Este artículo se publicó hace 14 años.
Boltanski lleva miles de trapos y la muerte colectiva al Grand Palais
Un colosal brazo de hierro que arranca trapos de una imponente montaña de ropa usada y los eleva varios metros para dejarlos caer al vacío, es la metáfora de la muerte colectiva, anodina y azarosa que propone el artista "post-conceptual" Christian Boltanski en el Grand Palais.
Se trata de la principal instalación de su obra "Personnes" concebida para el "Monumenta 2010", una muestra efímera que el Grand Palais de París consagra cada año a un artista contemporáneo vivo y que puede visitarse desde hoy hasta el próximo 21 de febrero.
Boltanski, que reconoce haber estado siempre obsesionado con diferentes facetas de la muerte, se sirve de los 13.500 metros cuadrados que conforman el espacio de este extraordinario edificio de cúpulas de vidrio, paredes de piedra y arcos de metal para crear un "universo frío" -sin calefacción- que debe experimentar el espectador.
Para ello, deshumaniza el espacio, lo invade con una nube sonora con ecos industriales y convierte al individuo en un simple elemento a merced de un destino que no puede controlar.
"Hago un paralelismo entre las ropas usadas y los cuerpos humanos", explica este parisino de 65 años, que acostumbra a recurrir a las listas, enumeraciones y colecciones de objetos comunes para plasmar sus inquietudes, y que ha tomado el relevo del alemán Anselm Kiefer y del estadounidense Richard Serra en "Monumenta", que aspira a ser una cita indispensable de la agenda cultura de París.
Boltanski, que ha expuesto en el Centro Pompidou de París, en el Centro Reina Sofía de Madrid, en el mexicano Museo Santa Rosa de Puebla o en el Museo Guggenheim de Nueva York, se define como una persona con pocas ideas y por eso recurre habitualmente a la muerte como tema de sus instalaciones.
Una muerte que en otras etapas evocaba la desaparición de la infancia, el deceso de sus padres, el fin de sus propios días o, como en la muestra del Grand Palais, la muerte colectiva.
"Cuanta más edad tenemos, mayor es la impresión de caminar sobre un campo de minas. Los amigos saltan por los aires a nuestro alrededor y mañana, quizá, sea nuestro turno", explica el autor de "Personnes", vocablo que, en francés, evoca a la vez la ausencia y la presencia y que genera un macabro paisaje artístico de soledades múltiples.
El visitante se encuentra primero con un extenso panel de archivadores oxidados, que funcionan como un muro de contención de la obra que se esconde detrás.
Superada la barrera, cientos de prendas ajadas dispuestas en pequeños conjuntos entre los que puede caminar el espectador conforman un paisaje impersonal que anuncia la pieza central de la instalación, una colorida pila de ropajes.
"He construido una montaña de ropa de diez metros, coronada por una grúa con un garfio de cinco dedos. Esa mano de hierro atrapa las ropas, las lleva hasta la cumbre de la nave y después las suelta. Es la idea de la mano de Dios que se asemeja al azar, un juicio final sin lección moral", resume Boltanski.
En paralelo, el artista ha querido aprovechar la oportunidad para continuar ampliando sus "Archivos del corazón".
Este proyecto, ideado en 2005, consiste en grabar el sonido de los latidos de todos los que quieran participar para que sus palpitaciones se conserven después en una "memoria colectiva" que se almacenará en la isla japonesa de Ejima.
Además, por cinco euros, el visitante puede adquirir un pedazo de este guiño que el creador le dedica a la inmortalidad y volver a casa con un CD que contenga el sonido de su corazón después de contemplar cómo París consagra uno de sus espacios más singulares a un creador que distribuye ropa usada por el suelo.
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