De Nicolas Sarkozy muchas cosas se pueden decir salvo una: que pasa desapercibido. La carrera política del actual inquilino del Elíseo está marcada por el ruido mediático, en el que parece moverse con soltura: desde que se diera a conocer mundialmente por su polémica gestión de los disturbios de noviembre de 2005, hasta su sonado divorcio a los pocos meses de acceder a la presidencia, pasando por diversas polémicas en público y en privado que ha mantenido tanto con miembros de la clase política como con ciudadanos de a pie.
No tardó mucho Sarkozy en comenzar a dar la nota. En la misma noche de su victoria electoral, celebró su elección con cena y hotel de lujo y días después bañó su alegría en aguas de Malta a bordo de un lustroso yate. En su defensa alegó que el viaje no había costado 'ni un céntimo a los contribuyentes'. Para entonces, la línea divisoria entre su vida personal y política ya era borrosa. Todo el mundo conocía que su matrimonio con Cécilia Attias se tambaleaba. Antes de su divorcio, en octubre de 2007, Sarkozy le asignó un papel protagonista en la liberación de seis periodistas extranjeros en Libia, condenados a muerte por infectar supuestamente a varios niños con el virus del Sida.
Sus problemas matrimoniales sirvieron para ver el carácter del mandatario galo cuando interrumpió de manera abrupta una entrevista a la cadena CBS en el mismo instante en el que la periodista Lesley Stahl le preguntó por los rumores de divorcio. '¡Qué imbécil!', dijo Sarkozy antes de levantarse y abandonar la sala. No le importó tanto ser fotografiado en Egipto, mientras paseaba junto a la que terminó siendo su esposa, la exmodelo y cantante Carla Bruni, y su hijo Louis. Con Bruni ha tenido una hija, cuya gestación también se convirtió en todo un evento mediático.
Nada raro en la vida del presidente francés, a quien le agrada ser fotografiado practicando footing en cada viaje al extranjero, aunque a veces su esfuerzo físico culmine en desmayo, siempre delante de los objetivos. Sin embargo, el exceso de celo de Sarkozy también le ha jugado malas pasadas, como cuando la revista Paris Match trató de ocultar sus michelines, captados mientras remaba en un lago de New Hampshire, en EEUU. No sería aquel el último ejemplo de mal uso del Photoshop de la revista parisina con las fotos del mandatario.
Pero pese a la adicción a las cámaras de Sarkozy, su relación con los medios siempre ha sido tensa. El episodio de la CBS fue tan sólo el principio. La palabra 'imbécil' también fue la que le dedicó a otro periodista que le hizo una pregunta incómoda el pasado mes de marzo. 'Es usted un imbécil, perdón. Pero es simpático y joven', le espetó. En noviembre de 2010, tampoco pudo soportar las incómodas preguntas de un grupo de reporteros a los que terminó llamando 'pederastas'.
No sólo los periodistas han tenido que aguantar la ira de presidente francés. Una maquilladora de France 3 recibió una especie de clase de buenas maneras por parte de Sarkozy mientras ésta intentaba maquillarle antes de una entrevista. Con aire displicente, el jefe del Estado galo reprendió a la joven: 'Qué menos que cuando uno es invitado, pida un mínimo de educación', dijo al ver que nadie le respondía a su saludo. 'Esto es increíble, esto es muy grave, pero va a cambiar', añadía cada vez más airado. Con el mismo tono despótico insultó a un ciudadano que le negó el saludo en el Salón de la Agricultura. 'Apártate pequeño idiota', le dijo sin saber que el periódico Le Parisien estaba allí grabándolo todo. Quizás estas polémicas fueron la razón por la que un hombre trató de tirarle al suelo en junio de 2011 mientras saludaba a la multitud en Brax, al sur de Francia.
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