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Larga y próspera vida para ‘Star Trek’
Se estrena ‘Star Trek: más allá’, la decimotercera película de la legendaria serie cuando se cumple el 50 aniversario de aquella. Medio mundo va a celebrar homenajes, reconocimientos merecidos para una obra que soñaba con un mundo sin discriminaciones, volcado en la investigación y sin fronteras (“El espacio: la última frontera”).
-Actualizado a
MADRID.- Star Trek: la serie original nació hace medio siglo, el 8 de septiembre de 1966. No consiguió ningún éxito, más bien al contrario, los índices de audiencia eran cada vez más bajos, lo mismo que los ingresos publicitarios. La NBC decidió cancelar la hoy legendaria creación de Gene Roddenberry en 1969, después de la emisión de 79 episodios.
Sin embargo, esas tres temporadas habían conseguido un buen número de seguidores que escribieron cartas y cartas suplicando su regreso. Y en la década de los 70, otra cadena compró los derechos y volvió a emitirla. Arrasó. Lo siguiente ya se conoce: cinco series de televisión más –una de ellas de animación-, otra serie en preparación que llegará en 2017 y trece películas. Star Trek: más allá es la más reciente.
Justin Lin, director de varias entregas de Fast and Furious, ha sido el elegido. Su película, con el mismo reparto que las dos firmadas por J.J. Abrams y con la incorporación del imponente Idris Elba en el papel del villano, es una provocación para los trekkies que, sin embargo, podría atraer a la saga a mucho público joven nuevo.
En Star Trek: más allá mueren más seres vivos (humanos y alienígenas) que, probablemente, en todas las series de televisión. Los ideales de pacifismo, investigación y conocimiento y de protección del universo no existen en esta película. Y, mucho peor, ¡se mantiene el desatino del romance entre Uhura y Spock!
J.J. Abrams, confeso desconocedor de la serie original cuando se lanzó a dirigir la película de 2009, hizo un buen trabajo, al que, sin embargo, se le afeó que hubiera creado ese amorío entre la teniente de comunicaciones y el comandante Spock, un vulcaniano en el que, a pesar de ser hijo de una humana, destaca notablemente la lógica de la cultura del planeta paterno, siempre por encima de cualquier impulso emocional. “¿Podría decir que no disfruto en absoluto sirviendo con humanos? Sus ilógicas y estúpidas emociones son una irritación constante”.
Dedicada a Leonard Nimoy (el primer Spock) y al joven actor Anton Yelchin (el más reciente Chejov), Star Trek: más allá es una película de acción, frenética y, por cierto, no demasiado bien rodada, con un ritmo al gusto de los blockbuster de hoy, muy ligera, muy lejos de los ambiciosos contenidos de la serie original. No apta para trekkies genuinos, es una apuesta que probablemente llenará las salas de medio mundo.
Star Trek volverá, pues, a brillar cincuenta años después de su nacimiento. Cincuenta años que se van a celebrar en muy diferentes foros en prácticamente todos los países del mundo. Y serán homenajes absolutamente merecidos. Al fin y al cabo Star Trek fue mucho más que una simple serie de entretenimiento en televisión.
En plena Guerra Fría, en el equipo de mando de la mítica nave Enterprise convivían un estadounidense, el capitán Kirk; el vulcaniano doctor Spock, comandante, primer oficial científico; el teniente comandante oficial médico Leonard McCoy, también americano; un ruso, el alférez Pavel Chejov; el teniente timonel, el japonés Hikaru Sulu; Scotty, un escocés teniente comandante jefe de ingeniería, y ¡una mujer negra! que era teniente, oficial de comunicaciones. La presencia de Dorothy C. Fontana, editora de guiones de la serie, se hacía notar.
La existencia de Nyota Uhura, interpretada por una poderosísima Nichelle Nichols, fue un bombazo de proporciones colosales. ¿Una mujer negra en una cadena de mando en un programa de televisión que veían millones de personas? Pero la osadía de Roddenberry iba muchísimo más allá. Star Trek mostró, entre otras muchísimas cosas, el primer beso interracial de la historia de la televisión estadounidense. Uhura y James T. Kirk se besaron delante de todo el mundo.
Nichelle Nichols quería triunfar en Broadway, la serie le había dado la popularidad que necesitaba, así que fue al despacho de Gene Roddenberry y le dijo que se iba. Pocos días después, en un acto de recogida de fondos le dijeron que alguien quería saludarla.
“Nichelle, soy tu mayor admirador”, le dijo Martin Luther King. Cuando la actriz salió de su asombro le agradeció el cumplido y le dijo que había dejado la serie. “¡No puedes! No lo entiendes, esto es un regalo de Dios, un honor para ti. Estás cambiando la televisión para siempre, porque este es un papel que representa la lucha que realizamos, la igualdad que estamos buscando. Eres la oficial de comunicaciones de la nave, la cuarta en la cadena de mando, no tienes idea de lo orgullosos que estamos de ti. No te haces idea del poder de la televisión. Este hombre ha creado una nueva realidad en el siglo 23. Lo que estamos haciendo ahora es el comienzo de lo que nos tiene que llevar a ese futuro”.
Nichols volvió al despacho de Roddenberry y le dijo que Luther King la había convencido. Aquel le devolvió el documento de renuncia y suspiró: “Dios bendiga al doctor Martin Luther King, alguien se ha dado cuenta de lo que intento conseguir”.
Lo de menos entonces era que el escaso presupuesto con el que se había hecho la serie hubiera obligado a tener ideas radicales. Si no había dinero para naves rápidas con las que un equipo de expedición aterrizara en un planeta, no pasaba nada, se inventaban el teletransporte y todo solucionado y sin gastar un dólar.
Hoy científicos de altísimo nivel estudian la posibilidad real del teletransporte. El equipo de Star Trek también inventó unos comunicadores que se copiaron decenios después para los primeros teléfonos móviles, en el Enterprise se aplicaba la cirugía láser y su tripulación hablaba con sus ordenadores.
Todos ellos dedicaban su vida a misiones “que son pacíficas, no de conquista. Cuando entramos en combate, es sólo porque no tenemos otra opción” (explicaba el capitán Kirk en la serie original).
En el futuro al que se refería Luther King no había discriminaciones raciales ni de género, la investigación era esencial, nadie trabajaba por dinero, de hecho, éste no existía, y el gran y muy noble objetivo era seguir explorando el espacio “descubriendo nuevas vidas y nuevas civilizaciones, hasta alcanzar lugares donde nadie ha podido llegar”. Larga y próspera vida para Star Trek.
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