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El cineasta Davy Chou rebate en 'Retorno a Seúl' el relato sobre la identidad y las adopciones 

El francés de origen camboyano dedica su película a la complejidad de la identidad desde experiencias cercanas y de la suya propia en esta obra. 

La actriz Park Ji-min en la película 'Retorno a Seúl'
La artista Park Ji-min es la protagonista de 'Retorno a Seúl'. Vértigo Films

El cine ha conseguido convencernos de que la confusión de identidad de una persona adoptada desaparece, y desaparece felizmente, el día en que por fin se encuentra con sus padres biológicos. Las cosas se ponen en su sitio, las piezas encajan y las dudas desaparecen. "En los relatos reales que he escuchado, ¡ese encuentro tiende a ser el momento en que comienzan todos los problemas!". El cineasta francés de origen camboyano Davy Chou contradice el relato construido durante decenios con Retorno a Seúl, una película imprevisible, inteligente y estéticamente brillante.

Inspirada en la experiencia real de una amiga suya, la película cuenta la historia de Freddie, una joven coreana adoptada con un año por una pareja francesa, que decide irse de vacaciones a Corea del Sur. Allí conoce a su familia biológica y ello rompe todas sus certezas.

Salvaje, instalada en el caos, la cámara la sigue durante ocho años, en los que Davy Chou revela las heridas de una mujer racializada en Francia, que no sabe quién es ni a dónde pertenece y que no va terminar este viaje con la tan manida autoaceptación. Equilibrios de poder, machismo, diferentes culturas e idiomas, incomunicación, necesidad de reinventarse y de reafirmarse se suceden en este filme, estrenado en Un Certain Regars de Cannes y que representó a Camboya en los Oscar.

Usted nació en Francia, de padres camboyanos. Ahora vive en Camboya, ¿cuál siente que es su identidad?

Esa es la cuestión de la película. Es la historia de una joven adoptada que trata de encontrar algo y viaja al país donde nació, del que no sabe nada. Creo que hay dos preguntas en la cabeza de Freddie. La primera es ¿por qué fui adoptado? y la siguiente es ¿quién soy yo? Pero, ¿hay una respuesta a esa pregunta? Creo que ese es exactamente el núcleo de la película, la posible ausencia de una respuesta a esa pregunta. Y me parece que eso es lo que hace que Freddie sea una mujer feroz que rechaza las mentiras, que rechaza las reconciliaciones fáciles.

¿'Retorno a Seúl' es, de algún modo, una película que rompe con el relato oficial sobre las adopciones?

Sí, siento que la película es lo opuesto a una narrativa cliché clásica de unirse a las raíces. Las películas sobre el viaje a las raíces no son tan originales. Estamos rodeados de historias, libros, documentales sobre alguien que vuelve a sus raíces, descubre un país, una cultura que no conoce y entiende la materia de sí mismo. También de alguien que encuentra la reconciliación entre sus dos culturas diferentes, que son dos 'yo' diferentes y dos entidades distintas. Y tal vez esto exista, pero cuando veo eso, yo me siento frustrado porque es completamente diferente a mi propia experiencia. Y es diferente a la experiencia de las personas que conozco que tienen historias similares.

¿Cómo es su experiencia y la de esas personas?

A menudo me encuentro con algunos camboyanos franceses, como yo, nacidos en Francia, que viajan a Camboya y me dicen que no se sienten en casa en Francia, donde sufren el racismo. Y van a Camboya porque piensan que allí pueden encontrar su hogar. Yo no les digo que creo que probablemente en un año volverán a Francia pensando que Camboya tampoco es su casa. No creo que simplemente ir a un país responda repentinamente a todas esas preguntas. Creo que es mucho más complicado que eso. Y la cuestión de la identidad es mucho más complicada que simplemente pensar que eres francés o camboyano. Y eso es justamente lo que la película intenta decir.

Una cuestión compleja, como el personaje.

Sí, quería ser fiel a la complejidad de esos viajes a través de un personaje que es suficientemente valiente como para enfrentarse a ello y rechazar las mentiras.

