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Vientres de alquiler"Los vientres de alquiler son trata de personas para la explotación reproductiva"
Toño Abad y Eduardo Aguayo son dos claros exponentes del activismo LGTBI contrario al alquiler de vientres. Ambos –padres adoptivos y en acogida con sus respectivas parejas– creen que la paternidad no es un deseo, sino un derecho de los menores a tener familia. Dejan claro que usar a las mujeres pobres para ser padres es ser cómplice de violencia de género.
Nuria Coronado Sopeña
Madrid--Actualizado a
Frente al lobby de cierta parte del colectivo LGTBI y de la propuesta legislativa de Ciudadanos por mercantilizar el cuerpo de las mujeres –una práctica prohibida en España junto a 121 países, entre los que se encuentra Francia con Emmanuel Macron a su cabeza–, hay dos nombres como los de Toño Abad y Eduardo Aguayo que suenan a feminismo sin apellidos y que luchan sin descanso contra esta opresión del patriarcado.
"No en su nombre”. Con esta sencilla pero contundente declaración estos dos reconocidos homosexuales combaten la explotación reproductiva para evitar que se sigan pisoteando los derechos humanos de la mitad de la población. Ambos tienen claro que la estrategia de la “demanda social” argumentada por Ciudadanos para presentar en el Congreso de los Diputados una propuesta legislativa a favor de los vientres de alquiler solo responde a dos intereses: los de una industria que mueve 6.000 millones de dólares al año en todo el mundo y que ahora quiere convertir a nuestro país en el paraíso del turismo reproductivo del low-cost, y el egoísmo de quienes no entienden que los deseos individuales de ser padres nunca están por encima del Derecho.
Y es que, según los datos aportados desde el propio Gobierno, los bebés nacidos de una madre de alquiler en el extranjero y registrados en España entre 2010 y 2016 solo representan el 0,03% del total de bebés nacidos en España. “Si tomamos por el contrario la cifra más optimista ofrecida por los partidarios de esta aberración, es decir, los 1.000 bebés subrogados al año, y los enmarcamos en el total de nacimientos en 2017 (393.181 bebés), encontramos que el porcentaje de bebés comprados apenas alcanzaría el 0,25%. Con estas cifras, ¿en serio podemos hablar de demanda social?”, se pregunta irónicamente Ana Trejo, fundadora de Stop Vientres de Alquiler.
De oprimido a opresor
Con esta perspectiva y estos datos en la mano, Abad y Aguayo luchan desde el propio colectivo LGTBI para evitar que el lobby que pretende regular dicha explotación reproductiva siga ganando adeptos. No quieren que quienes han sido oprimidos social e históricamente ahora pasen a ser opresores al apoyar esta práctica.
Según Toño Abad, “la sociedad actual tiende al borrado de la memoria de las luchas y de las conquistas sociales. Si además se suma a que estas conquistas son gracias al movimiento feminista, el patriarcado no solo invisibiliza lo conquistado y quien lo ha hecho posible, sino que además adultera el relato para mantener el sistema de privilegios. Simone de Beauvoir decía que “el opresor no sería tan fuerte si no tuviera cómplices entre los oprimidos”. Y esto es una constante que se dan en todos movimientos por la liberación: en la mujer, en la causa de las personas afrodescendientes, la esclavitud, la prostitución, los derechos LGTBI. Nos han convencido de que nuestros problemas no son el machismo, la xenofobia, el racismo o la lgtbifobia, que son otros. Y las personas en general no tienen una conciencia de lucha colectiva a pesar de que sin lucha colectiva (sindical, feminista o social) no habría derechos”, explica.
Por su parte Aguayo cree que “cuando los privilegiados no somos conscientes de nuestros privilegios es fácil convertirte en opresor. El tema de los vientres de alquiler es relativamente reciente y sin la suficiente pedagogía y campañas que promuevan la adopción y acogimiento acompañadas de ciertas reformas que los faciliten es fácil caer en aquello que nos quieren vender, mujeres supuestamente altruistas con las que muchos intermediarios se benefician por intereses que nada tienen que ver con los derechos de las mujeres y los menores”, comenta.
Pero ¿cómo es posible que una parte de los homosexuales no sean conscientes de ello y aboguen por el alquiler de vientres? Para Aguayo “dentro del colectivo y gracias al trabajo de los movimientos de izquierdas cada vez más gente asocia esta práctica con el neoliberalismo más feroz. Dentro de mi círculo somos cada vez más los que estamos en contra”. Por su parte, Abad cree que“no podemos hablar del colectivo sin reflexionar en torno a qué es dicho colectivo. Lo que hay es un movimiento asociativo perfectamente organizado que en su mayoría está posicionado o se está posicionando en contra de los vientres de alquiler, ya lo han hecho entidades como Lambda en Valencia y en otoño lo hará Diversitat en Alicante”.
