'Nadie discute pagar 150 euros por una entrada para ir al Bernabéu, pero a lo mejor una tasa de residuos de 150 euros al año causaría escándalo público', lamenta Josep Maria Tost i Borrás, director de la Agencia de Residuos de Catalunya.
En el marco de la Semana Verde organizada por la Comisión Europea en Bruselas, el presidente de la Asociación de Ciudades y Regiones para el Reciclaje (ARC) y también alcalde de Riudecanyes (Tarragona), ha conversado con 'Público' sobre reciclaje, gestión de aguas y algo de política.
Este jueves es el Día Mundial del Medio Ambiente, pero no parece haber mucho que celebrar. Para Borrás, el hecho de que sólo un 17% de los españoles reciclen habitualmente frente al 60% de los alemanes, y teniendo en cuenta que un 90% de los residuos son reciclables, sólo se explica por dos motivos: falta de voluntad política y ausencia de conciencia ciudadana. Por eso defiende jornadas como las organizadas por la CE en Bélgica, que permiten 'ver que es posible creer en la utopía, pensar que el cambio es posible'.
¿Qué es la Semana Verde?
Verde tendría que ser todo el año, pero al menos a nivel europeo nos sentamos una semana para pensar cómo cohabitamos, cómo vivimos con el entorno. Creo que olvidamos muy rápidamente lo que nos enseñaron en EGB: Tierra sólo hay una, y la tenemos que cuidar entre todos. Tendríamos que cambiar nuestros hábitos ciudadanos, tenemos que ver qué impactos generan en el entorno. No pensamos demasiado, esta vida loca que llevamos nos hace olvidar que vivimos y disfrutamos de una calidad de vida envidiable como occidentales, un nivel de vida por el que consumimos una serie de recursos, y como nos enseñaron en la EGB son limitados. En las jornadas estamos hablando de cómo viviremos en un futuro próximo en este área de creciente población con esos recursos limitados, cómo los optimizamos y aprovechamos, y no sólo entra en juego el término 'reciclaje'. Hace falta prevención, mesura, hay que integrarla en nuestros hábitos diarios. Por tanto, como no lo pensamos el resto del año, en una semana nos autoanalizamos como sociedad, vemos qué dirección llevamos, qué impacto tenemos.
¿Son realmente útiles estas jornadas o son un gesto de la Comisión Europea para demostrar que se preocupa por el medio ambiente? ¿Qué crítica haría de estas sesiones?
Útiles son. Nos sirven para ver que es posible creer en la utopía, pensar que las sociedades cambiamos, que el cambio es posible. Aunque a veces te sientas solo en tu gestión diaria, ves que en toda Europa hay diferentes actores que hacen cosas para cambiar. ¿Qué echo en falta? Querría saber cuántos políticos había en la mesa. Había ONGs, muchos técnicos, pero en el fondo es un tema de voluntad política; son los políticos los que deciden si invertir un euro en medio ambiente, en fútbol, en toros o en el AVE. Tenemos que convencer a los actores públicos. Esto no es un tema estético, ni una moda, hay que pensar un poco.
¿Cómo vamos de concienciación política al respecto en España y Catalunya con respecto a Europa?
Nos falta, básicamente porque Europa nos lleva una generación de ventaja. Europa empezó con las políticas medioambientales en los 70, mientras en España y Catalunya estábamos en plena Transición. La clase política española en los 70 tenía otras necesidades y otras claves más importantes. Después vienen los 80, cuando en España ya había sentimientos democráticos, cuando los primeros ayuntamientos democráticos, que eran precarios, tenían que empezar por lo básico: garantizar buenas escuelas, el asfaltado de las calles, la ordenación urbana... no había tiempo para pensar en estos temas. Salvo en algunos casos, empezamos a aplicar estas políticas con la entrada de España en la UE, en 1986, y sobre todo a primeros de los 90. La primera campaña de reciclaje en Catalunya es de 1999, hace cuatro días. Los hábitos ambientales son eso, hábitos, como lavarse los dientes, y por tanto requieren tiempo. En España aún no tenemos conciencia ambiental.
Cada pocos meses salen nuevos estudios sobre los hábitos de reciclaje en nuestro país: ‘Los españoles no reciclan, los españoles reciclan poco'. ¿Saben los españoles cosas como la existencia de una isla de plásticos en el Pacífico?
Los españoles no saben qué hacen con su bolsa gris que tiran al contenedor, no se preocupan del ‘Sexto Continente'. La gente desconoce, y si desconoces no te implicas. Otro problema grande que tenemos España y Catalunya es la transparencia en los sectores de residuos, y que la ciudadanía sepa qué hacemos con ellos. Si fuese consciente de lo que hacemos, después del gesto inocente de separar los residuos, ¿qué hacemos con ellos?. Tenemos que consolidar estos hábitos. Falta.
¿Volvemos a la voluntad política?
