Juan Antonio Bayona: "La geografía de Los Andes ha sido mi desierto en 'La sociedad de la nieve'"
Este viernes se estrena la quinta película del director catalán en las salas de cine. Se trata del tercer largometraje sobre el mayor accidente aéreo de 1972 y está basado en la novela homónima de Pablo Vierci. Un día antes de ser descubierto por el gran público, reflexionamos con el cineasta sobre los entresijos de este trabajo que recupera la esencia de clásicos como Lawrence de Arabia.
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El reloj marca las 19.00 horas y por uno los balcones principales del hotel Urso se pueden ver las primeras luces de Navidad del barrio de Chamberí. En Madrid ya ha anochecido. Sobre una mesita de té del lobby bar reposan unas gafas junto a un jarrón de porcelana con flores carmesí y una manzanilla que ya se ha quedado fría. El propietario de los anteojos aparece enseguida con el rostro cansado y una sonrisa indisimulada.
Es Juan Antonio Bayona (48 años), el cineasta español de renombre internacional que debutó como director con El orfanato (2007) en Cannes y que ahora representará a España en la 96.ª edición de los Premios Oscar con La sociedad de la nieve. El proyecto que ha costado unos 60 millones de euros. Quédense con la cifra porque, como siempre sucede, los números importan. En este momento, sin embargo, todo pasa a un segundo plano. Bayona acaba de recibir una gran noticia y no duda en compartirla. Carlos Boyero, el crítico de cine más temido, ha alabado su nuevo filme en La Ventana, el programa de la Cadena Ser. "Ha dicho que le parece lo mejor que he hecho", dice aún incrédulo. "Creo que es la primera de mis películas que le gusta", añade entusiasmado.
Al fondo, suenan unas notas de piano y casi parece mentira que desde ese edificio histórico, construido en 1915 por José María Mendoza Ussía para albergar la antigua compañía vizcaína Papelera Española, vayamos a viajar con nuestra conversación hasta el Valle de las Lágrimas, una de las regiones más inhóspitas e inaccesibles de la Cordillera de los Andes, situada a más de 3.700 metros de altura.
Allí se estrelló, el viernes 13 de octubre de 1972, el Fairchild FH-227D, un vuelo chárter 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya que el día anterior había partido de Montevideo (Uruguay) para llegar a Santiago de Chile. Solo 29 de sus 45 pasajeros sobrevivieron al accidente. Entre ellos se encontraban 19 alumnos del colegio privado Stella Maris, que componían el equipo de rugby Old Christians Club. Iban a jugar un encuentro deportivo ese fin de semana y acabaron haciendo lo imposible por resistir 72 días a 30 grados bajo cero, sin ropa de abrigo ni alimento. Ahora, a un año del 50 aniversario de la tragedia, regresamos a la montaña junto a Bayona con un largometraje que se estrena este 15 de diciembre en cines, después de haber clausurado la 80ª edición del Festival Internacional de Cine de Venecia.
Su debut en salas viene acompañado por la polémica, ya que tanto Cinesa como Yelmo han decidido no proyectar la película. Estas cadenas reclaman un periodo más prolongado de exhibición antes del paso de este título a plataformas de streaming, pero Netflix reclama su exclusividad. Es el proyecto más importante de este año para la multinacional. Con todo, la distribuidora de la cinta, Tripictures, ha anunciado que se podrá ver en más de 30 ciudades, entre las que se encuentran Barcelona, Madrid, Valencia, Sevilla, La Coruña y Bilbao. Solo estarán en circulación 110 copias.
'Anatomía de una caída' y cómo se deconstruye la verdad
El próximo 4 de enero ya estará en streaming con el aval de una importante cosecha de galardones entre los que se encuentra el Premio del Público en la 71ª edición del Festival de Cine Internacional de San Sebastián y el mismo reconocimiento a la mejor película de ficción en la sección ¡Viva el cine! del festival de Mill Valley.