"Dentro del colectivo LGTBI cada vez más gente asocia los vientres de alquiler con el neoliberalismo más feroz"
Para el presidente de la asociación alicantina la dulcificación de la explotación reproductiva viene de todo el trabajo realizado por las agencias de alquiler de vientres que ha ido calando durante años entre los homosexuales. “Han ido encajando mensajes publicitarios mostrando la belleza y la perfección de la familia como un símbolo de la realización personal. Esto es falso. No hay que tener descendencia biológica para merecer ser aceptadas como ciudadanía de primera clase. Además, aquí se juega con un componente normalizador de la familia: si tienes descendencia genéticamente parecida vas a ser mejor aceptado. Ni es cierto, ni la familia debería entenderse así”, remarca.
Varones privilegiados y con proyección mediática
El posicionamiento de ambos activistas no ha sido un camino de rosas. Las amenazas de muerte, los insultos y el vacío de parte del colectivo han estado y están en su día a día. “Soy activista LGTBI y asumo los insultos y las amenazas como parte de mi actividad social, es la cara mala de lo que hago. Estoy convencido de que ha merecido muchísimo la pena porque hemos abierto un camino. Pero hay que continuar y, sobre todo, que se oiga nuestra voz. Porque dos o tres docenas de personas –en su mayoría varones privilegiados, económicamente muy potentes y con mucha proyección mediática– han comprado bebés en el extranjero y nos vinculan a esta forma de explotación. Hay un movimiento muy fuerte, intracolectivo, formado por hombres, que nos oponemos radicalmente a esto. Y nos oponemos a que para ser aceptados tengamos que ser padres biológicos a través de una transacción mercantil. Así mismo también me opongo a que se diga que posicionarse en contra es homofobia, porque nos beneficiaremos también los gais. Eso se llama manipulación”, recalca Abad.
"Nos oponemos a que, para ser aceptados socialmente, tengamos que ser padres biológicos a través de una transacción mercantil"
De manipulación también puede hablar largo y tendido Aguayo (padre de dos niños adoptados). Se marchó de la ejecutiva de Galehi por negarse a formar parte de una asociación convertida en lobby provientres. Él optó por la adopción. “Fue un proceso de autodescubrimiento feminista, que coincidió con la llegada a casa de mi hija, en ese momento descubrí que mis luchas deberían ser los derechos de ella como niña negra y los derechos de los miles de niños que hoy en día viven en centros de menores en nuestro país, cuál fue mi sorpresa que aquello que yo veía como obvio no era percibido por mi círculo, en cuanto expresé mis primeras dudas de una manera sigilosa muchas personas me empezaron a hacer el vacío, e incluso en privado alguno me confesó que era por mi posicionamiento contra los vientres de alquiler. Esto me reafirmo en mi postura y fue cuando empecé a escribir artículos con mis primeras ideas, coincidió en el momento en el que en España empezaba el debate, a partir de ahí fue aún más feroz en redes. Viéndolo en perspectiva es una de las cosas de las que más orgulloso me siento de haber hecho, a veces la vida te da la oportunidad de hacer una declaración de intenciones que sirve para crear un mundo más justo, aunque el costo sea elevado. Mis hijos ya van siendo conscientes de las opciones que tuvimos y sé que en el futuro sabrán de sus padres y de nuestra contribución a ayudar a los menores en situación de desamparo en centros de acogida”, comenta.
Precisamente por esa situación con Galehi, Aguayo se afana “en hacer pedagogía en mi círculo antes de que tomen la decisión, igual que hicieron conmigo otras familias acogedoras, intentar que se tome la decisión más ética. En cuanto a señalar, todo aquel que se expone en el ámbito público está expuesto a crítica, igual que lo estoy yo. Muchas veces he sentido cierto clasismo por parte de ellos, me recuerdan a ciertas familias heterosexuales de esas antiguas, de familia bien, que yo por donde procedo siempre veía como extrañas y algo impuestas. Imagino que es una manera de entender la vida que no se ciñe a tener hijos, sino que va más allá. No es vergüenza más bien es rechazo a aquello en lo que no me quiero convertir”, recalca.
Para este padre el tema de fondo es que quienes abogan por la explotación reproductiva solo quieren hijos e hijas biológicos y muchas veces a su medida. Es triste que el colectivo que más ha luchado por la diversidad en muchos casos estemos en contra de ella en nuestras propias familias. A mí me han llegado a decir un hombre que él prefería ser padre por 'gestación subrogada' porque no quería que le señalaran a él y a su marido por la calle por ir con dos hijos no biológicos. Por parte de los lobbies defensores de los vientres de alquiler, tenían claro que somos un colectivo que estamos acostumbrados a dar la cara por causas que sentimos nuestras y nos han vendido esto como una causa más. Para darle una visibilidad que no obtendrían con personas heterosexuales que por otro lado son la inmensa mayoría que alcanzan su deseo de ser padre a través de esta técnica”, comenta a Público.
