Este artículo se publicó hace 8 años.
“¿Dónde está la izquierda? No sé dónde está, qué más me gustaría que encontrarme con ella”
El músico valenciano Paco Ibáñez regresa a Madrid después de 14 años sin pisar la capital con un concierto en castellano, catalán, euskera y gallego.
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MADRID.- Casi 15 años sin subirse a un escenario madrileño. Tres lustros que Paco Ibáñez (Valencia, 1934) gestiona con solvencia a base de buen humor, humildad y unas convicciones a prueba de bombas. Recibe a los periodistas desde una silla de mimbre como si apenas hubiera pasado el tiempo: "Me siento un poco como el Papa, recibiendo aquí sentado al personal", bromea ufano. Ha preparado para su regreso un concierto-recital llamado Palabras con alas. Un proyecto en el que se ha propuesto reunir las cuatro lenguas del Estado y hacer que dialoguen sin fricciones de la mano de cuatro voces inspiradas: Luis García Montero, Joan Margarit, Bernardo Atxaga y Antonio García Teijeiro. "Trato de demostrar que están bien, que no se pelean", explica con humildad.
14 años sin pisar los escenarios madrileños…
Escenarios gobernados por el PP, cabría añadir
¿Es el motivo de tan larga ausencia?
Bueno, en parte ha sido así. Por un lado, yo no he querido firmar ningún contrato con esta gente, no he querido saber nada de ellos. Por otro, la demás fuerzas y las izquierdas entre ellas, ¿dónde estaban? En ningún momento me han invitado en estos 14 años. El caso es que yo quería venir a Madrid, siempre he tenido una gran simpatía por esta ciudad que tuvo los cojones de resistir hasta el final, pero nadie me invitó, ni siquiera para cantar en un teatro alquilado que no perteneciera políticamente a los que estaban al mando.
¿Qué ha cambiado entonces?
El hecho de que Madrid ya no esté gobernada por el PP ha tenido que ver. Vengo más a gusto, puedo aceptar un teatro que no esté en sus manos. Pero como dije antes, lo cierto es que tampoco me invitaron, lo que quiere decir que no les he hecho falta para nada, y donde no te quieren no vayas a menudo.
Luis García Montero, Joan Margarit, Bernardo Atxaga, Antonio García Teijeiro… ¿Qué le aporta cada uno de ellos?
Su poesía, un verso bien colocado te levanta el ánimo o te hunde, su poesía tiene esta fuerza. La poesía, no sólo de estos grandes poetas sino en general, es como el azúcar, enseguida se convierte en energía. El hecho de que cada uno de ellos recite en su idioma creo que es muy importante, en especial frente a esa polémica entre el castellano y el catalán, como si los idiomas se declararan la guerra entre ellos… Trato de demostrar que están juntos, que no se pelean. Por otra parte, pretendo alimentar a la gente con poesía, sensibilidad, aquello que permite que no nos convirtamos en autómatas sumisos. En todo caso, no es mi intención predicar como los curas, estoy convencido de que al pueblo de Madrid le va a interesar esta propuesta pero también puede ser que no.
Da la impresión de que la poesía —por motivos diferentes también la política— anda un poco devaluada. ¿Sigue creyendo en el potencial de un verso como motor para la transformación social?
Transformación social… yo no diría tanto, pero sin duda contribuye. Me parece un modo contundente de aproximarse a la anhelada transformación social. Los versos estimulan la sensibilidad, te dan energía para cambiar el estado de las cosas, o al menos para intentarlo. La poesía nos mantiene con ilusión, pero no sólo la poesía escrita. Hablo también de contemplar un paisaje o un amanecer y que eso te infunda fuerza.
Un acto poético…
Sí, en efecto, un acto poético. Y eso es lo que te anima a pensar que nosotros podemos llegar a ser esa inyección también en un escenario.
¿Sigue sintiendo eso? ¿No se resiente con el paso del tiempo la capacidad de emocionar?
En mi caso no, de lo contrario no estaría aquí, de verdad. En momentos complicados de mi vida, ya sea motivados por el cansancio o la desidia, la poesía ha sido como una inyección de energía en toda regla.
¿Cómo hace uno para mantenerse sensible?