Las nominaciones no paran de lloverle en los últimos días. Es una de las grandes favoritas de cara a los Premios Goya, donde cuenta con 13 nominaciones. También está entre las cinco candidatas al premio a la mejor película de habla no inglesa en la 29.ª edición de los Critics Choice Awards, pero quizás el paso más significativo en su carrera hacia la estatuilla dorada más codiciada sea haber sido seleccionada en los Globos de Oro en esa categoría.
En ambos casos competirá con la francesa Anatomía de una caída de Justine Triet, que se ha llevado la Palma de Oro en Cannes y ha arrasado en los European Film Awards, donde se alzó con los reconocimientos a Mejor Película, Mejor Dirección, Mejor Guion, Mejor Actriz y Mejor Montaje. El reto es, cuanto menos, emocionante... Pero ahí acaba la pugna entre estas dos películas, ya que no comparten categoría en los Oscar.
A los ojos de los espectadores, las historias que sustentan estos dos largometrajes podrían no tener nada en común, pero bajo la trama subyace una tesis similar: los hechos se convierten en ficciones tan pronto como los relatamos. Si compramos este lienzo colectivo de subjetividades, aceptamos que la verdad absoluta es un objetivo inalcanzable. Al menos, casi tanto como encontrar el fuselaje blanco de una aeronave en la cadena montañosa más larga del planeta. "¿Qué quieres saber?" es la pregunta que da comienzo a la cinta de Triet y con ese interrogante arrancamos la entrevista con el director barcelonés.
"Hay que regresar al pasado sabiendo que el pasado es lo que más cambia", defiende la voz en off de Numa Turcatti, el narrador que ha escogido para contar esta gesta involuntaria de supervivencia. ¿Qué encontró entre los recuerdos divergentes de sus protagonistas?
Esa línea de guion tiene un doble sentido. De un lado, evidencia que la memoria trabaja de manera muy caprichosa y por esa razón, algunos recordaban los hechos de manera diferente a los otros; pero también queríamos reflexionar sobre la importancia de volver a contar la historia y recordar el pasado para buscar la forma de cerrar esa herida.
Los medios contaron lo que sucedió como la gran hazaña del siglo XX. Después llegaron 26 libros diferentes, documentales y dos películas: Supervivientes de los Andes, dirigida por René Cardona en 1976, y la conocidísima ¡Viven!, rodada por Frank Marshall en 1993. Era arriesgado embarcarse en un proyecto de esta envergadura con un suceso que no era desconocido para la audiencia y que algunos de sus potenciales espectadores pudieran descartarlo entre sus opciones de visionado por confundirlo con un remake. ¿Por qué apostó por esta historia?
Esto no es una actualización de ¡Viven!. La película se basa en el libro de Pablo Vierci, que fue compañero de colegio de los supervivientes. Él comenzó a escribirlo en 1973 y tardó 35 años en publicarlo [2008]. Yo lo leí antes de que se estrenase Lo imposible y me marcó. Fue uno de los textos que compartí con los actores para trabajar las emociones que provoca una tragedia como esa y durante el proceso de preproducción de la película, allá por mayo de 2011, mandé un email a Vierci y él fue quien me puso en contacto después con los supervivientes. Hablamos por Skype y en el 2017 nos reunimos para tratar de encontrar la manera de convertirlo en una película.
Sus relatos me provocaron un impulso doloroso al que podríamos llamar "culpa del superviviente", que ya estaba en los temas de El Orfanato. Aquella era una casa donde todos los niños habían muerto, excepto el personaje de Belén Rueda. Ella se había salvado fortuitamente y esa herida por cerrar es la que le hace preguntarse qué pasó realmente. Ese es justo el camino de vuelta a la montaña que hace Vierci con los supervivientes. Todos necesitan encontrar respuestas y el rodaje de la película se convierte en esa búsqueda.
