La cineasta Lila Avilés nos recuerda en 'Tótem' que no nos olvidemos de la vida
La cineasta mexicana celebra la vida en su segunda película, un retrato que conmueve y contiene destellos de verdad, donde conviven el dolor y la despedida con el amor y la amistad. Todo, desde la mirada de una niña de siete años.
Madrid--Actualizado a
"Infancia es destino", repite una y otra vez la cineasta mexicana Lila Avilés, que mira a través de los ojos de una niña de siete años en su segunda película, 'Tótem', una celebración de la vida contada desde el inicio de un proceso de duelo. Es un relato que quiere "recordarnos que no se nos debe olvidar la vida, porque la vida cotidiana está hecha para que se nos olvide todo el tiempo".
Premio del Jurado Ecuménico en el Festival Internacional de Berlín, presente en San Sebastián, reconocida en Morelia, la película es un maravilloso retrato de la vida, puro corazón, pura magia cinematográfica, puro oro. La organización de una fiesta familiar, el cumpleaños del padre de Sol, enfermo terminal, sirve a la cineasta para reflexionar sobre el dolor, la pérdida, los afectos, la comunicación… con sentido del humor, en medio del alboroto de una familia mexicana, sin apenas conversaciones profundas y, a pesar de todo ello, conteniendo luminosos destellos de verdad y de emoción.
El cine siempre ha estado muy preocupado por la mirada y atención de los padres a los hijos, usted viaja aquí en dirección contraria y elige la mirada de la niña, ¿por qué?
Es la dichosa frase de "infancia es destino". Hay algo ahí, en esos primeros años, hay una percepción, que no cambia. Si uno cualquiera, ya como adulto, hace un poquito de memoria hacia atrás, hay como un sabor, una idea… que no se nos olvida. Y yo, en mi caso, fui mamá jovencita y siempre he sido muy observadora, y me gustaba mucho ver a mi hija, que también pasó por este proceso de duelo. Yo, como adulta, buscaba la forma de satisfacer nuestro vínculo de comunicación, pero a veces la mejor forma es nada más darles espacio.
La comunicación, el lenguaje, están en el centro de su película, ¿tiene que ver con su preocupación por la manera en que nos comunicamos con los niños?
Claro y mi pregunta era qué pasa cuando esa comunicación no está. Tú tienes que encontrar esa capacidad de comunicarte, en este caso con una niña. No importa la edad que tengas. Existe un prejuicio hacia la infancia, como si no supieran, cuando en realidad muchas veces son los mejores sanadores, en un segundo te dicen una cosa práctica, van al grano, y ya no le tienes que dar tantas vueltas. Me interesaba mucho eso.
¿De alguna forma la fiesta de la película quiere ser un retrato de la propia vida?
Totalmente. En la vida, para mí es vital reírse, llorar, cantar… vivir…y a veces también tener tu silencio, porque la vida, con su sensibilidad y con sus pasiones, hay que gozarla. Y en ese objetivo hay que tener ese sentido de reciprocidad, pero también de regresar a uno mismo, de encontrar esos momentos de introspección…
En la película hay angustia, pena, mucha felicidad, alegría. La fiesta que se prepara es casi una despedida. ¿Todo es una cuestión de amor y de cuidarnos mejor los unos a los otros?
Pues yo creo que sí y, además, creo que hay otro punto fundamental. Si no hay amor, tiene que haber respeto y el respeto solo se consigue comunicando, a veces con palabras, a veces con un regalo, con una carta, con un mensaje… En ese ejercicio, en ese vaivén, está la belleza de cómo somos. Esta fiesta es un microuniverso, donde cada persona es súper diferente a la otra y en el que hay que darse cuenta de ello. Nadie es perfecto y por mucho que uno quiera creer que el universo gira a su alrededor, pues, no, la vida misma es mucho más.
Celebrar la vida con el inicio de un proceso de duelo.
Sí, porque cuando hay un proceso de duelo, lo que es muy bello es que está todo el mundo muy pasional, pero también ayuda a que haya cierta organización, cierto orden, hay celebración y belleza, desprendimiento del ego… Es, paradójicamente, un celebrar la vida y un recordarnos que no se nos debe olvidar la vida, porque la vida cotidiana está hecha para que se nos olvide todo el tiempo.
Los personajes encuentran el orden emocional en medio del caos que es la vida, ¿es ese orden emocional el más importante?
Sí, pues yo creo que las familias por naturaleza somos caóticas. Siempre, sí. Es un microuniverso del mundo, donde cada quien va a buscar lo que le convenga más, así que creo que es una cuestión de buscar las formas de entender al otro, no solo de soportarlo, sino de entenderlo y acompañarlo. Orden emocional.
Aunque aquí es importante la figura del padre, ¿esta es una película que muestra el papel de las mujeres en una familia?
Sí, porque, por naturaleza, las mujeres tenemos este multitasking, podemos tener esa educación emocional y también la educación de hacer los deberes en la casa y, al mismo tiempo, podemos ser caóticas, desquiciadas y lo que queramos. Yo vengo de una familia matriarcal, fui mamá jovencita, tengo una hija, soy directora... se me da naturalmente, no es que lo quiera imponer.
En esta historia son las mujeres las que hacen que todo avance.
Y eso es muy bonito en las familias, donde nunca falta esa tía que hace el chat sin el nadie se juntaría, la que organiza, la que no hace nada, pero es muy divertida… Es una colmena, es un sistema, el sistema con el que las cosas salen adelante.
Visualmente juega a parecer cine documental, pero hay también momentos casi oníricos… y no se parece nada a su anterior trabajo. ¿Cómo planteó la narrativa visual de esta película?
Fue muy lindo con Diego Tenorio, el fotógrafo, encontrar esa vitalidad en el ir y venir entre cada uno de los personajes, encontrar esas sutilezas, esos pequeños momentitos, chispazos. Son luz en medio del caos. Me gustó mucho darme la posibilidad de cambiar. Con mi primera película, La camarista, nunca moví la cámara y ahora, bueno, no paro de moverme. Eso ha sido mi enseñanza más grande, que también como cineasta puedes cambiar.
¿La familia latinoamericana se entiende bien en países del Norte de Europa o de Asia?
Lo que he experimentado con esta película ha sido muy brutal. Con esta película he viajado como nunca en mi vida y me he dado cuenta de que no importa cómo sea en otros países. En China, en Australia, en Europa… pasó súper bien. Latinoamérica, Estados Unidos, Canadá… la han acogido con los brazos abiertos, en África, también.
Te das cuenta de que somos bastante sencillos. A pesar de la diversidad que hay en cada país, todo mundo conecta con una casa, incluso los que no son de familias tan numerosas me han venido a decir que les he hecho recordar que están muy solos y quieren tener más amigos, vienen también a hablarme de la maternidad, de la amistad. Eso ha sido un regalo feroz.
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