La película no es solo sobre la identidad, es también sobre el sentimiento de abandono.

También. Por supuesto. Y la ruptura. Y el dolor, un dolor que llevas toda tu vida y que, de alguna forma, necesitas para encontrar tu lugar.

¿Qué opina de las adopciones internacionales?

Por ejemplo, la adopción internacional coreana se convirtió en un fenómeno enorme. A principios de los años cincuenta un par de estadounidenses vieron una especie de documental muy religioso sobre la Guerra de Corea, donde se veía a los pobres bebés y los niños de la calle. Se quedaron horrorizados y decidieron adoptar a ocho niños de Corea para salvarlos. Fueron al Congreso estadounidense y presionaron hasta que se aprobó una ley.

Luego adoptaron a los ocho niños y salieron en las noticias. Entonces, otras parejas decidieron hacer lo mismo. Todo nació de las buenas intenciones, pero se vio el mal efecto posterior. Enviar bebés al extranjero se convirtió en una especie de industrialización, de mercado. Y casi 200.000 personas fueron sacadas de Corea, lo que es una locura cuando lo piensas. A veces las cosas se hacen de buena fe y se salen de control, y los efectos que tienen en las personas es algo que no podemos predecir.

Usted no es adoptado, ¿qué tiene en común con estas personas?

Cuando lees historias de adoptados coreanos, en algún momento pueden ser muy felices, pero también puede ser muy doloroso. A mí me pasa igual. En mi caso crecí en Francia en un ambiente en el que era la única persona racializada, el único asiático. Me enfrenté a la ignorancia y al racismo, y no entendía por qué todos eran blancos y yo era diferente. Así que no digo que esté en contra, pero sí que son cosas más complejas de lo que creemos que son.

La protagonista es una mujer y se encuentra en constante lucha por el equilibrio de poder, ¿por qué tomó esta decisión?

Había muchos personajes masculinos en mi película anterior, un grupo de chicos jóvenes y la chica hermosa con la que intentaban coquetear, una especie de ambiente de las películas americanas de los años ochenta. Aquí quería desafiarme a mí mismo y hacer otra cosa y pensé en hacer una película con mi amiga porque era una mujer. Creo que es un desafío al que debo enfrentarme y tratar de entenderlo. Pero la realidad del proceso es que ha sido conocer a la actriz lo que me ha cambiado la dinámica de entendimiento. Para mí fue un desafío escribir un personaje que estaba lejos de mí.

¿Cuál fue ese proceso con Park Ji-min?

Park Ji-min, que no es actriz, es una artista visual, me cuestionó muchas cosas sobre el guion. ¿Por qué se viste así el personaje? ¿Por qué acepta este tipo de bromas machistas de su novio francés? "Creo que ella debería decir algo", me decía. "Ella no puede simplemente aceptar y sonreír". Me estaba desafiando con cada una de esas preguntas. Y empezamos a debatir y, tal y como aprendemos en Francia, el debate intelectual es la respuesta a todo.

Entonces comencé a involucrarme en la discusión, vi hasta qué punto ella estaba dolorida por ciertas cosas y después de días y días de debate, y de cierta tensión, diré que nos hicimos amigos. Tengo que decir que hubo un momento en que la tensión eran tan fuerte que me di cuenta, incluso físicamente, de que tenía que dar un paso atrás y dejar de intentar ganar el debate. Solo tenía que escuchar lo que ella tenía que decir, porque era su experiencia como una mujer, como mujer asiática en Francia.

Está produciendo entre Camboya y Francia. ¿Tiene interés por recuperar algo de la industria del cine en el país?

Nací en Francia, crecí en Francia y a los 25 años fui por primera vez a Camboya, de donde son mis padres. Y yo no sabía nada al respecto, mi historia era muy similar a la de Freddie. Era un poco ingenuo e inocente cuando iba a ir a Camboya, pensaba que era mi país, pero no lo es, es solo el de mis padres. Pensé, iré allí, estaré haciendo un proyecto para hacer una película y después de eso seguiré con mi vida en mi lugar de origen y haré mi película allí y eso es todo. Y adiós Camboya. Eso es lo que pensaba entonces, en 2009. Lo que ha pasado es que he estado los últimos 10 años entre ambos sitios. 