Si las cuentas no fallan, ha pasado más de una década desde que se sumergió en esas páginas y decidió emprender otra lucha contra lo imposible. ¿Por qué ha tardado todo este tiempo en ver la luz?
El mercado no permite rodar en español una película con el presupuesto medio de Hollywood, porque considera que no va a tener respaldo en los cines. Es un suicidio comercial. No hay manera de hacer un largometraje así con actores desconocidos y una inversión de ocho o diez millones. Estaba claro que no podía sacarla adelante con esa financiación, pero era imprescindible contar esta historia con actores locales por su contexto social y cultural. Fue un proceso largo, pero al final apareció Netflix y hemos hecho las cosas como queríamos. Esta película supone volver a casa, con mi equipo y el reconocimiento de los compañeros. No hay mejor recompensa.
A lo largo de la promoción, ha citado en varias ocasiones a Jack London como referente. En concreto, un pasaje de En un país lejano que dice así: "El hombre que vuelve la espalda a las comodidades de una vieja civilización para enfrentarse a la juventud salvaje, a la primitiva sencillez del Norte, puede valorar su triunfo en proporción inversa a la cantidad y calidad de sus hábitos firmemente enraizados. (...) Sus apuros vendrán al aprender a modelar su actitud mental ante todas las cosas, y especialmente ante su prójimo. (...) Así, y sólo así, puede ganarse lo más preciado de todo: la verdadera camaradería". ¿Cómo se traslada esa ética del montañero a la película?
Cuando realmente se siente el sufrimiento en la cordillera, estás tan solo y tan desvalido que el compañero adquiere muchísima importancia. Ellos tenían entre 17 y 25 años, ni siquiera conocían la montaña, porque Uruguay es plana como un sello, y de pronto se vieron allí, abandonados por todos, masticando tabaco y hasta los cordones de los zapatos. En esos momentos, dependían absolutamente los unos de los otros y crearon una auténtica sociedad. Ante la muerte no hay lugar para el cinismo.
Hay una escena muy bonita en la que a Nando [Parrado] se le despega la suela de su bota en la caminata final hacia la cumbre. En ese contexto, ese imprevisto podía ser mortal, pero Roberto [Canessa] se quita un pañuelo y lo envuelve. Así lo solucionan. Ese arreglo demuestra que para sobrevivir dependemos del otro. El grupo lo entendió y fue capaz de encontrar luz en la oscuridad. Ese planteamiento tenía que quedar reflejado, pero sin escatimar al espectador la complejidad del relato. Esta historia tiene muchas aristas. Algunos se guardaron la energía más que otros y hubo quién dio hasta que no resistió.
A pesar de eso, La sociedad de la nieve nos reconcilia con nuestro instinto de supervivencia. ¿Hay algo más allá de la jauría cuando toca priorizar el seguir respirando?
Esto pasó y no se convirtió en El señor de las moscas. El dolor puede hacer que nos reconozcamos en el otro y ahí nace un sentimiento de empatía en el que uno entiende inconscientemente que cualquier compañero es tan importante como tú. En esa unión, todos tuvieron un papel importante; sobre todo los muertos, porque fueron los que permitieron que el resto siguiera en pie. Nosotros les hemos permitido devolverles la vida ahora con el protagonismo en el relato de esta película. De esa forma podrán calmar un poco de ese sufrimiento del superviviente del que hablábamos.
La antropofagia en una situación extrema tiene otra mirada diferente a la que se le otorgó hace cinco décadas, incluso a lo largo del desarrollo de este largometraje va variando el modo en que ellos se enfrentan a la carne. ¿Había una voluntad decidida de ahorrar al público los detalles escabrosos?
No. Nunca pretendimos hacer una versión Disney. En la película vemos cómo llegan hasta los huesos, pero ahí no está lo más importante. Daniel Fernández Strauch fue el primero que, en un acto de generosidad, se ofreció a hacer la labor que nadie más quería. Él trabajaba con reses y estaba acostumbrado a cortar la carne de los animales, pero no dejaba de ser una decisión dura.
