madrid
En un ambiente sociopolítico marcado por el auge de la ultraderecha, la pasividad de los gobiernos frente a las injusticias o la emergencia climática, parece complicado mantener la esperanza. Sin embargo, la directora de cine francesa Céline Sciamma (Pontoise, 1978) sabe que el movimiento de resistencia existe y que, además, está más furioso que nunca.
Sciamma ha dirigido un cortometraje y cinco películas, entre las que se encuentran éxitos como Retrato de una mujer en llamas y Petite Maman. En todas ellas cuenta historias atravesadas por una mirada queer y el deseo de no colaborar con la hegemónica industria del cine. La directora se ha reunido con Público aprovechando su visita a Madrid, donde ha recibido el premio de honor del festival LesGaiCineMad.
Se ha proyectado toda su filmografía en el festival LesGaiCineMad. ¿Le gusta volver a ver sus películas?
La verdad es que no las veo, pero a veces, por alguna razón, pasa. No se me da muy bien hablar del pasado, pero si lo hago es desde una perspectiva contemporánea, así que en ocasiones es necesario volver a ver una película tuya para hacer conexiones con lo que ha sido.
Vi Tomboy hace dos meses por primera vez en mucho tiempo. Fue con mi sobrino, que tiene ocho años y quería compartir el momento con él. También vi Retrato de una mujer en llamas hace tres semanas porque estaba en un sitio lleno de estudiantes y con un cine maravilloso, así que dije: "¡Qué buena oportunidad para esto!". Planeaba ver solo los diez primeros minutos, pero terminé viendo la película completa.
Realmente esto [rever sus propios filmes] es un proceso de mirarte a ti misma, pero también de ser más distante. No lo hago muy a menudo: a veces veo el inicio y el final de cada película y ya está [risas].
En alguna ocasión ha admitido que sus primeras películas ('Tomboy', 'Water Lillies' y 'Girlhood') muestran a personajes en momentos bastante violentos y vulnerables. ¿Se arrepiente de la forma en la que decidió representar estas violencias?
No necesito ver una película de nuevo para entender que las representaciones que hice fueron violentas. Para darme cuenta de ello me basé en el feedback de la gente y en cómo me sentía mientras grababa las películas. Y no es un tema de "arrepentimiento", sino de aprender a hacer las cosas de una manera diferente, que es muy distinto. Estoy muy concienciada sobre ello y me ha llevado bastante tiempo, especialmente formando parte de una industria que está muy estructurada y jerarquizada. Es muy fetichista: se construye mediante el lenguaje violento o el conflicto y busca la adrenalina y las sensaciones muy fuertes.
Mis tres primeras películas dialogan con este lenguaje patriarcal de la industria del cine, pero cuando las hice yo ya sabía que estaba "ejerciendo violencias". Era consciente. Me dolía ver las violencias en mis películas y, mientras las rodaba, me sentía como una mierda, incluso físicamente.
Desaprender los valores e ideas impuestos siempre es un proceso complicado.
Lleva tiempo llegar a analizar todo esto, porque sentirte mal te hace creer que lo que estás haciendo es un "trabajo", algo importante, vibrante, como si no tuvieras por qué sentirte de esa forma desagradable. Además, amenaza con hacer que te sientas en conflicto contra tus ideas políticas y tus intereses, así que es un proceso largo que a veces requiere de mirar tus propias películas, sí, pero también es cierto que no solo depende de ellas, sino que es algo que está en todas partes.
En relación con esto, en ocasiones ocurre que hay personas dirigiendo filmes sobre el colectivo LGTBIQ+ y abanderándose de su activismo, aunque no forman parte de la comunidad. También pasa con otros colectivos. ¿Qué piensa sobre ello?
Depende de si las voces queer existen en esas películas. Depende de si estos directores hablan en el nombre de alguien más o de si, al contrario, alguien está poniendo su propia voz y colaborando. Si este último no es el caso, entonces sí, hay un problema. Hay un problema cuando las historias son contadas por lo mainstream, incluso si es desde un buen lugar. No estoy diciendo que no puedan hacerlo, sino que depende del contexto.
Todo esto lo relaciono con casos como el de la película 'La vida de Adèle', cuando las actrices protagonistas (Adèle Exarchopoulos y Léa Seydoux) acusaron al director (Abdellatif Kechiche) de haber convertido el rodaje en "una experiencia traumática".