"Quienes abogan por la explotación reproductiva solo quieren hijos e hijas biológicos y muchas veces a su medida"
Abad no cree que una manera de combatir la situación sea señalar a los compradores de bebés. Considera que es mejor denunciar las situaciones. “Me hago una pregunta ¿saben las personas que acuden a estos países a acceder a la explotación reproductiva que están ejerciendo violencia contra mujeres en situación de desprotección? ¿Son conscientes de ello? O por el contrario ¿son una pieza más del engaño publicitario que supone el acceso a estas prácticas? La reflexión por parte del activismo tiene que ser la denuncia de la práctica, del explotador y sobre todo del sistema que lo permite. Dicho esto, una vez existe la información y está en el debate público, quien lo haga tiene que entender que hay una resistencia muy fuerte, legitimada en la ética, y que lo que están haciendo no está bien en ningún caso”, resalta.
Neoliberalismo y proxenetismo reproductivo
En cuanto a si el deseo de la minoría homosexual sumado a los intereses económicos y políticos de Ciudadanos es una mezcla más que explosiva y peligrosa para España, Abad lo tiene muy claro. “Lo vemos con la prostitución y lo vamos a empezar a ver con el alquiler de úteros. Hay un proceso de deshumanización de la mujer, determinándola como la gestante para disociar a la persona de su rol reproductivo. Para despojar a la mujer de su humanidad. Y esta es la antesala de convertir la maternidad en un negocio lucrativo. Es la privatización de la reproducción. Y donde unos ven interesadamente libertad para negociar, otros vemos un atentado contra los derechos humanos, la integridad física y moral de las mujeres, su dignidad, su libertad y su derecho a la igualdad. Paralelamente al vaciado emocional de la maternidad se consagra interesadamente la paternidad como un derecho, elevando un sentimiento legítimo a una exigencia sobre terceras personas. Esto no es un fenómeno neutral, tiene la finalidad de armar un discurso para utilizarlo económica y políticamente. Tenemos la hegemonía ética en este debate, no la perdamos ni nos distraigamos”, argumenta.
"Hay un proceso de deshumanización de la mujer; es la privatización de la reproducción"
Una maniobra de distracción que según Aguayo se escuda en un falso feminismo que no se puede permitir. “Quienes se sirven de escudarse en el feminismo es porque no son feministas. Son infiltrados del feminismo, muchas veces conscientemente, otras porque se les ha vendido un concepto neoliberal de satisfacción de los propios deseos que nada tiene de feminista, la publicidad con supuestas mujeres deseosas de engendrar es muy fuerte. Hace falta una capacidad de reflexión e interés de investigar que desgraciadamente la mayoría no tiene, estamos en la sociedad de lo inmediato y del mensaje fácil”, dice.
A esto Abad añade que Ciudadanos ha irrumpido en el panorama político destruyendo consensos sociales logrados más allá de ideologías políticas. “Ponerle la etiqueta al feminismo de liberal para atraérselo a un partido es un uso instrumental. Como es una instrumentalización negar la violencia de género y llamarla violencia intrafamiliar, que es lo que hace VOX. No veo diferencias entre ambos en relación con el feminismo, porque ambas son formas de negar la lucha por los derechos, desvirtuarla y utilizarla. Estas tácticas partidistas no funcionan porque el feminismo es una teoría política que va más allá de los partidos y de las personas, es un movimiento de liberación que representa los valores más altos de una sociedad que quiere lo mejor para sí misma y es una herramienta potentísima e imparable de transformación social en marcha. Han hecho lo mismo en el Orgullo, irrumpieron para patrimonializar y colgar etiquetas, cuando es una lucha transversal. Utilizan nuestras causas para visibilizarse. Y les da igual el coste que eso tiene porque ni son feministas ni son proLGTBI. Lo único que ven son votos y negocio. Tenemos que denunciarlo”, añade.
Ante tal panorama Abad y Aguayo creen que solo hay un camino. Y es el de seguir impulsando a España como la abanderada contra el alquiler de úteros.
“Nuestro país tiene que liderar la revolución feminista. Y tiene que hacerlo desde los consensos sociales establecidos, tendiendo alianzas y sumando a la causa a todas las partes implicadas. No tiene sentido una causa que se encierra en sí misma y el feminismo es universal, internacional e inclusivo. Con la privatización y comercialización de la maternidad nos enfrentamos a un reto que es la globalización. Tenemos que lanzar un mensaje a Europa, primero, y al mundo después, de que los vientres de alquiler son una forma de trata de personas con fines de explotación reproductiva, igual que la prostitución es una forma de trata con fines de explotación sexual. Este será un mensaje que quedará para las generaciones del futuro y que tenemos que dejar como legado. Son luchas paralelas y similares y los fracasos de la lucha contra la prostitución tenemos que convertirlos en éxitos en la lucha contra los vientres de alquiler. Si no aprovechamos lo aprendido no conseguiremos nada”, finaliza Abad.
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