Entrevista a Eduardo VascoEduardo Vasco: "El sistema de las autonomías ha desvertebrado culturalmente el Estado"
El director del Teatro Español reivindica la vigencia de Luces de Bohemia tras el éxito rotundo de crítica y público.
Madrid-
Eduardo Vasco (Madrid, 1968) se ha estrenado con Luces de Bohemia al frente del Teatro Español. Un éxito rotundo de crítica y público que permitirá volver a ver a Ginés García Millán y a Antonio Molero en la piel del poeta ciego Max Estrella y del golfo Latino de Hispalis, secundados por otros magníficos 23 actores y actrices. El dramaturgo, responsable de la dirección, la versión y la música de la obra, reivindica la vigencia del esperpento de Valle-Inclán y establece paralelismos con la actualidad.
¿Por qué eligió Luces de bohemia en su debut como director del Teatro Español?
El centenario de la publicación completa de la obra era una buena excusa, porque nunca se representó aquí, aunque en 1932 lo había intentado mi predecesor Cipriano de Rivas Cherif. En mi primer año como director del Teatro Español, me parecía bonito cerrar el círculo con un acontecimiento de este calibre, porque llevar a escena Luces de bohemia siempre es un reto.
Valle-Inclán, ¡cráneo privilegiado!
Completamente. Y todavía estamos muy lejos de conocer en su totalidad no solo su obra, sino también su figura. Es un hombre pleno de influencias, tanto de las que recibe como de las que luego proporciona, y muy vinculado al contexto europeo y a las vanguardias. Resulta muy difícil hacernos una idea de su talento y Luces de bohemia es solamente un ejemplo, porque su obra es maravillosa.
El Reina Sofía le dedica una exposición al esperpento. ¿Sigue vigente? ¿Es necesario deformar la realidad y que afloren sus rasgos más grotescos para poder interpretarla o intentar entenderla?
Todo es hijo de su tiempo. Nosotros leemos ahora el esperpento de una manera muy distinta a cómo probablemente lo planteó Valle-Inclán, pero la ecuación es la misma: deformas los personajes y trabajas a partir de su esencia para poder llegar a hablar de tu tiempo. Muy probablemente muchos de sus personajes esperpénticos estaban en las calles, como también hoy ves en ellas a muchos hijos del esperpento. Lo bueno, como sucede con las obras universales, es que podemos leer a Valle-Inclán desde nuestro tiempo y con nuestra mirada.
Hay muchos elementos que la hacen tan contemporánea. Algunas cosas de aquella España no han cambiado: la corrupción política, los pobres pagando los platos rotos, el desprecio al otro, los extremismos que prevalecen cuando imponen su voz…
Sí. Además, él utiliza una manera de contar que nos resulta muy ajena, porque es una obra episódica con anclas estilísticas en todas partes. Cada episodio de Luces de bohemia es una obra distinta, en la que incluso cambia de registro y de estilo. Un viaje a través de las estéticas que hace que su reflejo pueda ser completamente interpretado, de ahí que el espectador busque paralelismos con su realidad, lo que lo lleva a sitios muy elocuentes.
Y esos paralelismos funcionan. En la obra se observa la represión policial contra el movimiento obrero en una época de turbulencias sociales, además de…
Enseguida se te aparece la ley mordaza, pero no es necesario guiñar un ojo ni decírselo al espectador, porque este directamente hace sus cábalas y establece sus vínculos.
Crítico con la monarquía, bronco con la policía, contrario a la censura, etcétera: ¿le aplicarían hoy a Max Estrella la ley mordaza?
Las quejas de Max eran callejeras. Sin embargo, la manera de expresarse de Valle-Inclán tiene más que ver con su personalidad, que le permitía decir y hacer muchas cosas por las que probablemente otros serían reprimidos. Ahora bien, todavía hay mucha polémica sobre lo que le pudieron censurar o no en su momento.
De fondo, Acción Ciudadana, una milicia rompehuelgas que podría recordar a algunos grupúsculos que en los últimos años agitan las banderas de España.
En los últimos y en los anteriores. La bisagra política es la Revolución rusa, cuando todo estalla. A partir de ahí es lo mismo y lo hemos visto en los setenta, en los ochenta, en este siglo. Hay un paralelismo con la realidad muy repetitivo, porque nuestra realidad es muy tozuda.
¿España, país de extremismos?
No tienes más que leer la prensa a diario. Siempre hemos sido un país muy polarizado. Sin embargo, hay que ver el lado positivo. La conclusión que sacas de Luces de bohemia es que tenemos que entendernos, porque no podemos seguir toda la vida confrontándonos. En los años veinte, Valle-Inclán no vislumbraba la guerra civil, pero sí hablaba de la dificultad que tenemos para ponernos de acuerdo.
Más allá de la sátira mordaz, ¿es más teatro político o historia de nuestro país?
Ambas cosas, aunque sobre todo es profundamente español. Habla tan claramente y de una manera tan esencial sobre nosotros que la obra no es trasladable a otros países. Cuando el teatro es profundamente local, impacta el doble.
La muerte sobrevuela la obra. ¿Los ideales, hoy en día, también han muerto o siguen graves, pero estables?