Claro. Para cambiar los hábitos hacen falta una serie de cosas, la primera el liderazgo político. En Catalunya fue evidente: En el año 91 se crea la Consejería de Medio Ambiente, antes de que existiera el Ministerio en toda España. En aquel momento, Albert Vilalta fue un elemento clave, con políticas para sanear Catalunya en dos aspectos: residuos y aguas residuales. ¿Cómo se solucionan estos problemas? Metiendo pasta y con voluntad política. ¿Qué le dijeron al president Jordi Puyol?: ‘Tenemos un problema grave, tenemos que sanear los vertederos. Tenemos 2.000 vertederos ilegales, uno por cada municipio'. Ibas a Catalunya en los 80 y al atardecer veías columnas de humo de los vertederos individuales que quemaban residuos. Los ríos que rodean Barcelona, el Llobregat y el Besós, eran marrones como este suelo. Había que buscar una solución para que la industria tratara correctamente al medio y los ciudadanos se implicasen. Por eso, en 1993 aprobaron una ley que fue pionera en toda Europa: ‘Señores, municipios de Catalunya: Ustedes están obligados a hacer la recogida selectiva sí o sí. Con unos tiempos, con unos plazos, pero esa es la voluntad política y consensuada con todos, derecha, izquierda, arriba y abajo'. También hay que meter pasta, insisto; las infraestructuras no se hacen con algo que cae del cielo. En los últimos 20 años en Catalunya hemos invertido 1.000 millones de euros en temas de tratamiento de residuos: 800 millones en infraestructuras y unos 150 en subvenciones para campañas de difusión. La ley catalana lo dice: las plantas de residuos serán públicas, financiadas por el Gobierno de Catalunya. Un consorcio de municipios lo acuerda, diseña una planta y la Generalitat invierte 40 millones, lo importante es la voluntad. Esos 40 millones, ¿me los gasto en una planta de residuos o en un campo de fútbol?
En varias de las conferencias se hablaba de reciclaje. ¿Cómo estamos al respecto? ¿Ya es posible reciclar todo?
Bueno, nos faltan sobre todo los nuevos cacharros electrónicos, que llevan coltán y tierras raras [el nombre de un grupo de elementos de la tabla periódica]. Algunos nos faltan pero llegarán; hoy podríamos reciclar casi el 90% de lo que generamos. El 90% de lo que genera un ciudadano, cuando en Catalunya la media de reciclaje es un 40%, la europea un 42% y la española un 17%. Si analizan lo que hacen en casa, lo que acaban tirando a la basura... si fumas, los cigarrillos, el polvo de la escoba y los temas de higiene personal, pero todo lo demás es reciclable. Hay que implantar este hábito, que no nos de pereza separar los residuos, por pequeño que sea el piso, que tampoco es excusa.
¿Por qué nos han puesto la cara colorada alabando el trabajo de Alemania en estos temas frente al resto de europeos? No me ha quedado muy claro qué es lo que ha dicho Peeter Eek, director general del Departamento de Residuos de Estonia sobre las diferencias entre el norte y el sur en estos temas.
Es una cuestión de frío. Alemania tiene mucha incineración por ser un país industrial, los altos hornos los adaptaron a la incineración, es un producto propio y evidentemente copiado por otros países nórdicos y por vecinos de Alemania: Austria, Bélgica, Polonia, etc. ¿Durante cuánto tiempo hace ese frío en España, tres meses? La quema de residuos les da electricidad y calor, tienen seis o siete meses de mucho frío, y a lo largo del siglo XX quemar residuos se ha adoptado como forma de tener calor y electricidad. Ellos dicen: en el Sur, ustedes no tienen esa tradición, pero estamos hablando de culturas diferentes. Tampoco hace falta llenar España de incineradoras, tienen un coste elevado. La clave es aprender de otros países el reciclaje doméstico, el reciclaje de calidad es posible. Por eso Alemania tiene esta larga tradición de reciclaje, está en el 60%.
El agua es otro de los problemas clave para la UE
Es uno de los residuos. Tenemos derecho a consumir agua, pero tenemos que pagar por el agua que ensuciamos, y en España hoy por hoy hay una tradición de cultura de agua muy barata, cuando somos un país en el que nos falta agua, y en los escenarios climáticos a los que vamos será aún más escasa. El ciudadano ha de ser consciente de que por el agua hay que pagar lo que cuesta realmente, es otro problema local. Los alcaldes a veces no trasladamos este coste real a los ciudadanos, es otro problema de déficit de cultura democrática.
¿Por qué no se hace?
Te lo digo claramente. Soy alcalde desde hace 20 años, y cuando empecé mis compañeros me decían: ‘Si quieres ganar las próximas, aplica la cultura del dos más dos. Sube los impuestos los dos primeros años y los dos últimos de mandato incremento cero, de otro modo no te van a volver a votar'. Es una cultura aún existente hoy.
Nuestra política es un poco casposa.
Porque tenemos una democracia de 35 años, es muy justo, y llevamos muchos hábitos del pasado. Al ciudadano le tenemos que formar, pero en el sur de Europa no hay una cultura de la transparencia. No digo que estemos como en Suecia, que los ciudadanos tienen su renta personal colgada en el ayuntamiento, y tú puedes ver la renta de tu vecino. Es un extremo, pero tenemos que ser conscientes del coste real de las cosas; el agua cuesta porque hay que ir a buscarla, potabilizarla, tener un depósito y una red, pero también cuesta tratarla y devolverla al medio. Tratamos al ciudadano como un niño pequeño de cinco años, no podemos taladrar demasiado su celebro, todo fácil, todo masticadito. Esto lo han pagado tanto los residuos como el agua; un tratamiento correcto de residuos tiene un coste, no digo que sea caro o barato, tiene un coste, y no lo trasladamos a la ciudadanía. Nadie discute 150 euros de una entrada para ir al Bernabéu, pero a lo mejor una tasa de residuos de 150 euros al año causaría escándalo público, sobre todo por la miseria política entre gobierno y oposición.
Lo ha puesto fácil ¿Cómo va a afectar a Catalunya la abdicación del rey?
Esperemos que nada. Como dijo el president Mas, el objetivo del 9 de noviembre seguirá intacto. Veremos qué votan los partidos catalanes sobre la ley orgánica que se va a presentar, pero nuestro objetivo es que el pueblo de Catalunya pueda pronunciarse el 9 de noviembre. Veremos qué es lo que deciden los ciudadanos catalanes.
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