Las cerca de 50.000 personas que asistieron hoy al concierto de Madonna en el Estadio Olímpico de Sevilla han enloquecido con la parte gitana de la actuación, varios temas que el público ha jaleado con palmas al son de los músicos rumanos que integran el elenco de su gira mundial "Sticky & Sweet".
Con la reina del pop acompañada de numerosos romaníes al baile y una escenografía con pantallas de vídeo tridimensionales en las que se rendía un homenaje a la vida de los gitanos, la cantante estadounidense ha agradecido la entrega de su público y no ha dudado en marcarse algún baile flamenco y en decir "te amo" en español.
Mientras sus miles de seguidores palmeaban las interpretaciones de "Spanish Lesson" o "La Isla Bonita", Madonna se contoneó con movimientos flamencos y animó a sus músicos con algún "ándele" mexicano.
Las imágenes de gitanos en India andando con sus carros por el campo se sucedían en las enormes pantallas instaladas en el escenario mientras la diva actuaba en la sección que ella misma denomina "Gipsy", la tercera de las cuatro en las que se divide el concierto de dos horas.
A pesar de que la mayoría de las entradas para el concierto en Sevilla se han vendido fuera de la ciudad, los foráneos también conectaron con la vena "gitana" de la artista, que en España ofrecerá otro concierto, el 18 de septiembre en Valencia, en el circuito Ricardo Tormo, de Cheste.
La artista estadounidense, de 50 años, aunque no los aparenta, ha mantenido vínculos con España y no ha ocultado nunca su admiración hacia españoles, como el actor Antonio Banderas o el torero sevillano Emilio Muñoz, con el que realizó en la década de los 90 el "videoclip" "Take a Bow".
En Sevilla, que estos días celebra la Bienal de Flamenco, la cantante bailó sobre un descapotable blanco, saltó a la comba y sorprendió al público, de todas las edades, con los juegos de luz y sonido que le acompañan, hasta el punto de que cada canción parece un "videoclip".
La sueca Robyn y el pinchadiscos español Wally López actuaron como teloneros de Madonna, que con 25 años en los escenarios y tres hijos, desplegó su poderío físico cultivado en el gimnasio y no paró de bailar y de exhibirse en las dos horas que duró el espectáculo.
Cantó 22 canciones, las más conocidas y las de su último trabajo, "Hard Candy", siempre acompañada de imágenes suyas de ayer y hoy y con referencias a sus inclinaciones políticas, como al candidato demócrata Barak Obama, a Teresa de Calcuta o Mandela.
Icono "gay", lo que quedó patente entre sus espectadores en Sevilla, la artista de Michigan estuvo acompañada por 16 bailarines y doce músicos, y se cambió ocho veces de vestuario, algunos de conocidos modistas, como Givenchy, en los que predominaron las altas botas negras, las medias de rejilla y los grandes sombreros.
La actuación, que ha incluido la interpretación de temas como "Vogue", "Like a Prayer", "Hung Up" o "Give it 2 me", estuvo repartida en cuatro partes diferenciadas, la citada "gipsy", otra denominada "Pimp", un homenaje al Art Deco de los 20; "Old School", un recuerdo a sus primeros años en Nueva York, y "Rave", una incursión en el mundo futurista con influencias del lejano Oriente.
Las pantallas superpuestas en forma de cubo, otras circulares en cuyo interior interpretó algún tema y otros juegos digitales dotaron la actuación de una espectacularidad desconocida en los escasos conciertos que se celebran en Sevilla.
El alcalde de la ciudad, Alfredo Sánchez Monteseirín, no pudo ocultar su emoción al final de la actuación, y resaltó que "Sevilla ha triunfado" con Madonna, algo en lo que no confiaba todo el mundo, a la vez que destacó la ausencia de incidentes graves y lo "variopinto" del público, según dijo a Efe.
La actuación en Sevilla, que ha generado en la ciudad unos ingresos de unos ocho millones de euros, según los hosteleros, se incluye en la gira mundial de Madonna, que comenzó el 23 de agosto en Cardiff (Gales) y acabará en diciembre en Brasil.
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