Entrevista a María Eugenia Palop"La extrema derecha ha sabido vehicular la rabia y el resentimiento de quienes se han considerados perdedores"
Marisa Kohan
Madrid--Actualizado a
Un equipo dirigido por la eurodiputada y jurista María Eugenia R. Palop ha analizado los mensajes y la agenda política de las fuerzas ultraconservadoras de ocho países de Europa (España, Italia, Francia, Alemania, Austria, Hungría, Polonia y Dinamarca) y los ha recopilado en un largo y sesudo informe titulado La extrema derecha y el antifeminismo en Europa: informe de situación. El informe tiene por objetivo analizar la relación entre la emergencia de la extrema derecha en Europa y la proliferación de agendas y
políticas públicas contrarias a los derechos de las mujeres y que contribuyen a la discriminación por razón de sexo y género. Entre los hallazgos resalta el hecho de que el los discursos antifeminista y antigénero se han convertido en "un pegamento simbólico que sirve de base para construir un nuevo espacio político.
El informe, publicado por La Izquierda Europea (The Left) y que se puede consultar de forma íntegra en Espacio Público, dibuja una fotografía actual de la situación. Sus principales conclusiones parten de la idea de que el antifeminismo y los ataques a las políticas de igualdad funcionan como un "paraguas ideológico" capaz de agrupar a sectores muy diversos dentro de las fuerzas ultraconservadoras. No se trata de grupos aislados. Conforman una "transnacional". De todo ello hablamos con María Eugenia R Palop.
¿Por qué este estudio ahora? ¿Qué perspectiva nos aporta?
Porque la extrema derecha crece, se consolidan los partidos que la representan en toda Europa, y está poniendo en riesgo los avances feministas. Avances que, en los últimos años, que se han concretado en leyes y políticas públicas que la extrema derecha pretende suprimir.
El estudio ofrece un análisis jurídico y de políticas públicas que permite comprender el retroceso que supone la extrema derecha para las mujeres. Y evidencia, además, que sostiene discursos de odio, misóginos, LGTBIfóbicos, clasistas, racistas... completamente incompatibles con los derechos humanos.
¿Cuáles son las causas de este crecimiento de los partidos y los discursos de ultraderecha en Europa?
Creo que son el fruto de las contradicciones del neoliberalismo globalizador de estas últimas décadas y de la connivencia de partidos conservadores, socialdemócratas y socioliberales con la mundialización financiera y el capital especulativo. No solo obedece a factores ideológicos, sino que también tiene una raíz vivencial y un anclaje empírico evidente: la experiencia de desarraigo, la desintegración social y la violencia institucionalizada que han sufrido las mayorías sociales, especialmente en estos años, combinada con una situación real de escasez de recursos y su concentración en pocas manos. La extrema derecha ha sabido vehicular la rabia y el resentimiento de quienes se han considerados perdedores, y también el miedo de quienes tenían algo que perder.
El informe analiza los grupos ultraderechistas de ocho países y parte de una pregunta clave: ¿Qué discursos y estrategias comparten los movimientos y partidos de extrema derecha en Europa? ¿A qué conclusiones han llegado?
Los discursos antifeministas y los ataques a las políticas de igualdad representan un pegamento simbólico entre los movimientos y partidos de extrema derecha, ofreciendo un paraguas ideológico a sujetos diversos. Todos ellos cuestionan lo que denominan ideología de género y subordinan los derechos de mujeres y personas LGTBIQ+ a la imposición de un modelo de sociedad basado en la familia heteronormativa, es decir, a la formada por un padre y una madre con el objetivo de tener descendencia. Consideran que las familias, y las mujeres en particular, perpetúan la cultura y los valores considerados propios: es en este punto en el que los discursos antifeministas se alían con las posturas antiinmigración. Las políticas natalistas conectan con presupuestos excluyentes y nacionalistas. Ahí están las teorías del gran reemplazo.
Este discurso se asienta en un modelo único de familia y en una visión de las mujeres reducida a su rol de madres, esposas y cuidadoras. Se abomina de todo lo que altere el núcleo familiar. Se niega la violencia de género aunque se asume la violencia contra las mujeres fuera de la familia, especialmente, se es posible señalar a un extranjero como agresor; se limitan los derechos sexuales y reproductivos; se persigue la educación sexo-afectiva; se prohíbe el matrimonio igualitario o se restringen los derechos de las personas LGTBIQ+. La familia es el orden natural, el espacio de realización de las mujeres. El feminismo es una 'ideología' porque tergiversa la esencia de las cosas y es, además, negativa, porque al desalienar a la mujer de su ser natural y 'masculinizarla', le genera infelicidad, frustración y problemas de identidad. Melancolía, podría decirse, dado que la orienta hacia un destino que no llegará jamás: la igualdad con el varón. En fin, el binarismo es obligado. Somos inevitablemente diferentes y nuestros roles sociales totalmente inalterables, nos guste o no.
¿Qué impacto están teniendo esos discursos?
Las leyes y políticas públicas propuestas y/o aprobadas por la extrema derecha están teniendo un impacto e intensidad desigual en los diferentes países, en función de la capacidad de intervención en el proceso político de cada uno de los partidos estudiados.
