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SelectividadSelectividad: tres días que pueden determinar lo que hagas durante los próximos años
Cansados e intranquilos. Así se sienten la mayoría de los estudiantes que a partir de esta semana se presentan a la Evaluación de Acceso a la Universidad (EvAU), más conocida como Selectividad. Sienten ansiedad, entre otras, por el estrés que supone tener
Arancha Ríos
Madrid--Actualizado a
“¡Que vais a rellenar un puto papel, coño, que no se ha muerto nadie!”, grita entusiasmado Ibai Llanos a los miles de estudiantes que se enfrentan esta semana a la Evaluación de Acceso a la Universidad (EvAU), la prueba que todos conocen como Selectividad. "De camino al examen quiero un poquito de alegría, que os pongáis una canción, que estéis felices", les recomienda el comentarista de eSports en un vídeo de su cuenta de Twitter.
Pero no es tan fácil. Es la primera vez que se sientan en un pupitre distinto al suyo para rellenar, en un ambiente colmado de nervios, varios exámenes para los que se han estado preparando durante todo un año. Después de horas y horas de estudio, tendrán que demostrar (aunque muchos dicen “vomitar”) todos los conocimientos que han obtenido en el instituto. Buscan sacar un nueve, un diez, un 11... sobre 14, según lo que quieran estudiar. Algunos lo consiguen. Otros se quedan a las puertas de la carreras con mayor nota de corte como Medicina, Biotecnología o Fisioterapia.
Cada situación y cada estudiante es un mundo. Están los que dicen sentirse tranquilos, los que vaticinan los nervios de la noche de antes y los que reconocen notarse bastantes alterados. Juan Méndez, estudiante madrileño de 17 años, confiesa ser de los últimos. “Sí que estoy nervioso porque estos exámenes determinan lo que vas a poder o no hacer en un futuro”, explica el alumno de Colegio Montserrat Fuhem. Pero los hay peores que él: “Hay gente que está agobiadísima, que me cuentan que tiene hasta pesadillas sobre la EvAU”.
"La orientación que he recibido ha sido una mierda"
Para Juan, el estrés que sienten los estudiantes parte, en buena medida, del sistema educativo. “La orientación que he recibido sobre la EvAU ha sido una mierda. Y lleva siendo así desde hace mucho tiempo… es tan mala que hace que te confundas aún más sobre cómo funciona”, explica enfadado. La fecha tampoco cree que sea la adecuada, porque después de hacer la evaluación de segundo de Bachiller, “no quedan ganas para hacer la prueba”. Dice que solo hay una cosa en la que coinciden todos sus compañeros, y es que están “hartos”.
A Alejandra Koeneke, doctora en neurociencia y profesora de Psicología en la Universidad Europea, le preocupa esa “hartura” de la que habla Juan. Cree que éste y otros sentimientos que saturan la atmósfera estudiantil se podrían erradicar si se impartiese una materia en gestión emocional. Este, considera, es el único antídoto para evitar que gente brillante “se quede rezagada por problemas de ansiedad o frustración”.
Lograr la gestión emocional
La Dra. Koeneke explica que entre las claves de la gestión emocional, hay una que es fundamental: la de conocerse a uno mismo. Para explicarlo, recuerda el refrán de “cada maestrillo tiene su librillo”, animando a los alumnos a organizarse “según sus necesidades académicas” y su forma de ser. Entre otras, está el saber cómo descansar (pues no a todos les relaja lo mismo) y cuándo hacerlo (pues no todos rinden de la misma manera según la hora del día). Es decir, que no hay rutina fija que sirva a todos.
