Entrevista a Kidlat Tahimik"Magallanes no murió en una pelea entre machos, sino en una batalla cultural"
Madrid--Actualizado a
El artista y cineasta Kidlat Tahimik (Baguio, Filipinas, 1942) reflexiona sobre el impacto del colonialismo en el quinto centenario de la llegada de Magallanes a su país. En sus instalaciones de madera plasma la resistencia indígena y la imposición cultural de las potencias imperiales, léase España y Estados Unidos, al tiempo que plantea con ironía una historia alternativa a la escrita por los vencedores. La exposición Magallanes, Marilyn, Mickey y fray Dámaso. 500 años de conquistadores RockStars, organizada por el Museo Reina Sofía, tiene como escenario el Palacio de Cristal del Parque del Retiro, que en 1887 albergó un zoo humano con nativos traídos de Filipinas.
Tras estudiar un MBA, dejó su trabajo como economista en París y decidió ser artista. Menudo cambio.
Dentro de mi corazón hay un pequeño duende que siempre quiso ser libre. Decidí estudiar Economía y un MBA en Estados Unidos porque pensé que quizás algún día sería presidente de Filipinas [risas]. Pero mi duende artístico terminó aflorando y en 1971 rompí mi diploma, me dejé crecer el pelo y no volví a echar la vista atrás.
En su obra critica una sociedad alienada por el sistema capitalista. Para llegar hasta aquí, ¿fue necesario conocerlo desde dentro?
Las palabras capitalismo o imperialismo están muy cargadas de significado, pero podrían distraer de lo que realmente quiero transmitir con mi arte. Me preocupan los desequilibrios que genera lo que llamamos capitalismo, pero estoy más interesado en sus efectos en la cultura. Esos desajustes han tenido un fuerte impacto en una cultura totalmente colonizada como la nuestra, que estuvo durante siglos bajo dominio extranjero, primero de España y luego de Estados Unidos. Como dijo una escritora de mi país: "Los filipinos vivimos tres siglos en un convento y cincuenta años en Hollywood". Esa influencia extranjera no tiene por qué ser mala. Es más, combinar culturas puede ser positivo, pero si no hay un equilibrio con la tuya propia, eso ya me preocupa.
¿Mejor en el convento o en Hollywood?
El principal efecto es que nuestro pueblo se avergüenza de su propia cultura y prefiere ser neoyorquino o madrileño. Eso no es bueno, porque deberíamos ser quiénes somos realmente, aunque seamos producto de la mezcla de todas esas culturas.
Este Palacio de Cristal fue construido para albergar la Exposición General de Filipinas en 1887, donde se mostraron las riquezas de la isla y fueron exhibidos indígenas traídos de su país. ¿Es el escenario idóneo para mostrar los efectos del colonialismo? ¿Qué siente aquí dentro?
Cuando el director del Reina Sofía, Manuel Borja-Villel, me invitó a presentar mi proyecto, sentí que era una maravillosa coincidencia que fuese en 2021, porque este año se cumple el quinto centenario de la llegada a nuestras islas de Magallanes, junto a su esclavo Enrique de Malaca. Era el momento idóneo, pero cuando me propusieron mostrar mi trabajo en el Palacio de Cristal, que había sido construido con motivo de la Exposición General de Filipinas, me pareció el escenario ideal. Aquí exhibieron a mis colegas igorrotes, o sea, a nuestros indígenas. Parecía que se habían alineado los astros para brindarme este marco bellísimo. Podríamos decir que, 150 años después, esta es la segunda exposición internacional sobre mi país que tiene lugar aquí.
¿Qué persigue con su obra?
La situación del mundo actual, con el coronavirus y el cambio climático provocado por la explotación abusiva del planeta, nos obliga a hacernos muchas preguntas y a someternos a una introspección muy profunda. Sin embargo, parece que esa cultura de las preguntas hoy no tiene mucha importancia. Siempre hemos mirado hacia los líderes políticos, hacia los grandes economistas y hacia quienes toman las grandes decisiones, pero nos olvidamos de que la cultura no está arraigada y es ignorada. Parece que el ser humano solo quiere conquistar el espacio e ignora, por ejemplo, el verdor del parque del Retiro. Pero si olvidamos eso, ¿adónde irá a parar el planeta? No lo sabemos…
Quizás esta exhibición provoque que la gente se haga preguntas. En 1887, los igorrotes fueron exhibidos en este Palacio de Cristal, como si fuera un zoo humano. Y entonces, José Rizal, un estudiante de medicina, mostraba con enfado en sus novelas lo que estaba sucediendo. Si el público español, al ver mi obra, se cuestiona eso, para mí la exposición ha sido un éxito.
A lo mejor, también surgen otras preguntas. Por ejemplo, Magallanes ha pasado a la historia como el gran descubridor de Filipinas, como reflejan los libros. Sin embargo, podría hacerse otra lectura de su figura: él murió cuando llegó a la isla de Mactán, porque le mató Lapulapu. Más que una pelea entre machos, ¿fue una batalla cultural? Es decir, una lucha para proteger nuestro estilo de vida.
