Este artículo se publicó hace 4 años.
¿Quiénes trabajan para que no nos falte el alimento?
Falta de equipos de protección individual, imposibilidad para cumplir algunas de las medidas sanitarias, cambios en el mercado, son algunas de las problemáticas a las que se enfrenta el sector alimentario. Agricultores, pescadores y ganaderos de Galicia, cuentan cómo han vivido esta crisis y lo que han hecho para poder seguir trabajando para que a la población no le falte comida.
En el puerto de Muros se lleva a cabo la subasta de pescado y marisco. Conforme llegan, los pescadores desembarcan las cajas. En la lonja utilizan mascarillas, las que han podido conseguir, que no están homologadas y en este espacio la distancia de seguridad resulta imposible de respetar. España ha sido uno de los países más golpeados por el nuevo coronavirus, hasta ahora siendo la segunda nación en el mundo con más contagios y el tercero con más fallecimientos. Para disminuir el ritmo de contagios desde el 14 de marzo, el Consejo de Ministros, aprobó la entrada en vigor del estado de alarma. Desde entonces la movilidad de la población fue limitada, permitiéndoles salir de casa sólo a comprar alimentos y fármacos.
Sin embargo, hubo sectores denominados "esenciales" que continúan su con su labor. Entre ellos, los que forman parte de la cadena de abastecimiento de producción de bienes y servicios, incluyendo por supuesto la alimentación.
Si bien los primeros días del estado de alarma los supermercados se vieron rebasados por la cantidad de personas que fueron a comprar, los días siguientes y hasta la fecha han permanecido abiertos y repletos de comida y bebida. Muchos españoles sólo salen de casa para ir al supermercado, y el abastecimiento de alimentos continúa.
Pero las personas que trabajan en la industria alimenticia viven una pandemia muy distinta. El personal en la agricultura, pesca y ganadería, tienen que cumplir durante la emergencia sanitaria con nuevas regulaciones estipuladas por el Gobierno. Sin embargo, no todas estas indicaciones se adecuan a su realidad. Sufren un desabastecimiento generalizado en el equipo de protección individual (EPI) y con el cierre de buena parte de la hostelería sus ventas se han vuelto impredecibles. Además, los precios y canales de distribución han variado y un reclamo generalizado es que los que tienen las mayores ganancias son los supermercados. Ante la incertidumbre, tanto sanitaria como económica, y el poco respaldo gubernamental, las personas que se desarrollan en esto sectores se han visto obligadas a buscar soluciones por sus propios medios para seguir trabajando para que a la población no le falte comida.
A continuación, personal de las industrias alimentarias en Galicia, relacionados a la pesca, agricultura y la ganadería. Siendo una de las regiones menos industrializadas de España, la gente que se dedica al sector primario, nos cuenta cómo han vivido la crisis de la covid-19.
Pesca: las medidas "demuestran un desconocimiento total de la flota y del funcionamiento de la industria"
La drástica caída de los precios y la falta de equipos de prevención y desinfección, hacen que muchas cofradías de pescadores hayan cerrado y que aquellos que siguen trabajando se sientan desprotegidos ante el virus y angustiados por la incertidumbre económica en la que se encuentran.
"La idiosincrasia propia del trabajo te obliga a estar trabajando hombro con hombro, es imposible"
Algunas de las medidas dictaminadas por los ministerios de Sanidad y Trabajo, para que el sector pesquero haga frente a la crisis ocasionada por la covid-19 no parecen adecuarse a la realidad de la pesca. Así lo explica Basilio Otero, Presidente de la Federación Nacional de Cofradías: "En un barco de 20 metros de eslora en el que van nueve o diez tíos, ¿cómo vas a respetar la distancia de seguridad mínima de un metro? La idiosincrasia propia del trabajo te obliga a estar trabajando hombro con hombro, es imposible", y señala que otra "recomendación del ministerio de Trabajo es que en el caso de que haya una persona con síntomas en el barco, se le aislé en un camarote. En España hay 8.900 barcos, de esos quizás 8.000 no tienen camarote y los que lo tienen es uno común donde duermen todos. ¿Dónde lo aíslas? ¿Lo metes en la bodega? ¿Lo atas al palo mayor? Demuestran un desconocimiento total de la flota y del funcionamiento de la industria".
El descontento que crea el no poder cumplir de las normas de protección se comparte en las distintas embarcaciones. Manuel León Vidal, patrón de un barco gallego con una eslora de 15 metros en la que trabajan siete personas asegura que además de que la distancia resulta imposible de mantener, no cuentan con los EPI. "Nadie nos ha venido a dar mascarillas ni nada. Mi mujer está ahora haciendo las mascarillas", cuenta Manuel.
En los mares gallegos es temporada de jurel y caballa, cuyos precios se han ido a pique: "La caballa en estas fechas se vendía a 2,50 euros el kilo. La semana pasada la vendimos a 20 céntimos y el jurel a diez. En el supermercado se está comprando a tres o cuatro euros el kilo", explica Manuel. Esta situación ha hecho que salir a pescar resulte en pérdidas, pues la mayor ganancia la obtienen los intermediarios. "Mi hijo se cabreó y me dijo que teníamos que parar el barco, yo le dije, Juan, ¿a dónde mandas a la tripulación? no les van a aceptar el paro. Estamos vendidos" recuerda Manuel indignado.
