Cuando Alejandro estaba a punto de cumplir dos años, su padre mató a su madre. De eso hace ya 36 años. Y su vida quedó definitivamente marcada cuando, a los 18, sus tíos le contaron qué había pasado. Hasta entonces, lo que sabía era que su madre había tenido un accidente y, con el paso del tiempo, llegó a intuir que su padre había tenido algo que ver. Era otra época, el fin del franquismo y el inicio de la Transición. Entonces nadie hablaba de violencia de género.
'Pedro [como llama a su padre] salió a los tres años de la cárcel por la amnistía general de las primeras elecciones democráticas y me llevó a vivir con él', explica Alejandro, publicista de profesión. Sus abuelos maternos pelearon por su custodia y con 14 años se fue a vivir definitivamente con ellos. Tras años de terapia, Alejandro ha decidido contar su historia, que forma parte del libro 5x10=9. Diez miradas contra la violencia de género (Editorial Península).
De la mano de cinco escritoras (Ángeles Caso, Espido Freire, Rosa Regás, Eugenia Rico y Lourdes Ventura) se recogen los testimonios de cinco víctimas. Cuatro de ellas pueden contar cómo salieron del infierno. La madre de Alejandro no, y por eso él pone su voz.
Con los años, Alejandro ha ido reconstruyendo la vida de su madre a partir de lo que le fueron contando su familia y sus amigos. 'Mi madre era muy avanzada para su época y Pedro intentaba someterla. Hasta que un día se marchó y él decidió que o era para él, o para nadie', explica.
Como comentó la ministra de Igualdad, Bibiana Aído, durante la presentación del libro, los malos tratos no están vinculados a momentos de crisis, sino 'a cuestiones más profundas, de carácter cultural.' Así lo refleja en su relato Olga, otra de las víctimas, al explicar el primer encuentro con la familia del que luego fue su maltratador durante 16 años: 'Era la tradicional familia machista en la que los hombres mandan y las mujeres obedecen; en la que los hombres trabajan y las mujeres limpian; en la que los hombres salen y las mujeres aguardan; en la que los hombres disponen, hablan y opinan, y las mujeres callan; en la que las mujeres no cuentan para nadie porque no valen nada'.
Aído calificó los relatos 'de profundo terror'. Como el que sentía Sara al oír la puerta de su casa: 'Aprendí a temer los pasos al otro lado de la puerta, el ruido del timbre o el de la cerradura. [...] Cuando temes el tintineo de las llaves, es que el enemigo está en casa. Al oírlo se me ponía la piel de gallina, comenzaba a temblar porque no sabía cómo vendría, borracho o sereno, de buen humor, o de un humor de perros. Sólo sabía que fuera lo que fuera, yo pagaría por ello'.
Cuatro sobrevivieron e, incluso, han llegado a ser felices, como asegura Olga en el inicio de su relato: 'Mi nombre es Olga y tengo muchos motivos para ser feliz'.
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