Algo pasó con esa película. La comunidad queer empezó a hablar. ¿Sabes? El problema es el monopolio que hay, pero no todas las películas están pensadas para ser estructuradas de la misma manera, así que la mirada masculina debería ser un género cinematográfico que nos haga ser conscientes de su existencia, pero no pretender que este sea el lenguaje principal del cine, ni aquel por el que todo el mundo tiene que regirse.
Al final, el problema general es el monopolio que existe de la mirada masculina sobre la industria del cine, que está controlada por los hombres. Es triste que contar una historia dentro de este monopolio pueda ser muy dañino, porque también se generan relaciones depredadoras en cuestión de oportunidades laborales. No está bien sentir que tienes que formar parte de este monopolio por obligación.
Cuando una mujer hace una película, parece que ese proyecto pasa automáticamente a ser "cine de mujeres". En plataformas como Netflix, los filmes LGTBIQ+ forman una categoría diferenciada. ¿Qué le parecen estas distinciones? ¿Son útiles o nos invalidan?
Depende. Yo no tengo una opinión supermarcada sobre esto, porque significa hablar sobre los algoritmos y su importancia. Por ejemplo, si yo me fijo en la música que escucho, es cierto que existe un algoritmo y a mí me gusta que sea así porque me ayuda a descubrir piezas de los años 70, por ejemplo, que no conocía y que ahora me gustan.
Lo que ocurre con el cine es que se generan algoritmos en las plataformas que existen ahora y que te permiten acceder a catálogos enormes en los que ver películas sobre voces femeninas del pasado. Así, puedes llegar a entender que esa parte de la historia del cine existe y que esas películas se han hecho, y pueden hacerse, fuera del sistema.
Para mí eso es lo importante, eso es por lo que yo abogo: ser activista del lenguaje de las películas no significa fijarse solo en las voces queer o feministas del ahora, porque han estado ahí todo el tiempo. Algunos de los algoritmos pueden ayudarnos y sostenernos.
A pesar de que parece que mantienen a ciertos colectivos en los márgenes, quizá crear resistencia desde estos límites no es tan negativo como puede parecer.
He sido una niña y adolescente queer pre-Internet, así que he vivido dentro del algoritmo de lo mainstream y patriarcal. No podía encontrar ningún libro con el que conectase porque, además, en Francia no hay esta "sección de ficción lésbica" en ninguna librería, ¿sabes? Así que encontrar las cosas fue difícil y el hecho de que ahora podamos hallar nuestro propio camino y nuestra propia búsqueda e investigación... me parece fantástico, porque nos permite construir nuestra propia historia teniendo otra como base.
El cine de ficción francés fue inventado por una mujer joven [Alice Guy, que estrenó su película El hada de los repollos en 1896], así que podemos hacer regresar nuestra historia, recuperar nuestras investigaciones y crear nuestro propio algoritmo, lo cual es francamente liberador para mí, que he estado dentro y fuera de ese sistema durante bastante tiempo.
¿Cómo fueron su infancia y adolescencia como una niña 'queer'?
Hay problemas respecto a ese tema, porque a veces estás sola y tienes que crearlo todo: tienes que inventar tu propia vida.
¿No tuvo referentes?
Soy parte de una generación que inventó algo propio y único para ella, porque no sabíamos que existía algo así, ni siquiera que había una palabra para referirse a ello. Escuché la palabra "lesbiana" por primera vez cuando ya no era una niña.
Este tipo de vivencias generan unas dinámicas súper fuertes y consolidadas, claro, pero solo si no terminas quitándote la vida. Ahora, aunque puedes sentirte así porque no recibes apoyo o comprensión, sabes que hay algo que existe y que es real. Sabes que tienes amistades o conocidas que están en tu lugar, sabes que el amor es posible: no tienes que inventarlo, no tienes que crear historias de amor imaginarias para sobrevivir.
Así que no empecé a sentirme yo misma a través de la cultura de los referentes o de la cultura en general. De hecho, el sentimiento era de que formábamos la contracultura del momento y yo pensaba: "No sé si hay algo de lo que realmente siento que formo parte". Esa es la razón por la que pienso que todo es un poco más cómodo ahora, aunque venimos de tener grandes luchas internas y externas, de mucho activismo y reivindicación a las espaldas... Creo que ahora puedes sentir de manera más sencilla que perteneces a algo y que no tienes que inventarlo, o que no tienes que descubrirlo todo por ti misma solo porque no se hablaba de ello.