En algunos casos, el impacto se limita a los discursos. Se pretende, sobre todo, deslegitimar a las instituciones y las organizaciones que protegen los derechos de las mujeres. Cuando ostentan el poder o pueden influir, todo esto se traduce en la supresión de leyes, políticas públicas y organismos de igualdad y no discriminación por razón de sexo y género. Por ejemplo, en Austria en 2018 eliminaron el organismo que permitía investigar casos de alto riesgo de violencia contra las mujeres de una manera coordinada. En Polonia se ha modificado el Código Penal para castigar con penas de hasta tres años de cárcel a quienes faciliten información sobre el acceso al aborto y en Hungría, han cambiado la Constitución para consagrar el matrimonio como "la unión de un hombre y una mujer".
Está claro que no en todos los países tienen el mismo impacto. Sus discursos antifeministas, LGTBIfóbicos, racistas, clasistas... se ven reforzados cuando otros partidos políticos, especialmente de derechas, apoyan sus ideas, aún cuando es evidente que esto no les beneficia. El caso de [Pablo] Casado o de la derecha 'moderada' en Francia, es paradigmático. Algunos partidos autodenominados 'liberales', han coqueteado también con eso, como le sucedió a Ciudadanos, y se han jugado su desaparición. Es el abrazo del oso.
Lo que me parece claro es que los que están peor, como Polonia por ejemplo, muestran la deriva a la que nos enfrentamos si no ofrecemos alternativas y no desarticulamos sus discursos y estrategias de deslegitimación. Lo que ha sucedido con el derecho al aborto en Polonia podría suceder aquí mismo en unos meses. Y las derivas de Hungría en política migratoria, por ejemplo, no están tan alejadas de lo que podríamos vivir aquí.
¿Tienen fisuras o diferencias marcadas los distintos discursos o partidos analizados? ¿Cuáles serían las más destacadas?
Podría afirmarse que hay dos grandes bloques en estos grupos de ultraderecha, aunque se retroalimentan. Uno, en el que estaría España, Polonia, Hungría e Italia, pretende destruir los derechos de las mujeres y de las personas LGTBIQ+. Y otro que utiliza el discurso antifeminista para reforzar sus posturas antiinmigración, entre los que están Francia, Alemania, Austria y Dinamarca. En ambos casos, las políticas natalistas son esenciales.
El estudio afirma que estos grupos no actúan de forma aislada, sino que forman una "transnacional". ¿Cómo se inserta Vox en este panorama?
El ideario político de Vox repite los mismos mantras que la extrema derecha de otros países europeos, pero tiene un carácter golpista, franquista y bolsonarista, que no todos tienen. El gran aliado de Vox en el Parlamento Europeo es el PiS [el partido Ley y Justicia actualmente en el poder en Polonia] que tiene tendencias claramente autoritarias y está liderando en Polonia posiciones subversivas y antieuropeas. No conectan tanto con Marine Le Pen como con su sobrina y Salvini se les ha quedado corto. Por su radicalidad, es posible que llegue a desempeñar un rol relevante en esa trasnacional. De hecho, ya tienen una articulación considerable en América Latina y en enero recibirán en Madrid a los grandes referentes de la extrema derecha europea.
¿Cuál es su reflexión sobre esta coincidencia en el discurso de partidos tan dispares? ¿Qué sociedad nos dibujan estas ideas que en algunos países se han reflejado en leyes?
Una sociedad en retroceso, que limita los derechos en lugar de consolidarlos y avanzar. Que no respeta ni protege más que los roles que consideran aceptables que son, por cierto, los que ya existen. Es una propuesta radicalmente conservadora que incurre continuamente en argumentos circulares: lo que existe ha de seguir existiendo porque por algo ha existido siempre. En filosofía diríamos que son tautológicos.
Se articula alrededor de la familia convencional y la iglesia más medievalizante (como su gran valedora), familismo natalista, Estado policial y militarizado, orientado a garantizar el orden y las fronteras, propiedad privada y supremacismo de clase (básicamente, si son ricos, algo bueno habrán hecho) y racismo institucional basado en un nacionalismo excluyente con efluvios neocoloniales.
Las mujeres son una pieza clave para el sostenimiento de ese circuito cerrado porque son quienes paren, crían y educan a fin de que perviva la nación, la raza y la clase; la esencialización de las diferencias, en definitiva. La desigualdad no solo es natural, sino que es deseable. La igualdad ni es posible ni puede ser un objetivo.
¿Qué papel deben jugar las instituciones europeas ante estos discursos y el evidente retroceso de derechos que suponen estos grupos?
Las instituciones europeas deberían tener como fin último de todas sus actuaciones la protección de los derechos fundamentales, y entre ellos, el de la igualdad y no discriminación. El Parlamento Europeo ha sido contundente en sus resoluciones contra Polonia y Hungría. La Comisión Europea acaba de iniciar el proceso sancionador contra Polonia.
Mucha gente pregunta en redes por qué no se expulsa a estos gobiernos o por qué votan como los demás en el Consejo, condicionando la situación de las mujeres en toda Europa. Hay que decir, en primer lugar, que ninguno quiere marcharse y que no hay forma de echarles. Se han iniciado procedimientos de infracción contra ellos y se les ha sancionado y se les han recortado fondos.
En segundo lugar, en el Consejo rige la unanimidad en la toma de decisiones y cualquiera tiene poder de veto. Yo no considero que la unanimidad sea una regla democrática, porque permite que uno se imponga frente a todos. Me parece que las decisiones deberían adoptarse por mayoría cualificada… pero, de momento, esto es lo que hay. Y no parece que de la Conferencia sobre el Futuro de Europa, de la que formo parte, vaya a salir una reforma de los tratados en este sentido. Lo pelearemos, pero no tengo grandes esperanzas.
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