Con su pop molecular y de elaboración deconstruida, la música de Stereolab podría ser el equivalente a la cocina tecnoemocional de Ferran Adrià. La materia prima de sus canciones conjuga, sin que se le corte la mezcla, elementos como el aluminio, la gaseosa, la goma de mascar y el vinilo fluorescente, y su libro de estilo estético bebe del arte fractal, los gráficos de frecuencias y el diseño modular.
A esto hay que sumarle un instrumental quirúrgico que parece sacado del laboratorio de un científico loco, que incluye aparatos con nombres como la ondiolina, el órgano farfisa y el harpsichord (además de las guitarras, baterías, bajos y teclados habituales) y unas letras con continuas citas a la política socialista, el surrealismo y la astronomía. Así que, a estas alturas, después 15 años de carrera prolífica, escuchar a Tim Gane y Laetitia Sadier mencionar la química y la fecundación in vitro para hablar de su nuevo disco, Chemical Chords (4AD / Everlasting) no debería sorprender a nadie.
Electro-Motown
“Me gusta la química y creo en ella –dice Laetitia, sentada junto a Jim en la oficina de Everlasting en Madrid–. Yo no pienso como Tim, que cree en los títulos aleatorios para nuestros discos. Éste hace referencia a la idea de ir añadiendo ingredientes como una mezcla química e ir viendo cómo reaccionan, cuáles funciona mejor combinándose, al igual que las notas musicales y las palabras. Incluso el orden de las canciones en el disco cambia la manera de escucharlo”. Estas son las cosas que tienen los ex matrimonios: hasta en las cosas aparentemente menos conflictivas (¿de verdad nunca hablaron del significado del título del disco antes de ponerlo?), cada uno piensa una cosa diferente. Con todo, y teniendo en cuenta que viven en ciudades diferentes (uno en Londres, otro en Berlín), comparten cierta visión de este álbum, el undécimo del grupo (sin contar los innumerables recopilatorios, singles y EPs). La idea principal era hacer un álbum à la Motown pero pasado por el caleidoscopio de la banda (“temas cortos con muchos arreglos, lo que hace que los acordes sean fuertes y estén muy presentes”, dice Tim), aunque finalmente las cosas derivaron “a un disco de Stereolab que suena a Stereolab, más convencional”, completa Sadier.
Arte aleatorio
Quizá lo menos convencional ha sido el procedimiento de grabación, donde la aleatoriedad ha tenido mucho que ver. Según Tim, “empezamos con loops de ritmo grabados por un lado y, por otro, líneas de piano y vibráfono que no estaban compuestas especialmente para ningún ritmo. Luego fuimos mezclándolos, a ver cómo funcionaban unos con otros, jugando, hasta tener 50 pequeñas piezas musicales”.
Para alegría de los fans, de las sesiones ha salido material de sobra para otro disco. Laetitia vuelve a los tubos y probetas. “Ha sido como hacer una fecundación in vitro, un sistema que en muchas ocasiones produce gemelos. En nuestro caso, nos hemos encontrado con 31 canciones, de las que solo se han publicado 14. Así que, seguramente en primavera, presentemos la otra mitad en un disco que ya está terminado”.
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