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Gerardo Gandini confiesa que "componer no da satisfacción, es un acto de sufrimiento"

EFE

Para el compositor y pianista argentino Gerardo Gandini "el acto de componer no produce ninguna satisfacción, es un acto de sufrimiento" al que lleva dedicado casi medio siglo y por el que recoge mañana en Madrid el VIII Premio Iberoamericano de Música Tomás Luis de Victoria.

Aunque la larga trayectoria de Gandini -nacido en Buenos Aires en 1936- ha sido reconocida con numerosas distinciones entre las que destacan el Premio Nacional de Música de su país por su ópera "La ciudad ausente" y el Premio a la Trayectoria del Fondo Nacional de las Artes -también en Argentina-, el músico destaca su orgullo por recibir el que considera "el premio más importante de la música iberoamericana".

"No es un premio más y es la primera vez que se lo dan a un argentino", explica a Efe el bonaerense, elegido entre 58 compositores de 17 países para alzarse con un galardón considerado el "Cervantes" de la música culta.

La Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid acogerá el acto de entrega del premio -dotado con 60.000 euros-, en una ceremonia a la que asistirá el ministro de Cultura, César Antonio Molina, y en la que Gandini interpretará la obra para piano "Diario VIII", compuesta expresamente para el acto, y las improvisaciones sobre tangos tradicionales "Postangos".

"Yo no quería tocar los 'Postangos', son una especie de maldición que me persigue", explica el compositor, quien no cesa en nombrar como su "trabajo real" la composición de música seria al margen de su coqueteo "marginal" con la música popular.

"Toqué jazz, me fui de gira como pianista de tangos junto a Astor Piazzola e hice arreglos para Fito Páez, pero lo mío es la música culta y por esto me han dado el premio", reivindica.

No obstante, el jurado internacional del Tomás Luis de Victoria recoge en su acta la intención de reconocer la "apertura a la innovación y difusión de la música contemporánea y la creatividad puesta en juego en la construcción del diálogo entre pasado y presente, mediante un lenguaje compositivo capaz de interesar a audiencias de diversas franjas de edad", algo que pasa irremediablemente por sus incursiones más allá de la música clásica.

"El público tiene al músico contemporáneo como un 'rara avis', le ve como un tipo raro, cerrado y elitista, pero yo tengo la suerte de ser considerado un tipo simpático y de que mis obras sean bien recibidas", admite.

En la figura de Gandini confluyen además las facetas de compositor e intérprete, algo que, cómo el mismo reconoce, "no es frecuente en la actualidad y supone un valor añadido". "Nadie conoce mejor tú obra que tú mismo", explica.

En su caso, llegó a la composición gracias al piano, un instrumento que simulaba tocar frente a la máquina de coser de su madre cuando sólo tenía cuatro años. Su padre se oponía a que fuera músico pero sus clases junto a Goffredo Petrassi y Alberto Ginastera, entre otros maestros, fueron el primer paso para demostrarle cómo "era posible ser músico y no morir de hambre".

Desde entonces, Gandini sigue una rutina de trabajo de "4 ó 5 horas encerrado en el estudio y sufriendo" -explica- porque, al contrario del placer que se siente al tocar el piano, "el acto de componer no produce ninguna satisfacción, a no ser que aparezca la idea".

Sus aproximadamente 150 obras -entre ellas la ópera "La ciudad ausente", basada en la novela de Ricardo Piglia- hablan de muchas ideas materializadas y de su capacidad para convertir en música influencias literarias o cinematográficas así como citas o referencias de otros autores "transformadas hasta quedar irreconocibles".

Para Gandini, "la música clásica cada vez tiene menos consumidores debido a que comercialmente se ofrecen productos que no deben considerarse música". Pero frente a este perjuicio hay que valorar que "cada vez son menos pero más entendidos" los fieles a "una especie de culto primitivo", matiza.

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