Este artículo se publicó hace 4 años.
La "diversidad forzada" de Hollywood: entre la ficción y la nada
Los nuevos estándares que promulga la Academia en pro de la inclusión saben a poco. Más allá de la incidencia que pueda tener en la libertad creativa, su eficiencia real está en entredicho al permitir que la discriminación se perpetúen.
Madrid-
Las reacciones no se han hecho esperar. La decisión de la Academia de Hollywood de modificar sustancialmente su reglamento para exigir que las cintas candidatas a mejor película cumplan con unos requisitos mínimos de inclusión y de diversidad racial, ha sido recibida con cierta tibieza cuando no directamente con notoria desaprobación. "La diversidad, cuando se fuerza, reduce la calidad del producto", apuntaba un espontáneo en redes tras el comunicado. "Habéis arruinado los Oscar. Ya no se trata de cine como forma artística, ahora es una cuestión política", remataba otro.
Pero vayamos por partes. ¿Es realmente para tanto?, ¿conseguirán estás medidas acabar con la subrepresentación de determinadas minorías raciales o étnicas?, ¿dejará el latino de ser el garrulo o el camello?, ¿habrá más mujeres directoras?, ¿alcanzarán las actrices salarios equiparables a los de sus compañeros de pantalla?, ¿estamos ante un inofensivo lavado de cara por parte de la Academia o hay un interés verdadero por cambiar determinadas inercias?
Empecemos por analizar las propuestas. Según el comunicado, las cintas aspirantes a mejor película deberán cumplir al menos dos de cuatro estándares, que son: representación en pantalla, en equipo creativo, oportunidades de acceso a la industria audiovisual y/o promoción de las audiencias.
Para el apartado de representación en pantalla y narrativa, la cinta tendrá que incluir uno de los siguientes tres criterios: que uno de sus protagonistas sea de una minoría racial, que el 30% del reparto secundario sea de colectivos poco representados o que el argumento se centre en la historia de alguno de esos grupos. En cuanto al apartado de equipo creativo, se tendrá en cuenta si al menos dos de los puestos de dirección creativa lo ostentan grupos poco representados, que formen parte de seis posiciones inferiores o que el 30% del equipo pertenezca a dichos grupos.
Asimismo los estándares de oportunidades de acceso y de desarrollo y promoción de las audiencias demandan que las plazas de becarios y aprendices o de directivos y publicistas de cada proyecto contemplen esos criterios de diversidad. Hasta aquí lo estipulado, hasta aquí los requisitos que las producciones venideras −los estándares no se aplicarán de manera estricta hasta los galardones de 2024 pero se contemplarán a partir de 2022− tendrán que satisfacer si quieren alcanzar la gloria.
"Planteamiento tramposo"
"Siempre nos tenemos que mover en el difícil equilibrio que es el necesario reconocimiento de la diversidad, y por otro lado proteger la libertad creativa. No siempre resulta fácil, pero es un reto apasionante", apunta para Público Mariano Barroso, presidente de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España. Una fina línea que no es fácil transitar y que en este caso genera dudas, no sólo por la incidencia creativa que pueda tener, sino también porque estamos ante un conjunto de medidas cuya eficiencia está en entredicho.
"En Hollywood, los equipos técnicos están plagados de asiáticos y latinoamericanos", explica la periodista especializada en cine Begoña Piña. "La cosa está en ver qué sucede en la representación en pantalla y ahí dudo de que haya muchos cambios". En efecto, estamos ante unos criterios factibles para buena parte de las producciones contemporáneas. A fin de cuentas, puestos vinculados al diseño de vestuario, casting, peluquería o maquillaje, tradicionalmente copados por mujeres, podrían blanquear una producción que carece de mujeres o de minorías en puestos de relevancia.
En palabras del historiador y documentalista de cine Luis E. Parés, estamos ante un "planteamiento un tanto tramposo", ya que "lo que realmente importa para cambiar determinadas inercias es la representación en pantalla, de tal forma que si puedes compensar la ausencia de minorías en pantalla por otro lado, se pierde toda eficacia de la medida". No sería descabellado, por tanto, la provocación que plantea el crítico de cine Steve Rose, según el cual una película tan blanca y masculina como El nacimiento de una nación podría sin problemas adecuarse a los estándares de Hollywood siempre que el rodaje contase con un pelotón de subalternos latinos y mujeres maquilladoras.
"Está muy bien promover la diversidad, pero hay que hacerlo de una manera práctica, no se trata tanto de poner límites, sino de dar en positivo", incide Piña. Y para ello conviene que revisemos cuáles son las estructuras que fomentan la discriminación, algo que difícilmente se puede contrarrestar con un premio, por muy prestigioso que sea. Quizá sea el momento, tal y como apunta Parés, de pensar en la cantera, en ir de menos a más y en valorar positivamente determinadas apuestas inclusivas: "Puede que sea más eficaz lo que está aplicando el ICAA [Instituto de la Cinematografía y de las Artes Audiovisuales] en nuestro país; apoyar las películas a priori, no tanto con un premio sino a través de una puntuación que atiende y valora aspectos como la diversidad y la inclusión".
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