En el libro de Vierci hay una frase que dice algo así como "lo que en principio parecía imposible, acabó siendo normal". Somos capaces de adaptarnos constantemente y dejar de darle importancia a cosas que, a lo mejor, son extraordinarias.
Sin embargo, no son pocos los que se resisten a creer en la bondad natural del ser humano y, quizás por eso, el crítico Roger Ebert escribió: "Hay algunas historias que simplemente no se pueden contar. La historia de los supervivientes de los Andes es quizá una de ellas". En este rodaje ha habido un esfuerzo por evitar la falta de credibilidad y los actores se sometieron a un proceso de adelgazamiento guiado por nutricionistas para reflejar esa pérdida paulatina de salud. Con todo, ¿cree que se puede repetir esa sensación de irrealidad?
Me interesa mucho la opinión de los demás para ver si realmente les llega lo que quiero contar. A nadie le gusta que sus películas se queden un discurso intelectual o en una especie de servicio personal. Aquí hay una historia que me conmovió profundamente, intenté comprender por qué y transmitírselo al público. A partir de ahí, cada uno puede hacer la interpretación que quiera.
¡Viven! contenía fragmentos en los que se empleaban términos como 'la comunión de la carne' e incluso los periódicos bautizaron lo sucedido como el milagro de Los Andes. ¿La sociedad de la nieve hace una secularización de ese discurso?
Dios está alrededor, en todas partes. Yo recuerdo que en una escena en la que Arturo Nogueira anhela unas piernas sanas y tiene que conformarse con consumirse mientras fuma, le decía a Fernando Contigiani, el actor que lo interpreta: "Tienes que hacerlo como si ese cigarrillo fuese Dios", porque para él estaba en ese refugio.
Muchos de ellos tenían fe y unas creencias católicas que he respetado, pero para mí hay una filosofía más espiritual de religiosa. Se trataba de encontrarse a uno mismo en la montaña y dejar atrás lo aprendido para adaptarse a las circunstancias.
Danny Boyle deja una línea en 127 horas que dice: "Todo lo que he hecho me ha traído hasta aquí". Jurassic World: El reino caído y la dirección de algunos capítulos de las series Penny Dreadful y Los anillos de poder le permitieron vivir el sueño americano. Sin embargo, parte de este largometraje se ha rodado en Sierra Nevada, en español y sin súper estrellas protagonistas. ¿Por qué optó por escapar de los esquemas de Hollywood?
Cuando eliges un proyecto, el siguiente va a ser siempre una reacción al anterior. Depende mucho del momento de ánimo en el que te encuentres y yo necesitaba reencontrarme con conmigo como director. Jurassic World me demostró que en los años que estás al servicio de ese engranaje, dejas de trabajar para ti. Aquí vuelvo a estar conectado a la emoción que me mueve para contar esta historia y eso me permite darlo todo.
El accidente es un punto clave en ese desmarque. El público se sumerge en el ruido del choque, hasta podemos escuchar cómo se quiebran de los huesos de una azafata de vuelo, pero no define el inicio de la historia. ¿Cuál era el objetivo de retrasarlo?
Fue lo último que rodamos. No queríamos darle un protagonismo excesivo ni hacer algo efectista. La película parte del planteamiento de que el espectador entre dentro del avión con este grupo de amigos y viva lo que ellos experimentaron.
Tuvimos horas y horas de conversaciones para intentar averiguar cuál era la esencia de esta historia y plasmarla con delicadeza. El accidente es un buen ejemplo. Nosotros habíamos hablado con las Fuerzas Áreas Uruguayas y sabíamos que se produjo por un error humano. Lo reconocieron, pero no sabíamos en qué consistía. Entonces optamos porque la cámara no entrara en la cabina del piloto por una cuestión de respeto. No quisimos especular con una situación que desconocemos.