Por otra parte, quizás el éxito de Magallanes se deba a un filipino, Enrique de Malaca, el esclavo que lo acompañó en su viaje y le enseñó cómo atravesar el Pacífico. En cambio, nos hemos quedado solo con el personaje del gran conquistador, mientras que Enrique ha sido ignorado y no figura en el relato hegemónico. Creo que deberíamos reflexionar sobre el pasado y hacernos tantas preguntas…
¿Cuánto mal le ha hecho el colonialismo a su país? ¿Cómo lo ha marcado el catolicismo? Por ejemplo, hoy la sociedad filipina rechaza el aborto y el divorcio es ilegal, con lo que eso supone para las mujeres maltratadas que no pueden separarse.
Los preceptos de la religión han generado una sociedad conservadora. Más allá del aborto, el divorcio o el ideal de familia, cuando la gente pierde la conexión con sus creencias, con sus valores y con su relación con el cosmos y con la naturaleza, es como un coche sin frenos. Sin embargo, es importante tener frenos culturales y saber qué es negativo para el conjunto de la sociedad, porque si siempre copiamos la última moda de Estados Unidos o de Europa, olvidando ese sistema de frenado, esa pérdida de cultura será peligrosa para la gente.
Hace cine sin guion y con actores no profesionales. En sus tallas y esculturas, trabaja con artesanos y reutiliza maderas y materiales de desecho. ¿Busca la esencia? ¿Lo puro?
En el cine recurro a los vecinos o al chamán del pueblo, del mismo modo que en mis instalaciones trabajo con Artistas, con a mayúscula. Gente normal que transmite los problemas que quiero reflejar en mis películas. Es muy diferente un vendedor callejero que se interpreta a sí mismo que dirigir a Julia Roberts, porque la rabia o el amor que muestra ante la cámara son estereotipos. Es más real trabajar con personas que no fingen, porque sus reacciones van a ser mucho más naturales.
¿La madera es la pureza? ¿Acaso el corazón de la naturaleza?
Baguio, donde vivo, fue fundada por los estadounidenses como lugar de vacaciones, pero sigue siendo el corazón de muchas tribus. Allí, los artistas indígenas trabajan con sus manos la madera, hasta el punto de que no usan clavos. De hecho, viven en casas ensambladas como un Lego. Aunque ahora ya usan sierras, se toman su tiempo para interactuar con la madera. Esa dedicación te da una perspectiva y una orientación diferente, de modo que valoras el material con el que trabajas, empleas solo el necesario y te cuidas de no tener que talar muchos árboles.
En 2004, un incendió en su casa destruyó su archivo cinematográfico y su colección de arte. ¿Cómo sintió esa pérdida? ¿Qué se perdió para siempre?
La tragedia —o lo que parece una tragedia— te puede hacer sentir que has perdido muchas cosas, pero a veces es una buena lección. "Vaya, me he quedado sin unos rollos de película y sin unos cuadros bonitos", piensas. Pero también te hace reflexionar: "¿Realmente los necesito todos? ¿Puedo llevarlos allá donde vaya?". De algún modo, el incendio fue como una lección budista sobre lo efímero de la vida: "¡Déjalo ir!". Cuando se quemó mi casa, los primeros días estaba triste e incluso frustrado, pero ahora que echo la vista atrás, me liberó de muchas cosas y pude continuar haciendo otras.
Al igual que cuando aparcó su carrera como economista.
Sí, es comparable. Cuando afloró mi duende artístico en 1971, me pregunté: "¿Qué pintas en esta oficina haciendo informes económicos?". Entonces decidí ahorrar algo de dinero para poder dejarlo y se me ocurrió vender camisetas, almohadas y otros objetos con el logo de los Juegos Olímpicos de Múnich 1972. La mascota era Waldi y allí me fui con 30.000 perros salchicha. A la gente le gustaban, porque estaban hechos con materiales naturales como conchas, y al principio se vendieron muy bien. Pero, en medio de los Juegos, tuvo lugar la crisis de los rehenes [once miembros del equipo israelí fueron asesinados por la organización terrorista palestina Septiembre Negro] y, de repente, todo cambió. La gente estaba triste y dejó de comprar, por lo que me quedé con 8.000 perros salchicha sin vender…
Mi puente hacia la libertad se había resquebrajado. No se trataba de una operación comercial fallida, sino de mi oportunidad para ser artista. Regresé a Filipinas sin un duro y me fui a vivir fuera de la ciudad, en medio de una comunidad de artistas, donde conocí a mi mujer. Lo que parecía un desastre aceleró en realidad mi deseo de convertirme en artista. Fue un catalizador. No tenía dinero, pero emprendí mi carrera artística todavía más rápido. En fin, la tragedia se convirtió en un cohete disparado a la luna [risas].
Kidlat Tahimik. Magallanes, Marilyn, Mickey y fray Dámaso. 500 años de conquistadores RockStars. Del 29 octubre al 6 de marzo. Palacio de Cristal (Parque del Retiro, Madrid)
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