Cosmeticorexia o cómo las redes sociales y las 'influencers' arrastran a las jóvenes hacia una nueva obsesión
Las niñas y adolescentes se apuntan cada vez más pronto a la moda de los cuidados faciales, a pesar de ser contraproducentes para su propia piel.
Helena Celma
La piel es un órgano que necesita cuidados para estar sana y tener un buen aspecto. Se trata de una zona que está en contacto permanente con el exterior y la contaminación del aire y el maltrato al que está expuesta puede perjudicarla. Por lo tanto, no está de más que incorporemos ciertas rutinas de limpieza en nuestro día a día para tener la piel sana.
Pero estos cuidados pueden convertirse en un problema cuando estas rutinas se convierten en una obsesión, y más cuando estas llegan a una edad demasiado temprana. Este fenómeno recibe el nombre de la cosmeticorexia. "Exia" es un sufijo que en griego se usa para referirse a un "estado de", pero que hace referencia a un "trastorno" o "enfermedad".
Es un término de nuevo cuño que define una patología caracterizada por la adquisición y uso excesivo de productos cosméticos "antiedad" a edades muy tempranas (infancia y adolescencia), en niñas y jóvenes influenciadas por las recomendaciones sobre belleza a las que acceden mediante el uso de redes sociales, principalmente TikTok e Instagram.
Esta obsesión compulsiva por mejorar la apariencia a través de procedimientos estéticos provoca que cada vez sea más común ver a adolescentes, mayoritariamente mujeres, explicando su rutina de limpieza o aconsejando productos en la redes sociales.
Nuevamente, es el excesivo uso de las redes sociales que hacen hoy en día los menores lo que les expone a estas prácticas no recomendadas para su edad. No debemos entrar a juzgar a las chicas que hacen este tipo de vídeos, sino entender qué motivaciones pueden tener para hacerlo. Y, sobre todo, qué consecuencias pueden acarrear.
Los motivos tras la cosmeticorexia
Existen varias motivaciones que empujan a las adolescentes a recurrir a los productos de cosmética desde edades muy tempranas. Una de ellas, y quizá el principal motivo, es la influencia de las redes sociales. A nadie se le escapa que en estas plataformas se intenta mostrar una mejor versión de nosotros mismos, la mayoría de veces con fotos retocadas, muy alejadas de la realidad. Quitar estrías, eliminar arrugas, poner alguna pose en la que se nos vea más delgadas… Todo con el objetivo de que el resto de usuarios perciban una mejor versión de nosotros.
Esta “presión social” por salir bien en las fotos viene promovida especialmente por toda la publicidad y el marketing de grandes empresas de cosmética, que se lucran a costa de la autoestima y las inseguridades de millones de adolescentes. De hecho, informes internos de Facebook revelados por el diario Wall Street Journal revelaron que Instagram resultaba perjudicial para los adolescentes, en particular para las mujeres jóvenes.
Como resultado de este informe, la empresa británica Lush cerró sus cuentas de Instagram, TikTok y Facebook para “proteger la salud mental” de sus clientes. Esta noble acción no fue seguida por sus competidores, que siguen utilizando sus redes para promocionar sus productos. Las redes sociales son una vía en la que promocionarse y conseguir más ventas, y la industria cosmética no asume su responsabilidad en generar esta obsesión con el skincare entre las más jóvenes. El efecto que tienen sus mensajes sobre las adolescentes es perjudicial.
Además, estas rutinas de cuidado facial pueden esconder problemas más profundos relacionados con la autoestima. El hecho de buscar productos para mejorar la apariencia del rostro puede ser que quizá hay algo de nosotras que no vemos bien.
Hay que insistir en que mantener el cuidado de nuestra piel es algo positivo para cualquiera. Pero estas rutinas dejan de ser adecuadas cuando los productos que se utilizan no son adecuados para nosotros o lo hacemos de una forma compulsiva, hasta convertirlo en una obsesión. En pieles de adolescentes, lo necesario es tener una buena higiene y utilizar protector solar para evitar los perjuicios de los rayos del sol. Más allá de esto, una piel joven y sana no necesita nada más.
Aparte está el asunto del coste que supone la obsesión por la estética facial. Como casi todas las modas, esta también es una moda cara. Según datos publicados por la Asociación Nacional de Perfumería y Cosmética, en 2022 se alcanzó un récord en el consumo per cápita de estos productos: de media, 185 euros por año y persona, frente a los 170 que se gastaban en 2019. El dato refleja que el volumen de negocio ha aumentado de forma significativa.
En 2020 sufrimos la pandemia del coronavirus y esto paralizó al mundo entero. Pero también empezamos a utilizar permanentemente mascarillas, lo que en muchos casos producía sequedad y otros daños en la piel de la cara. Esto fue el detonante para que muchas jóvenes quisieran comenzar a mantener una buena rutina de cuidados, algo que fue aprovechado por algunas influencers que empezaron a promocionar vídeos de cuidados faciales. Y el target de muchas de ellas son jóvenes y adolescentes, muy influenciables en las redes sociales.
Afectaciones en la piel
Pero ¿qué le puede suceder a las pieles más jóvenes con el uso abusivo de estos productos? El problema es muy sencillo y claro: más que ayudar, lo que hacen es dañar la piel.
La edad biológica de la piel hace que esta no esté preparada para recibir determinados productos. Hay que tener en cuenta que la epidermis es más fina a edades tempranas y no ha recibido aún tanto impacto de los factores externos, por lo que la irritación puede aparecer con más facilidad.
Esto puede desembocar en un ciclo sin final, en el que las adolescentes se dañan la piel por el uso de productos químicos no aptos para su edad y, al comprobar los efectos dañinos de los mismas, recurren aún más a los cosméticos para eliminar las marcas.
Y más allá de la salud física, hay que tener en cuenta cómo puede afectar a la larga a la salud mental de las jóvenes. La 'cosmeticorexia' puede acabar condicionando nuestra vida, la autoestima y la propia percepción que tenemos sobre nuestra belleza, además de suponer un importante desembolso periódicamente. Además, este coste entre las jóvenes lo suelen asumir sus padres y madres, por lo que si estos cortan el grifo, además, se convierte en un problema para las relaciones intrafamiliares.
Como vemos, conviene alejar a los más jóvenes de las redes sociales, porque está demostrado que estas perjudican su salud; tanto la física como la mental. Y que nuestros jóvenes, especialmente ellas, dejen de mirarse tanto en el espejo de las influencers de las redes sociales, porque no son reflejo de su realidad. Tienen toda la vida por delante.