'Cuando cae el otoño', manifiesto de François Ozon contra el espejismo de la eterna juventud
El cineasta hace una "elección política" en su nueva película al apostar por una historia protagonizada por dos actrices mayores “en una época en la que la juventud lo es todo”. Premio al mejor guion en San Sebastián, donde Pierre Lottin también ganó el reconocimiento al mejor actor secundario.
Madrid-Actualizado a
En 2000, cuando François Ozon preparaba Bajo la arena, los productores le dijeron que Charlotte Rampling, que entonces tenía 54 años, era "demasiado vieja". ¿A quién va a interesar ver a esa vieja de 50 años?". Sacó la película adelante y la actriz fue nominada a los Premios Europeos del Cine. Ahora, dos decenios más tarde, el cineasta todavía se mueve en 'zona de riesgo' y estrena Cuando cae el otoño, protagonizada por dos actrices de 81 y 74 años, Hélène Vincent y Josiane Balasko.
Drama con elementos de thriller, la película explora una vez más temas recurrentes en la filmografía del cineasta, como la culpa y el perdón, la dependencia de todos con nuestro pasado, la dificultad de envejecer en esta sociedad rendida al espejismo de la eterna juventud, la familia… Todo ello envuelto en una intriga dirigida por las decisiones de estas dos actrices.
"Es una elección política hacer esta película que muestra a dos mujeres mayores en una época en que la juventud realmente lo es todo. Y mostrar a esas dos mujeres sin operar, sin cirugía, con sus arrugas, con su edad, dispuestas a mostrarse tal como son es lo que quería hacer. Me asusta ver cómo esto desaparece en las pantallas. Y yo tenía ganas de trabajar con actrices de 70 y 80 años que aparentan su edad y la asumen sin trucos", dice el cineasta, que se alzó con el premio al mejor guion en el Festival de San Sebastián, donde también ganó el reconocimiento a Pierre Lottin como mejor actor secundario.
Setas venenosas
La novela Le roman d’un tricheur, de Sacha Guitry, y un episodio de la infancia de Ozon fueron el punto de partida de Cuando cae el otoño. En una cena familiar, cuando el cineasta era pequeño, una de sus tías organizó una cena familiar y sirvió setas que había recogido ella misma. Todos enfermaron, menos ella, que no había probado la comida. Ahora, en su ficción, Michelle, una mujer ya jubilada, pero llena de energía, espera la llegada de su hija y su nieto. Unas setas que cocina envenenan a la hija.
En realidad, la película es la historia de dos amigas de toda la vida y de la complicada relación que mantienen con sus hijos, que, tal vez, no han 'digerido' el pasado de prostitutas de sus madres. "El pasado de Michelle y de Marie-Claude es una china en el zapato de sus hijos", explica François Ozon, que investigó los vínculos familiares en casos como los de sus protagonistas. Muchas veces los hijos defienden a sus madres como víctimas, mientras que en otras ocasiones las rechazan.
“La culpabilidad y el asesinato"
Ludivine Sagnier y Pierre Lottin dan vida a los hijos de las protagonistas. La primera, Valérie en la ficción, que se ha alejado de su madre tres el episodio de las setas, muere poco después en extrañas circunstancias y ello activa una investigación policial. Y aquí, Ozon se replica a sí mismo y a su trabajo anterior. La comedia con la que envolvió Mi crimen se contesta ahora con este drama mucho más anclado en la vida real. "Insisto en la culpabilidad y el asesinato, pero esta vez lo hago en otro tono, más al estilo de Simenon".
Y ¿por qué tanto subrayar en sus películas la culpa? Es una pregunta a la que el director contesta refiriéndose a su propio pasado. "Es, sin duda, mi educación católica. Desde que era pequeño, lo que siempre me ha gustado es que un católico puede cometer todos los pecados que quiera porque luego se le perdonan".
Ese pasado es, aparentemente, el único que acecha en la vida actual al cineasta, quien reconoce que, como el personaje de Michelle, él no mira hacia atrás. "Me doy perfectamente cuenta de que todos y yo también, claro, estamos construidos a base del pasado, pero no soy prisionero de él en absoluto. Para vivir bien, debes curarte del pasado".
Tanto se aleja Ozon en el cine de sus anteriores trabajos como puede, por ello en Cuando cae el otoño ha buscado una narrativa visual completamente opuesta a la que empleó en su anterior Mi crimen. Aquí, el cineasta apuesta por la sencillez y la calma, a lo que contribuye especialmente el paisaje del pueblecito de Borgoña en el que viven sus dos actrices protagonistas.
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