Este artículo se publicó hace 4 años.
Venta de oroVenta de oro y joyas, un valor refugio en el que la necesidad supera lo sentimental
Los establecimientos abren de forma paulatina y los usuarios empiezan a pedir cita para vender sus joyas. La crisis del coronavirus recuerda lo sucedido en 2008, cuando decenas de tiendas de compra y venta de oro inundaron las calles de una población con serias dificultades económicas.
Madrid-
La compra y venta de oro es un indicador de la situación económica de una familia. La persona que se acerca a vender sus joyas a la tienda de la esquina lo hace por razones tan comunes como no poder pagar el alquiler, la letra del coche o porque necesita dinero inmediato para comprar comida.
Tras el boom de estos comercios después de la crisis de 2008, se abre un nuevo estadio para que las familias con menos recursos se deshagan de sus joyas, si es que no lo hicieron antes. Esta realidad de extrema necesidad ha desembocado en que compradores de oro se desplacen durante el confinamiento a casas de particulares que necesitaban vender este material cada vez con menor carga sentimental.
El precio de este metal precioso se sitúa en máximos históricos, tanto en España como en veinte divisas diferentes
La incertidumbre económica motiva que el oro se erija como el mayor valor refugio. De esta forma, el precio de este metal precioso se sitúa en máximos históricos, tanto en España como en veinte divisas diferentes, además de que "los analistas no descartan que también suceda respecto al dólar", comenta Tomás Epeldegui, el director de Degussa, la mayor compañía en Europa en comercialización de oro físico de inversión.
Una escala menor es la que maneja Elia Aguilera, que regenta una tienda de estas características en el barrio de Sevilla Este desde hace 11 años. "Ahora hay menos oro porque, además de que en cierta forma ha pasado de moda, la gente invierte mucho más en tecnología; si tienes 800 euros te compras un móvil nuevo, no joyas", agrega esta profesional.
La comparativa es ineludible. ¿La crisis económica que se avecina hará que las familias vuelvan a vender su oro para conseguir dinero rápido igual que sucedió en 2008? La incógnita no tiene fácil solución dado el estadio tan temprano de la crisis, pero sí se pueden entrever algunas respuestas que dilucidan el futuro más próximo.
"Durante este tiempo la cantidad de oro en el mercado se ha ido reduciendo, la mayoría de tiendas han cerrado y nuestro servicio es más bien residual", continúa Aguilera.
La sevillana argumenta su tesis diciendo que el producto se ha encarecido mucho, por lo que acceder a comprarlo en más difícil. Es decir, "se consume menos oro, así que las familias tampoco tienen muchas reservas en sus casas, lo que redunda en el mercado de la compra venta", en sus propios términos.
Diferencias en el comportamiento del público
El comercio de Aguilera está ubicado en un barrio sevillano de renta media, al igual que el de Esther Canela, en el Eixample barcelonés. Dueña de Inveror 18K, esta última profesional agrega que los meses previos a la pandemia la gente que se acercaba a vender oro no era por tener una necesidad extrema de liquidez: "Seguramente lo hacían porque lo guardaban en sus casas, o de herencias acumuladas, y con la subida de su valor se lo quitaron de encima", matiza.
Para su sorpresa, apenas han sido cuatro las personas que han contactado con ella los dos días que lleva abierto su negocio. "No sé por qué será. Quizá es porque a las familias necesitadas y que podrían valorar como recurso vender sus joyas, simplemente es que no tienen, porque entiendo que harías cualquier cosa por salir de una situación tan extrema como no tener nada de dinero pero sí oro", narra Canela.
Diferente es la experiencia que cuenta Fernando Illanes, encargado de la empresa Oro Exprés, una marca que cuenta con 79 establecimientos en la Península Ibérica. Su historia particular se remonta a 1989, cuando empezaron en el sector de la joyería, hasta llegar al 2008, momento en el que se iniciaron en la compra y venta de oro.
Así lo explica él mismo: "Las circunstancias en 2008 eran propicias para agrandar el negocio porque bajó la venta de metales preciosos en las joyerías, la gente necesitaba vender oro y se produjo una revalorización del mismo", explica el empresario para condensar la situación pasada como una unión entre "necesidad y crecimiento continuo".
