La página web del MI5 comunica a los futuros aspirantes a entrar en el servicio de contraespionaje que existen 'niveles excepcionales de confianza y respeto' entre los miembros de la agencia. Hasta se dirigen a sus compañeros por el nombre de pila. Un diputado conservador acaba de hacer ver que algo de los viejos recelos del mundo de los espías no estaría de más.
Patrick Mercer dice haber recibido información que confirma que seis simpatizantes de Al Qaeda intentaron infiltrarse en el MI5. Dos de ellos habían estado en los campos de entrenamiento de la organización de Bin Laden en Afganistán. Fueron estos mismos los que llegaron a participar durante varias semanas en los cursillos de adiestramiento que el MI5 reserva a los aspirantes a agentes secretos. Los otros cuatro no pasaron de las fases preliminares.
Todos fueron expulsados cuando despertaron las sospechas de la agencia. Mercer, que preside una subcomisión parlamentaria sobre terrorismo, se pregunta ahora si hay más aspirantes a topos en los servicios de inteligencia: 'Tenemos que preguntarnos si los hemos descubierto a todos', dijo ayer al Daily Telegraph.
En el mundo del espionaje, infiltrarse en la organización del enemigo es uno de los primeros mandamientos. Está por ver que Al Qaeda haya estado alguna vez cerca de conseguirlo. No se sabe si los seis sospechosos descritos por Mercer actuaron por órdenes del grupo o por iniciativa propia.
Lo cierto es que, por mucho que le cueste creer a Mercer, el MI5 y MI6 están obligados a correr riesgos. Tras quedar claro en el atentado del 7-J de Londres que el espionaje británico carecía de medios y experiencia para hacer frente al terrorismo yihadista, los servicios de inteligencia iniciaron un proceso de expansión.
Necesitaban contratar más agentes y que estos pudieran pasar desapercibidos en los lugares conflictivos de Oriente Próximo y Asia Central. El conocimiento del árabe y el urdu estaban especialmente bien valorados. Un joven pelirrojo de Manchester de piel enrojecida por el sol tendría una utilidad relativa en Kabul, y quizá una esperanza de vida aún menor.
En 2001, el MI5 contaba con 1.800 agentes. El Gobierno aumentó su presupuesto para que la cifra alcance los 4.000 en 2011.
Fuentes de los servicios de inteligencia negaron al Telegraph que hayan aceptado a sospechosos de pertenecer a Al Qaeda en los cursillos de los nuevos agentes. Informaron que el proceso de filtrado de los aspirantes es muy riguroso y busca precisamente eliminar a aquellos que puedean suponer un riesgo para la seguridad de la agencia. Tanto ellos como sus familiares son investigados, también si éstos residen en el extranjero.
Si bien el Gobierno no ha bajado la guardia, al menos ya no puede seguir manteniendo la ficción de que un atentado de Al Qaeda es inminente. Hace diez días, el Ministerio de Interior decidió reducir el riesgo de atentado terrorista en la escala de amenazas. Pasó de 'altamente probable' a 'riesgo sustancial', el punto más bajo en los últimos tres años.
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