Este artículo se publicó hace 6 años.
Prostitución"La sociedad nos discrimina como mujeres y después, como prostitutas"
Ninfa lleva más de 15 años ejerciendo la prostitución. Denuncia que el Estado no le garantiza otras alternativas laborales y tampoco protege sus derechos.
Madrid--Actualizado a
“Rumana pelirroja (aunque a veces se tiñe de rubia), tiene buenos pechos (lo que más mola de ella) y es mona. La experiencia estuvo bastante bien, los precios normales; lo único que no la chupa sin condón. La tía se implica por encima de la media de las rumanas, se deja acariciar y creo que si le molas hasta disfruta”. Este es sólo uno de los mensajes que habitan en los “foros de puteros”, donde los hombres que consumen mujeres en prostitución intercambian sus experiencias y se hacen “recomendaciones”. “Si vas a Marconi sobre las 12, hay una rubia que, si la insistes, te hace un francés muy bueno acabando en la boca; aunque si te acercas a las callejeras de 16-17 años, de esas que no tienen papeles ni nada, y el chulo te deja, con 20 o 30 pavos triunfas”, señalan otros usuarios de la web. Las expertas feministas denuncian que la prostitución, que se encuentra en el limbo de la alegalidad en España, mantiene a las mujeres en un estado constante de vulneración de derechos humanos y que su legalización empujaría a todas a un “estado de desigualdad extrema”.
La autorización del Gobierno para una inscripción como sindicato de una organización de trabajadoras sexuales en Barcelona hizo saltar las alarmas del movimiento feminista. El PSOE se declaró abolicionista e implantó medidas en su programa para penalizar a los clientes de prostitución. Así lo recalcó el jueves Pedro Sánchez, quien aseguró que no daría respaldo “a ninguna organización donde se recoja la prostitución”. Pero las mujeres continúan viendo vulnerados sus derechos, exentas de protección legal y sin alternativas laborales para modificar su situación.
Los problemas de las mujeres ocupan el puesto 26 en cuanto a principales preocupaciones de los españoles
Ninfa, como se hace llamar en las calles del polígono Marconi (Villaverde), lleva más de 15 años ejerciendo la prostitución, desde que abandonó su país natal, Ecuador, en busca de un trabajo en España. A día de hoy, pertenece al colectivo AFEMTRAS y se considera una “trabajadora sexual”, pero denuncia que el Estado no le garantiza otras alternativas laborales y tampoco protege sus derechos. “La sociedad en la que vivimos es machista y nos discrimina como mujeres y después, como prostitutas”, afirma a Público.
“Los políticos no se posicionan ante los problemas que afectan a las mujeres porque saben que se meten en un campo de minas y se juegan el voto de una parte de la población”, sentencia la filósofa feminista Ana de Miguel. A pesar de que más de 50 mujeres fueron asesinadas por violencia machista en 2017, la violencia contra la mujer ocupa el puesto 20 en cuanto a preocupaciones de los españoles, situándose el paro, la corrupción y la política en general en los puestos principales, según los últimos datos del CIS. Los problemas que atañen a las mujeres ocupan el puesto 26.
“La lucha contra la prostitución no es en contra de las mujeres”
“Ninguna de las mujeres a las que has pagado quería estar contigo”. Así se dirigían a los demandantes de prostitución las integrantes de Towanda Rebels, Teresa Lozano y Zúa Méndez, en su campaña #HolaPutero. Una iniciativa que denuncia “uno de los principales pilares del machismo: que se legitime que los hombres compren el cuerpo de las mujeres”, explican las impulsoras a Público.
Pero las defensoras del sexo de pago como oficio no comparten esta teoría. “Atacar a todo aquel que se atreva a acercarse a las puertas de nuestro negocio también nos perjudica a nosotras”, afirma Ninfa. La portavoz de AFEMTRAS reivindica que “hay que perseguir a las mafias de la trata, pero también dejar que cada mujer haga con su cuerpo lo que quiera y considere, ofreciendo la prostitución entre un abanico de ofertas laborales”.