Existe un punto de unión entre los estudiantes que sacan mejores notas: las actividades extraacadémicas
Sí que existe un punto de unión entre los estudiantes que sacan mejores notas: las actividades extraacadémicas. Son las prácticas que, como explica la Dra. Koeneke, “alimentan el alma”. Los alumnos que tocan algún instrumento, que practican algún deporte, que bailan, cantan, pintan o actúan, suelen ser mejores que el resto en el ámbito académico. “Les funciona porque se organizan mucho mejor el tiempo. Hacen que el estudio sea un 90 o 100% productivo. Mientras que los que no hacen ninguna actividad extraacadémica están horas y horas sentados sin estudiar, mirando por la ventana o usando el móvil”, explica.
Isabel del Pozo es un ejemplo. Esta sevillana de 18 años es deportista de alto rendimiento y quiere hacer Medicina. A menos de una semana para examinarse, se ha levantado a las siete de la mañana para participar en la regata de las ocho. Aunque hace poco que la ha acabado, cuenta por teléfono que a las dos tiene que asistir a una más. No le queda otra que estudiar entre regata y regata.
¿Y las notas? “Me las dieron hace dos días y me he sacado Matrícula de Honor”, afirma. “Lo que hago de normal es ir por la mañana a clase preparatoria para la Selectividad e intento aprovechar lo máximo posible. Después entreno a primera hora por la tarde de cuatro a siete, aproximadamente. Luego llego a mi casa y estudio hasta que aguante. Hay veces que es difícil porque estoy cansada, pero bueno…, hay que hacer el esfuerzo”, explica la estudiante del colegio Academia Preuniversitaria de Sevilla.
Miguel Sánchez, estudiante de 17 años del colegio Marianistas de Zaragoza, también está acudiendo estos días a clases de repaso por las mañanas. Se le escucha mucho más tranquilo y pausado: “No suelo estresarme. Yo qué sé, supongo que la noche de antes estaré más nervioso. Pero no suelo hacerlo”. “En el cole sí hay gente que va ocho horas a la academia, porque piensan que van a hacerlo muy mal, pero luego no será para tanto”, dice.
Pese a que es fácil aprobar, siguen nerviosos
Lorena Lampón, profesora del Instituto Siete Palmas de Gran Canaria, lleva 21 años dando clases. Destaca que en todos lo años “hay alguna una crisis ansiedad o algún niño o niña con problemas de nervios con llantos y vómitos”. La docente explica que les asusta “el que les examine alguien que no los conoce” al “salir de su zona de confort”. Además, muchos se sienten así de agobiados porque tienen la presión de sacar una nota de corte alta para entrar en las carreras que desean estudiar.
“No me parece bien porque puede ser que seas muy buena en la carrera que quieras cursar, pero luego no te llegue la nota de corte. Esto es porque para la hacer la media, también se cuentan las asignaturas de todo el curso”, explica Isabel Montón, estudiante del Colegio Ramón y Cajal de Zaragoza. “Por ejemplo, un amigo mío necesita un 13 para estudiar lo que él quiere. En Inglés tiene un cinco. Entonces, le resulta casi imposible llegar al 13. Además, la carrera la haría muy bien porque es lo que mejor se le da”, se lamenta Isabel.
Una cosa es segura: que aprobar la Selectividad es fácil. La prueba tiene un porcentaje muy alto de aprobados en todas las comunidades autónomas. Así lo demuestran los datos: el 95,34% de los estudiantes de Bachillerato superaron la fase obligatoria en la convocatoria ordinaria, según el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades. Aunque descendía, el porcentaje de alumnos que lo conseguían en la convocatoria extraordinaria también fue alto, con un 73,96% de aprobados.
Esto ocurre porque la EvAU tiene una parte obligatoria y otra optativa. En la primera, los alumnos se examinan de la lengua extranjera que hayan estudiado en Bachiller, Lengua castellana y Literatura, Historia de España y la asignatura troncal de modalidad correspondiente al itinerario de Bachillerato cursado. Es en la parte voluntaria en la que el alumno puede subir su media al tener la posibilidad de examinarse de hasta cuatro asignaturas más. Es decir, que esta segunda fase puede ayudar bastante al estudiante a que apruebe sin problemas.
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