Actualmente, no tienes que descubrir algo en soledad cuando investigas lo que está pasando a tu alrededor, lo cual es un proceso enormemente cansado y yo no valoro el dolor que esto te causa. No aprendes gracias al dolor, porque esos aprendizajes también son dañinos. Supongo que simplemente estoy orgullosa y contenta de poder vivir esta revolución y poder cambiar y reconstruirme a partir de ella.
Y me imagino que mientras tenía lugar todo este proceso de descubrimiento, de invención de una vida y un lenguaje propios... usted seguía viviendo en Pontoise que, además, es una ciudad no muy grande, pero cercana a París.
Sí, en Pontois. Es una ciudad nueva que nació al mismo tiempo que yo, así que no había nada viejo, no tenía una vida pasada y era solo el cemento y las personas que llegamos. Yo diría que fue una experiencia muy fuerte, con mucho espíritu. Crecí en una utopía que no funcionaba del todo, pero en la que se notaba que había ideas fluyendo. En mi ciudad, si eras niño, podías ir por la calle para llegar a los sitios, lo cual me dio una libertad increíble cuando era pequeña. Así que sí, crecí en una situación muy específica.
El activismo es una parte muy importante de su vida. ¿Cómo fueron sus inicios en él? Porque no se dieron ahí, en Pontois.
Me inicié en el activismo cuando llegué a la universidad. Escogí la universidad a la que fui porque era en la que se había creado la primera asociación LGTBIQ+ para los estudiantes en Francia, así que fue una decisión consciente. Además, convertirme en activista ha sido lo mejor que he hecho en la vida.
Y lo traslada a diferentes ámbitos de su vida. Lo personal es político, ¿no?
Esto es un consejo que le doy a los jóvenes cineastas: sé un activista en tu vida y así no sentirás la presión. O sea, ya sé que continuarás trabajando con y para la gente, pero de una manera muy fluida: no tendrás que poner ideas políticas forzadas en tus películas para que quede clara tu intención, ni nada por el estilo. ¡Sé activista en tu vida diaria y, a partir de ahí, serás activista para todo lo que hagas! En el transfeminismo siempre se ha dicho que lo personal es político.
Supongo que está al tanto de la crítica situación política a nivel mundial: el auge de la ultraderecha; Javier Milei presidente electo de Argentina; o Isabel Díaz Ayuso, la presidenta de la Comunidad de Madrid, cambiando leyes por la vía urgente que ponen en riesgo la vida de las personas LGTBIQ+. ¿Cómo se siente respecto a todo lo que está ocurriendo?
Estoy aterrorizada por el auge de la ultraderecha y todo lo que está pasando a nivel político. Tengo este miedo desde hace años, no solo ahora. He estado aterrorizada durante mucho tiempo en Francia, donde el año pasado hubo un increíble movimiento social y yo quise grabarlo y documentarlo, aunque pasé mucho más tiempo en las calles, protestando. Fui a todas las manifestaciones, que fueron como 25, y pienso mucho en ello, en lo aterrada que estoy por toda esta situación.
¿Es optimista cuando piensa en el futuro?
No soy optimista sobre el futuro cercano, no. Pero a largo plazo sí, porque quiero que llegue la revolución [risas]. La pandemia, con la que estoy obsesionada a nivel político, y el hecho de que incluso ayer en la habitación en la que hicimos el visionado de Tomboy [dentro de la programación del festival LesGaiCineMad] nadie llevaba mascarilla. Siento que esto es una mala señal; era una sala llena de gente queer y no nos estábamos protegiendo, así que me preocupa que nos estemos descuidando entre nosotros.
Así que no, no soy optimista cuando pienso en el próximo mes o año, pero eso no significa que crea o me base en la desesperanza, sino que observo todo de una manera distinta, y es también por esto que estoy cambiando la manera en la que hago mis películas. No quiero participar en el sistema, pero tampoco deseo crear mi propia isla apartada del resto, porque la realidad es que puedo hacer mis filmes como quiero y generando espacios seguros, pero sigo queriendo luchar contra el sistema, porque sé que es necesario.