¿Para dirigir y producir?

Primero abrí una compañía de producción en Francia, pero la segunda la abrí en Camboya. Acabo de tener un hijo en el país con mi socio camboyano, y lo estamos criando allí en este momento. Así que ahora sé que ha sido algo que ha cambiado mi vida en una proporción que nunca hubiera imaginado cuando tenía 25 años.

Ya sabes, a veces no entiendes lo que estás haciendo y esa es la razón por la que lo haces. Creo que la protagonista es igual y opino que es verdad cuando dice que está allí de vacaciones y que no le importa conocer a sus padres, aunque finalmente lo hace. Cuando abres ciertas puertas lo que encuentras detrás es algo con lo que tendrás que lidiar toda tu vida.

¿Qué ha descubierto en Camboya?

Su pasado es algo que me apasionó, toda la gente talentosa que conocí allí y la comprensión de que la industria cinematográfica en Camboya ha sido destruida. Ese es el tema de mi primera obra, un documental sobre la época dorada del cine camboyano de los años sesenta y setenta. Mi abuelo era productor allí, pero nunca lo conocí.

De hecho, era el mayor productor de cine en el lugar. No conocí esa historia hasta que tuve 20 años, y esa fue una de las razones por las que decidí ir allí a investigar y hacer una película. Y ahora yo mismo estoy enseñando a gente con mucho talento en una industria pequeña, donde no hay muchos productores para hacer películas internacionales. Así que disfruto haciéndolo.

'Retorno a Seúl' también es una coproducción.

La película es producción internacional. Tiene un productor principal francés, pero también de Alemania, Bélgica, Corea del Sur, Rumanía, Catar y a un productor camboyano que soy yo. Ahora tengo doble nacionalidad, por eso la obra se presentó a los Oscar por Camboya, que es donde trabajo. Fueron flexibles con las reglas, si el director y guionista es de allí y vive en allí, que es mi caso, se puede hacer.

¿Cuáles son las raíces creativas de su cine y por qué quiso dedicarse a él?

La película que cambió mi vida fue Heat, de Michael Mann, creo que tenía 12 años. Cambió mi vida porque era una película muy adulta sobre la introspección de las personas en su vida, su relación familiar y su relación amorosa. Me sentí transformado después de verla. Hasta los 16 años vi todas las películas de Pacino y De Niro. Y luego fui descubriendo otras cosas, como a David Lynch. Y me encontré con el cine asiático moderno. En mi película anterior, Diamond Island, puse todo este tipo de influencias asiáticas. Para mí hay mucho inconsciente psicológico detrás.

Y ahora ¿es importante incluir elementos asiáticos en su cine?

Es muy interesante para mí. En esta película no estaba hablando de Camboya y, sin embargo, sí estaba hablando de mí a través de ese viaje cultural de identidad. Ahora me siento orgulloso de haber hecho una película sobre una mujer francesa asiática, porque no se pueden nombrar muchos personajes franceses asiáticos, aunque en la calle verás muchos. No digo que vaya a hacer solo películas sobre asiáticos, pero creo que es importante hacer películas con personajes asiáticos franceses. Así que estoy feliz de haberlo hecho.

En este momento delicado del cine, ¿usted es de lo que creen que las plataformas conducen a la muerte del cine?

Por supuesto que no. No puede ser, vamos, hagamos que sobreviva. Te asustas cuando ves la importancia de las plataformas, los nuevos hábitos de la gente después del primer encierro por la pandemia, tan felices de estar en el sofá viendo Netflix. Es muy triste que la gente vea un filme en el ordenador y en el móvil. ¡Es tan triste! Todo lo que piensas cuando haces una obra, cuando amas la experiencia cinematográfica, es en que la gente la verá en la pantalla grande. Todos deberíamos participar en la supervivencia del cine.

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