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Blanca Portillo abandona la dirección del Festival de Mérida

El fugaz paso de la actriz por el festival se ha convertido en la crónica de una muerte anunciada

ROCÍO PONCE

Aún no había comenzado el Festival de Teatro Clásico de Mérida, cuando su recién estrenada directora, la actriz Blanca Portillo, ya anunciaba que su continuidad en el cargo no estaba asegurada y que al finalizar la edición tomaría una decisión. No le ha hecho falta llegar al 28 de agosto para conocerla. Ayer mismo, y con la polémica aún candente de la retirada de la fotografía que supuestamente atenta contra la sensibilidad cristiana de la exposición Camerinos de Sergio Parra, tanto ella como Chusa Martín anunciaron su voluntad de no seguir al frente de la dirección del festival emeritense.

Por ahora la programación del mismo continúa sin cambios y Portillo se encuentra ensayando para el papel que interpreta en Antígona, dirigida por Mauricio García Lozano. Será al término de la edición, que cerrará precisamente la obra en la que actúa Portillo, cuando, tanto Martín como ella, abandonen sus puestos.

Desde el nombramiento de Blanca Portillo como directora el pasado noviembre por el ejecutivo presidido por el socialista Fernández Vara, la actriz se ha quejado de la falta de financiación y tiempo para realizar su labor. Por lo que el fugaz paso de la actriz por el festival se ha convertido en la crónica de una muerte anunciada. Y más aún cuando cambió el color del Gobierno extremeño y del Ayuntamiento de la ciudad en las pasadas elecciones. Con el presidente popular José Antonio Monago la directora ha admitido sentirse incómoda y poco respaldada.

Hace varios años que el Festival de Teatro Clásico de Mérida sufre una fuerte crisis. Con pérdidas de hasta 98.000 euros en la pasada edición y de casi 500.000 euros en la de 2009. El anterior director, Francisco Suárez, fue cesado tras estas ediciones marcadas por las cancelaciones de obras a última hora, las cuentas bloqueadas, los pagos tardíos a las compañías y una gestión artística y financiera muy criticada.

De las habituales seis o siete obras que solían estrenarse en el festival, este año Portillo ha tenido que apretarse el cinturón y convertirlas en cuatro. Ha compensando con piezas alternativas, como un ciclo de monólogos sobre clásicos, mucho más económico y que ha resultado un atractivo parche.

La directora, que defiende la independencia de los festivales frente a los poderes políticos, ha acabado por abandonar su puesto precisamente por supuestas discrepancias con el Gobierno. Se va dándole tiempo de sobra al próximo director para que pueda defender una programación a la altura del festival.

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