Este artículo se publicó hace 6 años.
Israel Elejalde: "El caso de Willy Toledo es un problema de estupidez judicial"
El actor madrileño se pone a las órdenes de Àlex Rigola para presentar junto a Nao Albet, Irene Escolar, Óscar de la Fuente y Francisco Reyes 'Un enemigo del pueblo', clásico de Ibsen con el que el Kamikaze inaugura su nueva temporada.
Madrid--Actualizado a
“¿Es legítimo votar pensando más en los intereses propios que en el bien común? ¿Tengo derecho a vender mi voto? Si eso es lo que pretendo, ¿debo ser privado de ese voto? ¿Cuántas veces nos está permitido desviar la mirada ante una injusticia a cambio de no perder el trabajo o herir a una persona o perder una posición o arriesgar nuestro físico? ¿Qué somos capaces de callar a cambio de la supervivencia económica de nuestra familia?”. Con esta ristra de preguntas el dramaturgo Àlex Rigola revisita Un enemigo del pueblo, clásico de Ibsen con el que el Pavón Teatro Kamikaze (Madrid) inaugura la nueva temporada.
El conflicto ético entre el individuo y la sociedad que planteaba el noruego a finales del XIX se traslada, en versión y dirección del catalán, a la realidad de una compañía de teatro contemporáneo en esta nueva producción. El resultado, sobra decir, genera controversia máxime si es la mirada de Rigola la que dicta los desencuentros. En palabras de Israel Elejalde, que junto a Nao Albet, Irene Escolar, Óscar de la Fuente y Francisco Reyes completa el plantel de actores, “algo tendrá esta obra cuando el público sale tan activo del teatro discutiendo sobre temas políticos, morales y éticos, aunque también los hay que piensan que les hemos tomado el pelo”.
"El actor elige qué parte de uno mismo quiere mostrar y cuál prefiere velar"
No es para menos. La propuesta difumina esa frontera entre ficción y realidad, algo habitual en la forma de trabajar del director catalán que no siempre es bien recibida. “Creo que es muy interesante poder defender sobre el escenario ideas que coinciden plenamente con lo que pienso y otras que no son exactamente las mías”. En esa fina línea se mueve Elejalde con la soltura de quien nunca termina de diluirse, consciente de que todos somos muchos y que, como recordó Pirandello, “el actor lo que hace es elegir qué parte de uno mismo quiere mostrar y cuál prefiere velar”.
En la versión original Ibsen planteaba el conflicto a través del doctor Stockmann, un médico de pueblo que descubre que las aguas del balneario (motor de la economía local) están infectadas y es necesario clausurarlas, lo que conlleva unas consecuencias económicas que nadie está dispuesto a asumir y los poderes políticos y mediáticos, con el apoyo del pueblo, harán lo posible por censurar su discurso. Por contra, en la exégesis rigoliana el conflicto moral y de intereses se traslada a una compañía de teatro. La cuestión aquí es si es legítimo y honesto que un teatro reciba subvenciones de un partido político que se encuentra en las antípodas de la ética y los valores que defienden sus artistas.
No hay moralinas, el público —aquí sí— es el único y verdadero parlamento, hasta el punto de que vota y decide si la función ha de continuar o no. El dilema, tanto a finales del XIX como en el remoce de Rigola, sigue siendo el mismo: ¿es la democracia el enemigo más peligroso de la razón y de la libertad? Y la pregunta, contra todo pronóstico, no ha perdido vigencia. “Hoy día nadie se plantearía quitarle el derecho de voto a la gente, pero es verdad que todos nos hemos quejado alguna vez de cómo ha podido salir un resultado determinado, me refiero a Trump o al Brexit; ambos casos evidencian que mucha gente votaba en base a unos supuestos que han resultado falsos”, apunta Elejalde.
"No entiendo a qué viene ese paternalismo con un dios que se supone omnipotente"
Queda latente aquella máxima de Stuart Mill que decía que para que una verdad sea verdad hay que ponerla en juego. En ese sentido, el actor incide en la importancia de poner contra las cuerdas aspectos que enturbian la democracia y que vale la pena cuestionar: “Deberíamos asumir hasta qué punto somos realmente responsables a la hora de ejercer el voto o si estamos o no siendo manipulados, creo que es necesario que hagamos ese ejercicio de discutir una serie de verdades que damos por sentadas”.
Y en eso consiste Un enemigo del pueblo, una obra en la que el público tiene la última palabra y, de paso, se da de bruces con sospechas (democráticas) a las que tendrá que hacer frente durante la función. Un juego dramatizado cuyo estreno y puesta de largo coincide en el tiempo con la orden de detención sobre Willy Toledo por un supuesto delito de vejación de sentimientos religiosos. “Lo que ha pasado con Willy me parece una desgracia; no entiendo a qué viene ese paternalismo con un ser que se supone omnipotente, como tampoco entiendo que si realmente estamos ante un dios misericorde dudemos de su capacidad para perdonar los insultos, creo que el problema es la mezquindad de los denunciantes y la estupidez de la decisión judicial”.
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