Este artículo se publicó hace 6 años.
Tierra adentroKarlos Zurutuza: "Los guardacostas libios son parte del negocio del tráfico de personas"
El periodista donostiarra relata en 'Tierra adentro" la convulsa transformación en un Estado fallido de la Libia que Gadafi gobernó con puño de hierro hasta 2011. Un territorio donde la ley es impuesta por milicias armadas tras una guerra civil que tambié
Madrid--Actualizado a
Se habla mucho de Libia últimamente, aunque lleva desde 2011 siendo el principal puerto de salida hacia Europa para los migrantes de África. Ahora que la Unión Europea y la ultraderecha italiana han conseguido bloquear el Mediterráneo central y que las llegadas de pateras a Italia se han reducido un 80%, los guardacostas libios operan a sus anchas en sus aguas y en las internacionales, ya sin apenas "testigos incómodos", como se refiere a las ONG de rescate en el mar el periodista Karlos Zurutuza (Donosti, 1971).
Pero, ¿quiénes son realmente esas personas que, con barcos y equipamiento proporcionados por la UE, devuelven a miles de migrantes al lugar del que sólo quieren poner tierra de por medio? Zurutuza responde con imagen que ha tardado años en confeccionar. "Son un contingente hecho de la noche a la mañana con los restos de la flota libia que quedó diseminada por las grandes ciudades de la costa tras la guerra de 2011", precisa en conversación con Público. Unas ciudades donde "se impone la ley de las milicias armadas que quedaron tras derrocar a Muamar Gadafi y que desde entonces empezaron a operar en connivencia con las mafias del tráfico de personas", explica el autor de Tierra adentro. Vida y muerte en la ruta libia hacia Europa (Libros del K.O.).
"La UE e Italia sólo han puesto en nómina a las milicias más fuertes de Libia"
Zurutuza ha recorrido esas ciudades desde que cayó Gadafi y las retrata en una competa crónica de lo que es Libia hoy en día, "un país sin Estado, en descomposición desde 2011 y con tres Gobiernos diferentes sobre el papel, numerosos grupos armados y donde la seguridad no existe", salvo contadas excepciones, apunta.
Un territorio de seis millones de habitantes, 140 tribus diferentes, las mayores reservar energéticas de África y nadie que lo controle. Un caldo de cultivo perfecto para "todo tipo de contrabando", desde el combustible en bodegas de antiguos pesqueros hasta migrantes subsaharianos. Un "negocio del que sacaban tajada los guardacostas libios. Si el traficante quería que su barca cruzara tenían que pagar una mordida a la milicia que controlaba las embarcaciones de los guardacostas, sólo se interceptaban las de quienes no habían pagado la mordida", expone. "Ése el es contingente que entrena, equipa y financia la Unión Europea", resume.
En su libro deja claro que Libia no fue sólo una país de tránsito de migrantes, "había ya muchos antes de la guerra que llevaban décadas regentando negocios o trabajando en el país. De repente se vieron en la tesitura de huir y de decidir si querían volver a casa o salir hacia Europa para seguir enviando dinero a sus familias", explica.
Un drama humano de dimensiones catastróficas, que ha llenado con miles de cadáveres el fondo del mar y con millones de dólares los bolsillos de los traficantes de seres humanos. "Era un campo abonado perfecto para las mafias, si no, los inmigrantes irían por Argelia, pero allí hay Estado, policía, militares y control de fronteras. Libia es un agujero negro en el norte de África que se ha convertido en un embudo de subsaharianos hacia Europa", resume el periodista.
Centros de detención, centros de sufrimiento
Un embudo que, ahora, parece haber dado la vuelta y que escupe a los migrantes interceptados a los centros de detención oficiales, en el mejor de los casos. "Luego están los no oficiales, sitios que usan las mafias para secuestrar a esta gente y pedir un rescate a sus familias. Nadie tiene acceso a esos centros, sólo se han filtrado vídeos con teléfonos móviles como el de la CNN", afirma.
"Todos los centros de detención son malos, eso es evidente"
Lo que no quiere decir en los oficiales no se comentan abusos, "todo muy opaco pero en alguno que visité, sin avisar de que iba, vi que al menos había comida, agua corriente y algún médico", destaca. "Todos los centros son malos, eso es evidente", zanja el periodista. Sin embargo, allí es a donde Europa envía a los migrantes imponiendo que sean los libios quienes realicen los rescates en el mar.
Golpes, secuestros, esclavitud y tratos inhumanos, escuelas convertidas en cárceles de negros, personas que duermen en edificios abandonados, escondidos de los traficantes, funcionarios que siguen cobrando una nómina de una Estado que ya no existen o peluqueros subsharianos que aún mantiene su negocios en la "ciudad Estado de Misrrata". Zurutuza relata todo ello a través de testimonios que, "lamentablemente no puedes contrastar de ninguna manera porque todo es un caos", argumenta. O historias como la de los Enmascarados, una milicia bereber y atea que batalló para frenar la trata de personas en las costas de Zuwara y que acabó infiltrada por salafistas en 2016.
"¿Sabe alguien de la UE lo que está ocurriendo el Libia?", se pregunta el periodista a lo largo de la crónica que describe la corrupción, la violencia y la lucha por el territorio de las milicias a las que Occidente ayudó a derrocar al dictador. "Probablemente la UE eche de menos a Gadafi ahora porque hacía tapón migratorio igual que ahora lo hace Marruecos con España o Erdogan con Grecia", asegura Zurutuza, que incide en que sin él, Europa "no tiene con quién negociar".
Por eso vaticina un escenario similar al egipcio: "Un levantamiento popular derrocó a Mubarak, hubo elecciones y ganó quien no nos gustaba (a Occidente), así que pusimos a un dictador para que asegurara aquello. Ése es el escenario que le gustaría ahora a Europa, un hombre fuerte que se haga con el control del país como tenía Gadafi", y que para el periodista tiene nombre y apellido: Jalifa Haftar, comandante de las Fuerzas Armadas libias, rebelde contra Gadafi y con mucho poder en el este del país.
Mientras llegada el militar que quiere Europa, Zurutuza tiene claro que cualquier solución es un parche, "el agua saldrá por otro agujero", y señala que el aumento de llegadas de migrantes a Andalucía desde Marruecos no es una casualidad.
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