La red de vecinos de La Manchuela que se organizó por WhatsApp para suplir la ausencia de transporte público
Cientos de personas de la comarca fronteriza entre Albacete y Cuenca forman parte del grupo donde los vecinos sin coche plantean sus necesidades de viaje, y aquellos que disponen de vehículo ofrecen sus plazas vacías.
Pascual Serrano
En la comarca de La Manchuela, fronteriza entre Albacete y Cuenca, los vecinos de esa España vaciada se han organizado frente al aislamiento al que están sometidos por la ausencia de transporte público. Situada relativamente cerca de la ciudad de València (a menos de hora y media), donde estudian muchos jóvenes y hacia donde gran parte de la población de esa zona emigró tras la llegada de la pandemia de covid-19, sus habitantes han visto desaparecer la línea de autobuses, único transporte público hacia el Levante.
El problema era especialmente preocupante para cientos de estudiantes que querían volver los fines de semana a sus pueblos y que se habían quedado sin transporte para hacerlo. De esa situación nació la idea de crear un grupo de WhatsApp en uno de los pueblos, Villamalea, uno de los municipios españoles con más historia cooperativista. En ese grupo, los vecinos sin coche plantean sus necesidades de viaje, y los que disponen de vehículo, cuando viajan, ofrecen sus plazas vacías para los que lo necesiten.
El pueblo, que el siglo pasado fue precursor de cooperativas vinícolas, de caja rural, de cultivo de champiñones o de cría de conejos, en el siglo XXI volvía a inventar un modelo de cooperación, ahora para viajar. Es verdad que existían aplicaciones del tipo BlaBlaCar o Amovens, pero ellos pensaron en otra propuesta centrada en su comarca y en sus necesidades, principalmente viajes de los pueblos de la comarca hacia Valencia.
Hay casi 400 personas inscritas en el grupo, donde se realizan en torno a 200 viajes al mes
Hoy son casi 400 las personas inscritas en el grupo, donde se realizan en torno a 200 viajes al mes. En el grupo coexisten desde estudiantes hasta familiares que van a recoger a los suyos y aprovechan para ofertar plazas a otros vecinos, o jóvenes de la comarca que trabajan en Valencia y aprovechan, cuando llega el fin de semana, para regresar a sus pueblos y llevar y traer a sus vecinos. El trayecto suele ser de unos 120 o 130 kilómetros y suelen pagar al conductor unos siete u ocho euros.
Uno de esos casos es Luci: "Me incorporé al grupo de WhatsApp cuando comenzó el curso escolar 2022-23 porque mi hija fue a estudiar a València y no había transporte público". "El proyecto me parece maravilloso", añade, "la gente sale o entra del grupo libremente en función de sus necesidades, la cuota por el trayecto es razonable, y hay una gran solidaridad. Es todo más humano que en las otras plataformas, un trato más directo y educado, menos tecnológico". Luci es profesora. Algunas veces recoge a viajeros cuando va a València a por su hija, y cuando no puede recogerla, solicita vehículo que pueda llevar a su hija.
Camilo es otro usuario habitual. Vive en una localidad de la periferia de València y con frecuencia visita su pueblo, Fuentealbilla, para encontrarse con sus amigos de la infancia y su abuelo, un trayecto de 130 kilómetros. La única opción de transporte público sería un tren al día hacia la ciudad de Albacete, que está a 45 kilómetros más allá de su pueblo, por lo que tendría que volver ese tramo hacia atrás, y tampoco hay transporte público. "Mucha gente me suele acercar a mi pueblo, aunque no sea su destino exacto, y si no, ya es fácil que un familiar o amigo te venga a buscar a cinco o diez kilómetros", explica.
El nivel de solidaridad es tal que resulta muy habitual que los conductores se desvíen cinco o diez kilómetros de su trayecto para dejar a los acompañantes si su pueblo no les pilla de paso.
La idea ha ido replicándose en otros trayectos, por ejemplo, desde La Manchuela a Albacete, es decir, en dirección contraria, donde la línea de autobús solo incluye un viaje al día y solo los laborables.
Sin duda, el proyecto es un éxito, pero por otro lado, es la muestra del abandono de la iniciativa privada que suspende líneas de autobuses cuando no son rentables, y de las administraciones que, mientras hablan de mejorar las condiciones de vida de la España vaciada, permiten que comarcas enteras queden aisladas por no tener transporte público. La realidad es que el hecho de que cientos de vecinos se organicen entre ellos para poder salir en vehículo motorizado de sus pueblos nos sitúa en un lugar más parecido a una región de África que a una comarca europea.
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