Como siempre, están graves, pero estables. El ideal y la utopía requieren un gran esfuerzo para su consecución. Ahora estamos viviendo ideales de nuestros ancestros, aunque muchas veces se nos olvida que se ha luchado mucho para llegar a donde estamos, que ha muerto mucha gente y que ha habido mucho sacrificio. Los cimientos de esas consecuciones que disfrutamos hoy, pese a que las veamos lejanas, se los debemos a la gente idealista.
¿Más allá del compromiso también abunda la frivolidad, como en la obra?
Yo no tengo redes sociales, pero quienes las usan me dicen que sí: ese es el escaparate.
¿Y en política?
Afortunadamente, hay de todo. Solemos cebarnos con los políticos, aunque también hay gente muy valiosa. No obstante, la situación ha cambiado muchísimo, porque venimos de unos años en los que todos los políticos escribían su propia comedia, su propia obra de teatro o su propio poemario.
De hecho, el personaje del ministro de la Gobernación podría estar inspirado en…
En el político con un pasado, con alma y con un espíritu culto.
Aunque meta la mano en el fondo de reptiles…
Sí, pero eso es algo propio de los Gobiernos y del Estado.
¿Se hace hoy política de taberna?
Ya no. Las tabernas están para otra cosa, están para ti y para mí. Es raro escuchar, como sucede en Luces de bohemia, ese tipo de discusiones sobre política pasada, presente y futura. No sé si ahora se puede discutir acerca de eso en las tabernas, sobre todo en Madrid, que las tenemos llenas de guiris.
Lo decía en un sentido peyorativo: arreglar el país en la barra del bar.
Antes todo radicaba en las tertulias, como la del Café Gijón, donde se implicaba muchísima gente. Sin embargo, se han trasladado a otros sitios, como los medios. El tertuliano ya no es el escritor, el cineasta o el actor, sino un profesional.
¿Usted es más de taberna o de café?
Depende, pero como estamos en el centro de Madrid nosotros nos damos mucho a las tabernas. Aquí han desaparecido muchos cafés y tabernas maravillosos por culpa de la gentrificación, aunque cerca del Teatro Español subsisten locales como Casa Alberto.
Con sus carteles de "Prohibido escupir" y "Prohibido cantar y bailar".
Todavía ves algo de aquel Madrid enrocado en los barrios. Yo me crie en Alcalá de Henares, pero soy muy madrileño.
¿Perdemos más tiempo discutiendo que arreglando?
Todos lo hacemos: es el gran mal español.
¿Cuáles son hoy los espejos deformantes del callejón del Gato?
Las redes sociales son el espejo deformante de esta sociedad. En el futuro estará mal visto usarlas.
¿Cómo es hoy aquel Madrid "absurdo, brillante y hambriento"?
Me gusta pensar que todavía es parecido. Hace mucho que no frecuento la noche, pero cuando tomamos algo después de la función veo esa especie de crisol de gente de toda España que es Madrid. Te encuentras a personas de diversa procedencia que, al poco tiempo, ya son madrileñas y se sienten como tales. Eso es algo que todavía no se ha perdido y que me gusta mucho de esta ciudad. Hay una nacionalidad madrileña que te otorgan con ir solo dos veces a Casa Alberto.
Quizás ha mejorado la situación de los artistas, pero muchos siguen en el alambre de la precariedad.
Los artistas gravitan un poco en torno a la incertidumbre y esa es la esencia de la profesión. Una de las cosas más importantes de las que hablaba Valle-Inclán es el posicionamiento del artista. Es decir, hasta qué punto se implica o puede defender con su propia vida lo que quiere expresar y contar. También hay una crítica al artista en sí, a la inacción y a la cháchara. En ese sentido, la implicación del artista es uno de los grandes temas de Luces de bohemia.
Tras el éxito de público, la obra será repuesta en el Español durante el primer trimestre de 2026. ¿No se presta a una gira porque participan 25 actores y actrices?
Claro. Es fácil de entender: aunque hemos ganado muchas cosas, el sistema de las autonomías ha desvertebrado culturalmente el Estado. Nosotros no sabemos lo que pasa en Galicia, allí probablemente no saben lo que pasa en Albacete, en Sevilla no saben lo que pasa en Catalunya... O sea, hay una descoordinación y una desconexión entre las autonomías respecto a la cultura. Es una de las cuestiones más preocupantes y que a la gente del teatro nos duele desde hace tiempo.
Hay que hacer grandes esfuerzos para saber lo que pasa en otros lugares de España. Tenemos una cultura común que se está deshaciendo en reinos de taifas y en iniciativas absolutamente desconectadas, cuando una obra como esta se podría haber planificado con mucho tiempo para poder moverla. No hay un gran interés por que el medio artístico esté conectado, y eso es para darle una vuelta.
Y en esta España, un siglo después de aquella de Luces de bohemia, ¿qué le hace morir de rabia y mascar ortigas?
El gran problema actual es la desigualdad social, y no se observa un remedio directo e inmediato. ¿Cómo es posible que en vez de ir cada vez más hacia lo horizontal sigamos en lo vertical? Un tema que ya estaba en Luces de bohemia, donde la condescendencia o la simpatía que siente Max Estrella hacia los personajes del estrato social más bajo es muy evidente.
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