Eso no quita que estemos ante una gran súper producción. La Academia de Cine Europea ha premiado a Laura Pedro por los efectos visuales con los que logra fusionar Los Andes con la sierra granadina sin croma. Este galardón podría ser un anticipo de muchos otros reconocimientos técnicos. ¿Cómo se logra una película visualmente apabullante sin sucumbir al exceso?
El paisaje está al servicio de la intimidad de los personajes. Ha sido así desde el cine clásico. Lawrence de Arabia es el mejor ejemplo. David Lean hace un desarrollo del protagonista y su relación con el contexto. No se puede entender el papel de Peter O’Toole sin Wadi Rum. En ese sentido, Los Andes se convirtieron en mi el desierto jordano, un lugar al que era importante ir para entender lo que sucedió. Cuando llegas allí, ves el tamaño de esas montañas, escuchas el silencio y experimentas el frío se te descompone el cuerpo. Se te secan las fosas nasales y pierdes la noción del tiempo.
Yo dormí en una tienda de campaña, muy cerca del sitio donde ellos estuvieron, en la misma época del año. Las autoridades nos advirtieron que se requería una adaptación de tres días por la altitud. Las prisas de la producción hicieron que estuviéramos uno menos y supe lo que es el mal de altura. La primera jornada que dormí allí pensé que había pasado la noche entera y cuando miré el reloj, me di cuenta de que solo había corrido una hora y media. Me encontraba fatal y eso que yo fui por poco tiempo y con ropa equipada para la situación.
Desde que estuve en Los Andes supe que era imprescindible transmitir esa geografía con la cámara, pero sin perder de vista que lo que funciona siempre es el personaje y las relaciones que establece. Esta película se llama La sociedad de la nieve precisamente porque va sobre los vínculos que crearon entre ellos.
Para lograr ese resultado se emplearon 140 días de rodaje con un equipo de 300 personas y se grabaron unas 600 horas. Después de eso, ha comenzado una tournée frenética con paradas en Londres, Berlin, Los Ángeles, Montevideo y Madrid. ¿Es más agotadora esta labor de relaciones públicas para triunfar en el Dolby Theatre?
Es un trabajo diario. Llevo dos meses viajando por todo el mundo para enseñar la película y hablar sobre ella. Mi sensación es que realmente la película es la mejor herramienta, pero es verdad que hay que trabajar el doble porque es un largometraje en español y con actores desconocidos que compite con Bradley Cooper. Cuesta mucho entrar ahí, pero nos esforzamos más todavía si cabe. La mejor parte viene cuando consigues llegar al público el público y responde muy bien. Eso ayuda, porque a veces es agotador, pero en la mayoría de las ocasiones es agradable pasearse por el mundo con la película.
Hace un año anunció en el Festival de Cine Europeo de Sevilla que su próximo proyecto será una adaptación en el cine de A sangre y fuego, de Chaves Nogales. ¿Está preparado para enfrentarse a la polémica?
No estoy seguro de sí será el siguiente, todo dependerá de cómo vaya esta película y si me resulta más fácil encontrar la financiación, pero estamos trabajando en ello. Es terrible que en España casi no se estudie la Guerra Civil en los colegios y este libro, a pesar de ser bastante desconocido para la mayoría, tiene una visión humanista extraordinaria y está tan bien relatado que me siento protegido por el propio texto.
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Con esa reflexión, se despiden el director y la periodista. Después de 30 minutos de charla incesante hay un silencio que precede a la partida y entonces queda flotando en el aire la afirmación de la ocupante de una mesa colindante a la suya. "Mi madre siempre decía que hay que vivir cerca de Ponzano y del Corte Inglés", rememora la extraña. Este instante de conversación ajena les devuelve a la ciudad. Es posible que uno de los supervivientes del accidente tenga razón cuando concluye en la película: "Aquí, los extraños somos nosotros".