Empieza la necesidad de dinero inmediato
Doce años después las cosas han cambiado. "Muchas tiendas han cerrado, sobre todo entre 2008 y 2012, porque sus gerentes eran personas sin experiencia, así que el sector está mucho más profesionalizado", comenta Illanes desde A Coruña. Pese a ello, también explicita que las necesidades de la gente no han variado demasiado.
Comer, hacer frente a las facturas y pagar el alquiler es algo que poco entiende de crisis. "Durante el confinamiento nos ha llamado mucha gente y hemos ido a sus casas a comprarles el oro que nos ofrecía porque necesitaban dinero inmediato para dar de comer a sus hijos", confirma el gerente.
Según su testimonio, la gente empieza a llamar a los comercios para pedir cita previa y acercarse a vender sus joyas
Del mismo modo, la perspectiva de este comerciante con casi ocho decenas de establecimientos propios le sustenta cuando recalca que "se nota cierta necesidad que los usuarios no mostraban en febrero. Ahora venden oro personas que no han cobrado el ERTE, que las han despedido o que tienen un pequeño negocio y ven severas complicaciones económicas", en sus propios términos.
Según su testimonio, la gente empieza a llamar a los comercios para pedir cita previa y acercarse a vender sus joyas, aunque remarca que "a diferencia de 2009, el número de clientes es más reducido pero la cantidad que venden es mayor, quizá porque la gente media, por decirlo de alguna forma, ha acumulado los materiales hasta ahora, cuando no tienen otro remedio que venderlos".
No solo han cambiado las dinámicas en el corto plazo, sino también las intergeneracionales. "El apego sentimental a las joyas apenas existe. En el caso de las herencias, quizá se quedan un anillo especial, pero el resto lo venden, aunque sí hay gente que prefiere optar por la venta recuperable", comenta Illanes.
Similar es la opinión de Aguilera, que desde Sevilla defiende que "las joyas no dejan de ser algo material y, si la necesidad aprieta, la gente es práctica". Del mismo modo, el paso de los años ha hecho que el público sea menos reacio a estas transacciones porque "la gente ha perdió la vergüenza", en palabras del comerciante gallego.
El oro en hombres y mujeres
La cultura, como en todo, también está presente en este terreno. Según Illanes, los porcentajes de mujeres y hombres que se acercan a los establecimientos a vender sus joyas se sitúa en un 60 y 40 por ciento, respectivamente, "debido a que las mayores poseedoras de oro son ellas", agrega.
En este sentido, los datos son contrarios atendiendo a las cifras de Degussa, que se dedican mayormente a la compra y venta de oro de inversión y que ha experimentado un importante crecimiento en las transacciones online durante el mes de marzo, con un mayor registro las efectuadas desde Madrid, Barcelona y Sevilla.
Según sus datos, en el tercer mes del año los clientes fueron un 32,7 por ciento mujeres y los hombres el correspondiente 67,3: "Yo creo que se puede deber a que, normalmente, la cabeza visible de una unidad familiar es el hombre", explica Epeldegui.
La "democratización" del oro
Respecto al perfil del vendedor, todas las fuentes consultadas coinciden en que es altamente diverso, desde estudiantes a jubilados, independientemente de su nivel de estudios y clase social. El director de Degussa, además, asegura que pese a estar ubicados en el barrio de Salamanca, donde las rentas son altas, los clientes que se acercan al comercio son de diferentes ubicaciones de la capital, incluso poblaciones periféricas.
El desarrollo y "democratización" de este sector ha hecho que Epeldegui no esté de acuerdo con el mito de que el oro es para los ricos, ya que "cualquier ciudadano con cierta capacidad de ahorro puede invertir desde un precio mínimo de 150 euros".
Ahí es donde surge la confrontación entre quién vende oro por considerar que ya ha conseguido la revalorización buscada y quién lo hace por necesidad imperante; una situación que se medirá por el número de personas convertidas en carteles amarillentos en la Puerta del Sol y los negocios con llamativos eslóganes dorados que se abran exclusivamente para este tipo de comercio.
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