Es una realidad que el movimiento activista y asambleario tiene rabia y fuerza como para continuar protestando, pero ¿cree que hay una sensación de desgaste general que afecta al movimiento? ¿Deben cambiar las estrategias de lucha para conseguir un mayor impacto a nivel estatal?
En Francia hay un montón de violencia. Hay un millón de personas protestando en la calle cada semana y la violencia policial es un problema de cada día. Así que estamos cansados porque estamos siendo golpeados, machacados, tenemos miedo de lo que nos pueda pasar y sentimos que no estamos siendo escuchados. Es que ¿cómo puede un movimiento de protesta de seis meses de duración contra la reforma de las pensiones no terminar de funcionar? ¿Cómo es eso posible?
La resistencia de la lucha social es más fuerte que nunca, así que por supuesto que es muy chocante y que tenemos que ajustarnos a las nuevas necesidades, pero la violencia policial en Francia, por ejemplo, ha estado siendo extrema, increíble... Y siguen utilizando armas, más y más.
Parece que las estrategias de lucha están caducando y que la desesperación está llegando a causa de la impotencia que nos da haber estado tanto tiempo luchando para ver que los resultados no terminan de llegar y que el pueblo no es escuchado. Pero, aun así, el movimiento de lucha es muy fuerte.
Sus películas 'Water Lilies' y 'Retrato de una mujer en llamas' tienen una trama explícitamente lésbica. ¿Cómo está presente la 'lesbian gaze' en el resto de sus producciones?
Bueno, Tomboy es también una película queer... Quiero decir, ¡está en todas partes! Para mí la importancia no recae sobre el lugar en el que pones la cámara; no es como que si pones la cámara aquí, va a ser más respetuoso que si la pones en otro sitio, es más que eso: se trata de escoger dónde buscas la financiación, dónde vas a proyectar tus películas, qué entrevistas vas a hacer, qué precio aceptas cobrar, qué sueldo deniegas... Es un proceso de toda una vida.
De película en película, este activismo, esta mirada hacia nuestros derechos, va creciendo y haciéndose más evidente porque conseguimos ir aprendiendo y adaptándonos a los tiempos. Para mí es un proceso siempre atravesado por una mirada política.
Hay gente que escoge a su equipo de trabajo y pretende que esté lleno de personas de la comunidad LGTBIQ+, por ejemplo, para intentar crear un espacio no mixto. ¿También hace algo así?
No sé si siempre intento trabajar con gente queer. Muchas personas de mi equipo lo son, pero no todos. Hay quien ve esto como si fuese una ciencia y lo utiliza como un pase de inclusión, como un pasaporte. Yo creo que puedes estar rodeado de un grupo de trabajo de la comunidad LGTBIQ+, o de mujeres, y seguir cometiendo errores [risas]. No creo que sea una ciencia, sino simplemente una manera de retar las estructuras de poder desde fuera de las películas.
¿Ha sido complicado desaprender y construir un cine alejado de la industria y su jerarquización?
Algo que me define es que siempre he sido muy consciente del abuso de poder en la industria y he decidido no callármelo. Esta manera de hacer las cosas ha tenido más impacto en mi carrera que en mi propio cine.
Denunciar las causas sociales tiene mucha más importancia ahora mismo para mí, así como la manera en la que puedo estar en ciertos espacios, o no: de qué habitación me voy, en cuál me quedo... Estas son las preguntas verdaderamente importantes y, por supuesto, los temas de las películas que hago. Pero bueno, esto es un trabajo de toda una vida.
Adentrándonos más en el tema de sus películas quería preguntarle por 'Petite Maman', la última que ha estrenado y que cuenta la historia de una madre y su hija. Si usted y su madre hubieran tenido la misma edad, ¿se habrían hecho amigas?
¡Pues creo que hice la película específicamente para responder a eso! [Risas]. Es sobre mi propia vida porque, ya que no pude vivir esa realidad, traté la idea como algo mitológico, porque sentía que la historia podía ser contada de muchas maneras diferentes.
Cuando tuve la idea para Petite Maman pensé: "¿Mi madre y yo habríamos sido hermanas?". Y escogí a dos actrices que lo son y seguí todo el proceso, como si fuese una realidad dentro de muchas posibilidades; para responderme a mí misma si con mi madre habría pasado lo mismo que en la película.
