MADRID
Las observaciones realizadas por ciudadanos de todo el mundo en los últimos 12 años han confirmado un secreto a voces: cada vez es más difícil ver las estrellas porque cada vez hay más luz artificial por las noches. Según datos de un macroestudio publicado este jueves por la revista Science, la contaminación lumínica ha aumentado de media un 9,6% anual entre 2011 y 2022. Esta cifra duplica los registros que se tenían cuando comenzó el estudio.
La investigación demuestra que un niño nacido en una zona donde hace 18 años se veían 250 estrellas probablemente ahora, en plena adolescencia, vería menos de 100 destellos en el mismo lugar. Desde hace años, en muchos puntos de la Tierra el cielo nocturno no llega a oscurecerse del todo porque un crepúsculo artificial causado por la dispersión de luz antropogénica en la atmósfera lo impide.
Este tipo de contaminación lumínica, denominada skyglow, no solo nos impide ver las estrellas, sino que también tiene un preocupante impacto ambiental. Sin embargo, resulta difícil calcular con exactitud cómo y cuánto ha crecido la luz artificial, porque los satélites no detectan las emisiones azules de las luces LED que en los últimos años se han implantado en los sistemas de iluminación, especialmente en el alumbrado público.
Los satélites son sensibles a la luz que se dirige hacia el cielo pero tampoco captan las luces que se emiten horizontalmente, como los anuncios y la iluminación en las fachadas, que son las que más contribuyen al skyglow. Para saber hasta qué punto la contaminación lumínica impide ver las estrellas, Christopher Kyba, del Centro Alemán de Investigación en Geociencias (GFZ) y la Ruhr-Universität Bochum, ha analizado 51.351 observaciones hechas por los ciudadanos entre 2011 y 2022 junto a otros científicos del centro de investigación para la astronomía óptica de Estados Unidos.
En un buen ejemplo de ciencia ciudadana, Kyba y su equipo invitaron a voluntarios de todo el mundo a participar en el proyecto Globe at Night. El objetivo era comparar mapas estelares del cielo nocturno con lo que la contaminación lumínica les permitía ver en realidad. "Unidas, las contribuciones de todas estas personas funcionaron como una red global de sensores", subraya el experto.
La iniciativa recibió datos de casi 20.000 localidades de todo el mundo, 3.699 de ellas en Europa. Según los resultados, el brillo del cielo nocturno provocado por la luz artificial ha crecido entre un 7% y un 10% cada año (es decir, ha aumentado el doble en aproximadamente una década). Sin embargo, las mediciones hechas por los satélites solo contabilizan un incremento del 2% anual.
Los autores coinciden en que el "resplandor celeste" tiene graves efectos no solo para la observación de estrellas sino también para el medio ambiente, dado que muchos procesos fisiológicos de los seres vivos están determinados por ciclos diarios y estacionales y, por tanto, influidos por la luz.
"El skyglow afecta tanto a los animales diurnos como a los nocturnos y, además, destruye una parte importante de nuestro patrimonio cultural", advierte Constance Walker, coautora del estudio y jefa del proyecto Globe at Night del NOIRlab. Asimismo, tiene "efectos negativos para la observación de las estrellas y la astronomía", subraya la investigadora.
Fabio Falchi, del Instituto de Ciencia y Tecnología de la Contaminación Lumínica (ISTIL) y Salvador Bará, profesor de Óptica en la Universidad de Santiago de Compostela, opinan que "el mensaje más importante que la comunidad científica debería extraer es que la contaminación lumínica está aumentando, a pesar de las medidas que supuestamente se han puesto en marcha para limitarla". "Tiene que crecer la concienciación para que la luz artificial nocturna no se perciba como algo positivo, sino como un elemento contaminante", concluyen ambos expertos.
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