta de lector compulsivo y metódico.
Madrid-
En él, escribió Ricardo Piglia en su ensayo El último lector , "la lectura persiste como un resto del pasado, en medio de la experiencia de acción pura, de desposesión y violencia, en la guerrilla, en el monte. Guevara lee en el interior de la experiencia, hace una pausa". La lectura fue para el guerrillero una pausa en el corazón de la revolución, pero también el testimonio de una concienzuda formación intelectual a través de un buen puñado de libros.
El Che leyó en el frente, lo hizo también en su oficina del Ministerio de Industria cubano y hasta en la copa de un árbol en Bolivia. La exposición Che lector de la Biblioteca Nacional Argentina muestra esa otra mirada del guerrillero; no la que escudriña con audacia al personal en su imagen más icó#nica, sino otra mucho más íntima, absorta entre las páginas de un tocho en medio de la selva.
La lectura fue para el guerrillero una pausa en el corazón de la revolución
Su romance con la letra impresa se lo debía, curiosamente, a una afección pulmonar que le tuvo encamado en su edad más temprana. El futuro médico estaba en ciernes, también el revolucionario, ni rastro del Che, por aquel entonces era tan sólo Teté, su apodo de la infancia. Ahí comenzó su idilio. La vuelta al mundo en 80 días, de Julio Verne; Cuentos de los mares del sur, de Robert Louis Stevenson; Colmillo Blanco, de Jack London; El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes; y El Vizconde de Bragelonne, de Alejandro Dumas; conformaron los inicios de un lector metódico.
“El hecho de que me escape para leer, huyendo así de los problemas cotidianos, tendía a alejarme del contacto con los hombres, sin contar que hay ciertos aspectos de mi carácter que no hacen fácil el intimar”, reconocía ya maduro en su diario de guerrilla. “Mis dos debilidades fundamentales: el tabaco y la lectura”. Sabemos que su debilidad eran los habanos, cientos de instantáneas dan buena fe de ello, pero qué hay de ese itinerario lector que terminó por enderezar el espíritu crítico de Guevara.
El guerrillero anotaba lo que leía y lo que quería leer: listados y listados de libros pendientes que hablan de un lector voraz
En ese sentido Che lector nos ofrece claves para entender el hombre que fue. Historias universales, biografías de pensadores y escritores, libros de filosofía, medicina y psicoanálisis… El argentino se fue empapando de todo cuanto encontraba a su alrededor. Hubo tres libros seminales: El capital, de Karl Marx; el Manual de Economía política, de la Academia de Ciencias de la URSS; y el Tratado de economía marxista, de Ernest Mandel. Y también hubo mucha lectura furtiva y metódica; el guerrillero acostumbraba a anotar lo que leía y lo que quería leer. Listados y listados de libros pendientes que hablan de un lector voraz en constante búsqueda.
Leer para dar sentido a la vida
Pasó a la historia el hombre de acción, de eso no cabe duda. Una faceta que opacó otra mucho más íntima, pero que nutrió sus anhelos revolucionarios y su capacidad para dotar de sentido lo que le rodeaba y lo que se movía por dentro. Así, cuando hubo de despedirse de sus padres en su enésimo viaje, optó por las siguiente líneas del Quijote: "Queridos viejos: Otra vez siento bajo mis talones el costillar de Rocinante, vuelvo al camino con mi adarga al brazo".
Versos, tramas y pasajes. El Che se sirvió de ellos para encontrar consuelo incluso en las más difíciles situaciones, como cuando el pequeño grupo del Granma fue sorprendido por tropas de Fulgencio Batista al desembarcar en Cuba: "Me puse a pensar en la mejor manera de morir en ese minuto en el que parecía todo perdido. Recordé un viejo cuento de Jack London, donde el protagonista, apoyado en el tronco de un árbol se dispone a acabar con dignidad su vida, al saberse condenado a muerte, por congelación, en las zonas heladas de Alaska", escribió el guerrillero en Pasajes de la guerra revolucionaria.
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