El amor es uno de los ejes fundamentales de sus filmes. ¿Cómo ha ido cambiando la representación que hace de él a medida que ha ido evolucionando su idea personal sobre el mismo?
Es muy curioso, porque para mí las películas también son un proceso de transformación de mí misma. A veces, vives algo y quieres hacer una película sobre ello, pero también quieres hacer otra sobre las cosas que no te han pasado y te gustaría experimentar. Así que no son historias muy personales... Bueno, quiero decir, ¡obviamente lo son! Creo que esto va sobre celebrar algunas ideas y, después, convertirte en ellas, conseguir que se hagan realidad. Empiezas a vivir en esas producciones, en esas ideas que tuviste y, de alguna forma, se transforman en realidad. Crear estos mundos en los que quieres vivir tiene un impacto en tu vida.
Todos estos mundos de los que habla en sus películas tienen siempre algún toque melancólico. ¿Por qué?
¿Por qué no? [Risas].
Como es algo que se repite, me hace pensar en que tal vez tienen esta atmósfera melancólica porque reflejan, de algún modo, las dificultades sociales a las que se enfrentan los colectivos más marginados por la hegemonía social.
Para mí es una manera de recrear las experiencias. Por ejemplo, no creo que Retrato de una mujer en llamas sea melancólica, en absoluto. Quiero decir, sí que hay ese sentimiento en el final porque, evidentemente, hay una historia que se acaba y este sentimiento también existe en Petite Maman. Quería retratar la melancolía porque creo que ese sentimiento forma parte de nuestras vidas, aunque también existe la felicidad, de forma opuesta. No hay secretos en mis películas: todo está dado.
También creo que todas las experiencias de amor son melancólicas, porque este sentimiento versa sobre el tiempo, el espacio y la memoria cuando el cine es el arte de lo mismo: del tiempo y del espacio. Editamos sabiendo que estamos capturando, recortando, adaptando, escogiendo las emociones... y con el cine ha sido la primera vez que hemos conseguido capturar la emoción. Yo creo que representar la melancolía juega con la exploración del cine y nuestro movimiento en el tiempo y el espacio.
Ha mencionado 'Retrato de una mujer en llamas' hablando sobre melancolía. ¿No le parece que el final es triste? ¿Por qué escogió hacerlo así? ¿Por qué no dejar que terminen juntas en tiempo y espacio?
Para mí, el personaje protagonista es la persona que está viendo la película, así que yo confecciono una viaje emocional para ella. El resto de personajes, los de la ficción, no existen, o sea que el tema de "podrían haber hecho esto o lo otro" no es una cuestión real.
¿Qué es un final feliz? Porque un final feliz también puede hacer que te sientas muy triste y, entonces, vuelves a casa y tienes un sentimiento de vacío y tristeza. Un final feliz es celebrar ideas y, para mí, apartarse del sistema patriarcal y sus condiciones impuestas sobre el amor. Para mí, es parte de la cultura queer reflejar la emancipación, educar en el amor, en los corazones… Es creer que tu siguiente amor siempre será el más grande de tu vida, porque para ese entonces, tú serás una mejor amante.
Entonces, todo tiene relación con el proceso.
Esto son finales felices desde mi punto de vista y esta es la manera en la que quiero contribuir a la cultura del amor. Por supuesto que me gustan las comedias románticas y las películas en las que los personajes terminan siendo pareja pero para mí, en Retrato de una mujer en llamas, Heloïse y Marianne terminan juntas.
¿Está trabajando en algún proyecto ahora mismo?
Sí. He autoproducido un cortometraje que se llama This is how a child becomes a poet [Así es cómo un niño se convierte en poeta]. También he estado coescribiendo la nueva película de Noémie Merlant [actriz que interpreta a Marianne en Retrato de una mujer en llamas] como directora y justo estamos en la fase de edición. Estoy intentando ayudar a mis valientes colegas [risas].
¿Veremos estos dos proyectos en 2024?
Sí. Además, después de Petite Maman he decidido que quiero seguir con el trabajo de archivo y el documental. Hacer mi cortometraje ha sido muy interesante porque lo he editado yo misma. Me gustaría continuar haciéndolo.
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