Las creadoras de Towanda Rebels insisten en que la legalización de la prostitución llevaría a un aumento de la trata de personas: “No hay suficiente oferta de prostitutas libres para cubrir toda la demanda de la Unión Europea y se potenciaría la esclavitud sexual”. Lozano y Méndez no han dejado de recibir amenazas a través de las redes sociales a raíz de sus vídeos y apuntan que su campaña “no es en contra de las mujeres” que ejercen la prostitución, sino para señalar al demandante y a la industria del sexo de pago.
Mientras, temas cruciales para el feminismo como la prostitución, la gestación subrogada y la pornografía continúan al margen de la agenda política
Además, destacan la falta de implicación de los partidos políticos frente a este problema social, que sitúa a España en el primer país de la UE en consumir sexo de pago. En este sentido, el 99,7% de los demandantes son varones. “Los partidos de izquierdas que luchan por la igualdad se basan en un feminismo neoliberal, pero sí defienden sus ideales en el plano económico”, concluyen.
La gestación subrogada, ¿una ley “altruista”?
Pero la prostitución no es el único problema que afecta al feminismo en torno al cuerpo de las mujeres. A pesar de que la gestación subrogada es ilegal en España, algunos partidos como el de Albert Rivera han puesto sobre la mesa el debate sobre la legalización de esta práctica, un modelo en el que aseguran que se primarían los derechos de la mujer gestante. El líder de Ciudadanos tacha esta ley de “altruista y garantista”. Un concepto que no comparte Pablo Iglesias, quien asegura que en este debate se debe anteponer “la dignidad humana”.
La Asociación por la Gestación Subrogada en España aboga por que sólo puedan ser gestantes mujeres con “ciertas garantías”: una situación socio-económica estable, que ya haya tenido un primer embarazo sin complicaciones y que presente un estado de salud favorable, tanto física como psíquicamente, según explica Aurora González, portavoz de la organización, a Público. La asociación asegura que no pretende “implantar en España modelos de regulación que provoquen que las mujeres recurran a la gestación por una motivación económica”, sino como una práctica “generosa”.
De Miguel denuncia que el Estado busca en la gestación subrogada una forma más de intentar acceder al cuerpo de las mujeres: “Ahora se debate si poner en venta a los hijos, porque las mujeres sirven para eso en la cultura patriarcal, para reproducirse”.
Para la filósofa feminista, la brecha que surge dentro del movimiento feminista ante estas cuestiones sobre las mujeres no es determinante, aunque persiste: “Una parte del feminismo está conectando con la idea hegemónica de que las mujeres están disponibles para dar placer sexual o gestar hijos para quien quiera. Así como hay barra libre de pornografía a disposición de los niños de diez años”.
“En las páginas de pornografía, incluirán la etiqueta de ‘porno feminista’ junto a la de ‘madre que me follaría’ para disimular el mandato de la sociedad patriarcal, que nos dice que nuestro cuerpo existe para satisfacer las necesidades de los hombres. Y nos hace creer que lo elegimos libremente”, sentencia. Además, “la venta y compra de nuestro cuerpo como si fuera mercancía no es una preocupación para nuestro sistema patriarcal porque supone un negocio muy lucrativo para nuestros políticos”.
La necesidad de un “recambio generacional”
Ante la escasez de medidas políticas efectivas frente a los problemas acerca de las mujeres, De Miguel aboga por un “recambio generacional” e insiste en incidir en la educación: “Reflexionemos sobre si pretendemos que la sociedad que queremos legar a nuestros hijos esté basada en los valores de un Estado proxeneta, en la que la vida de las mujeres esté sometida al hombre y no exista ninguna visión crítica sobre ello”.
La filósofa denuncia que detrás de la prostitución, la pornografía y la gestación subrogada “hay grandes empresas lucrándose”. “La libre elección individual legitima enormes desigualdades entre hombres y mujeres y desencadena la creación de sociedades de explotación, de las que se lucra el Estado y por ello no interviene; no interesa”, concluye.
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