Pues no lo sé, pero yo sigo haciéndolo. Se trata, creo, de mantenerte alerta y abierto a determinadas sensaciones. Si una canción, una puesta de sol o unos versos te siguen emocionando, entonces estás vivo. Si un día subo al escenario y canto, por ejemplo: Un día, tú ya libre/ De la mentira de ellos,/ Me buscarás. Entonces/ ¿Qué ha de decir un muerto? y no me emociona, llama a la funeraria.
¿Cómo ve el panorama poético actual?
Lo veo tristón, pobre, no me inspira. Cuando les leo, me parece bonito, pero carecen de esa energía, de esa impronta. Además, escriben muy en prosa, no es canción lo que hacen, no me emociona, son un montón de palabras que, según se leen, se borran.
Dígame algún poeta que se le haya resistido
Borges. Me gusta mucho lo que escribe, pero incluso los textos sencillos que tienen estructura de canción se me resisten. Yo no le he hecho nada a Borges para que no me deje cantarlo, pero en fin, así es.
Hábleme de aquel mayo del 68 que tantos intelectuales rememoran no sin cierta afectación y heroicidad. Usted estuvo allí, lo vivió de primera mano, ¿qué opinión le merece?
Mayo del 68 fue el fracaso más grande que se ha podido inventar o crear. Como dijo alguien, pensábamos que estábamos cambiando el mundo y al final fue el mundo el que nos cambió a nosotros. Un gran cartel para una corrida de salón.
¿Cómo encaja en su día esa gran decepción?
Fue complejo. Recuerdo que, por aquel entonces, un tipo me dijo en una visita a Madrid que tenía que reciclarme…
¿A nivel político?
No, no en el plano discursivo, lo que me estaba sugiriendo es que le tenía que poner más decibelios al asunto, trompetas, batería, arropar mi música con más cosas. Digamos que mi música tenía que parecer algo para que pudiera interesar a más gente. A mí eso me parece la antimúsica, la antisensibilidad, es una burla cultural, una oda al efectismo. Sólo se trata de cubrir el tiempo y el espacio con material sonoro, sin embargo, una canción cantada por Brassens con su guitarra tiene una emoción increíble, pero no aparenta, por tanto no existe. Para mí mayo del 68 ha mutilado la sensibilidad de toda una generación.
¿Qué opina de la Nuit Debout? ¿Le resulta esperanzador o la percibe como una suerte de réplica sesentayochista?
Es una reacción sana, pero todavía no sé muy bien lo que proponen a nivel conceptual y creativo. Les acompaño en la lucha, por supuesto, me parece muy bien que traten de erradicar la pobreza, pero no solo es importante llenar la barriga de la gente, también hay que nutrir el alma, o qué somos, ¿alcornoques? Sucede a menudo que cuando una fuerza espontánea y ciudadana se instrumentaliza pasa a convertirse en un partido más de izquierdas, de tal forma que aspectos como el alma, la creatividad, el arte o la cultura —esenciales en lo cotidiano—, quedan relegadas… En esos casos, soy muy tajante; si no existo para ti, tú tampoco existes para mí.
Me gustaría saber qué piensas cuando Podemos utiliza para clausurar sus mítines el A galopar que en su día musicaste.
Me alegro que lo canten pero soy consciente de que, en cierta forma, me he convertido en un escéptico y no dejo de preguntarme hasta cuándo lo cantarán, qué son capaces de proponer y en qué sensibilidad se convertirá ese A galopar. Creo que está bien que lo entonen, es un buen punto de partida, pero a ver qué son capaces de articular, no tengo mucha confianza en el final de ese proyecto.
¿Qué opina de la posibilidad de una confluencia de izquierdas?
De entrada te diré que voy a esperar a ver qué son capaces de hacer. Quizá me equivoque pensando de entrada que no van a hacer nada, aunque estoy deseando equivocarme. En todo caso, ¿qué izquierda?, ¿dónde está la izquierda?, no sé dónde está, qué más me gustaría que encontrarme con ella.
Por último, tengo entendido que ahora reside en Barcelona, ¿cómo ha vivido en los últimos años el debate soberanista?
Pues bien si no fuera por ese gilipollas que acaba de entrar en la Real Academia de la Lengua [Félix de Azúa] que ha hecho de su anticatalanismo un oficio. No lo aceptaré nunca, nunca entrará en mi casa alguien así.
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