"Tenemos derecho a un cese de actividad"
Por la mañana, unas 25 personas se encuentran cerca de una playa en Ría de Arousa. Son mariscadores, en su mayoría mujeres, se preparan con sus vestimentas y herramientas de trabajo y poco a poco bajan hacia el mar. El marisqueo vive una situación particular debido al cierre de la hostelería y de mercados centrales de abastecimiento como MercaBarna o MercaMadrid. Según datos de la Xunta, sólo en Galicia la facturación cayó un 77% en marzo. La presidenta de la Asociación Nacional de Mujeres de la Pesca, Rita Míguez, manifiesta que el marisqueo a pie, a pesar de estar incluido como subsector de la pesca, es una profesión totalmente diferente y se acoge a otro tipo de dinámicas. "Los compradores no vienen a las lonjas, estamos cogiendo marisco y echándolo otra vez al mar, no es un producto de primera necesidad. Tenemos derecho a un cese de actividad".
Rolando Vidal, es el presidente de la asociación de mariscadores de Carril, lleva 15 años dedicándose al marisqueo a pie. "La Xunta mandó una circular indicando tres casos de exención del trabajo: menores a cargo, gente dependiente en el núcleo familiar, o que la propia persona sea alguien de riesgo. Si no cumples ninguno de esos requisitos estás obligado a venir a trabajar, o pierdes el permiso". Rolo explica que si se falta más del 30% de los días asignados al marisqueo se pierde la licencia", a menos que se cierre la concesión y las zonas de marisqueo, competencia que actualmente el gobierno central le ha otorgado al ministerio de salud.
"Yo no estoy dispuesto a seguir arriesgando la vida de la gente por falta de equipos de seguridad"
"El Gobierno dice que somos sector estratégico para dar alimento, pero no nos proporcionan EPI. Yo no estoy dispuesto a seguir arriesgando la vida de la gente por falta de equipos de seguridad". Según Basilio Otero, apunta que mucha gente no consigue cubrir gastos y está yendo al mar a pérdidas. "Llegados a este punto ya no vas a la mar por lucro propio ni por el lucro de la tripulación, sino por la responsabilidad de alimentar a la población".
Ganadería: "Yo no saco apenas beneficios de la leche que vendo"
Galicia es la comunidad autónoma con mayor número de vacas lecheras mayores de 24 meses, con una población de 326.696 animales. Además, también es la primera comunidad en cantidad de leche distribuida. Pero el consumo ha decrecido en el territorio nacional en los últimos dos años, según datos del Ministerio de Agricultura y Pesca.
Los ganaderos están subvencionados por la Política Agraria Común (PAC), ayuda otorgada por la Unión Europea y destinada también a agricultores con el fin de fomentar la productividad y establecer un mercado común. Además, la PAC financia y ofrece ayuda a ganaderos y agricultores.
Elisa trabaja desde hace diez años en una explotación lechera de unas 110 vacas situada en A Coruña, en el municipio de Mazaricos. Ella vende la leche a varias marcas que distribuyen en todo el país. En teoría, el precio del producto es determinado por el productor, la industria y la distribución, pero en la práctica quien marca el precio es la empresa que compra la leche. Elisa señala que apenas obtiene casi beneficio: "Mi sueldo son prácticamente los 12.000 euros anuales que me subvenciona la PAC, fuera de eso apenas tengo beneficios de la leche que vendo", declara Elisa.
Las ayudas establecidas a través de la PAC son necesarias para la subsistencia de ganaderos y agricultores, ya que sin estas medidas sería imposible la supervivencia de este sector, ya que muchos no llegan a cubrir costes. España no produce leche para autoabastecerse y Elisa remarca que, según Uniones Agrarias, organización agraria constituida en Galicia, muchos camiones siguen llegando de fuera del territorio nacional.
David González, gerente de Lácteos Ferrado Verde situada en la localidad de Santa Comba en A Coruña, destaca un repunte en la demanda del producto en la fases inicial de la crisis sanitaria por las medidas de aprovisionamiento de la población. "En números globales, en este momento, nos encontramos con una menor venta de la prevista si no se hubiese dado esta crisis. De manera puntual, ante picos de demanda, hemos tenido que incrementar algún puesto de trabajo, fundamentalmente en el departamento de producción. Actualmente mantenemos íntegra nuestra plantilla base, así como la recogida de leche a nuestros ganaderos" señala David.
En relación con la crisis actual provocada por la covid-19, David piensa en la necesidad de interponer medidas urgentes como la ayuda económica inmediata para empresas y autónomos que forman parte del sector primario y que sufren las consecuencias de esta crisis, además de una reducción en la presión fiscal.
Un factor a tener en cuenta es el problema que se extiende a todos los sectores, la escasez de EPI: "Nos empezamos a encontrar problemas para abastecernos de EPI, gel antiséptico, productos de limpieza y desinfección", comenta David. El ayuntamiento de Santa Comba ha donado mascarillas lavables ante la imposibilidad de conseguir mascarillas desechables. "Ha sido un gran gesto, porque es realmente difícil conseguirlas", concluye David.
Otros ganaderos dedicados a productos lácteos, consiguen sobrellevar esta crisis gracias a la venta en el territorio nacional. Teresa y Antonio ordeñan a sus vacas mientras sus pequeños hijos recogen motivados la alpaca para alimentar a los animales. En su explotación familiar en la aldea de Ponteceso, en A Coruña, tienen 120 vacas, la leche que obtienen de ellas la venden a una empresa. El precio por litro es de 29 céntimos, con una producción total de 33.000 litros al mes. Teresa señala que durante la crisis sanitaria ha habido un aumento del precio de la leche en supermercados.
Matilde Pensado se dedica desde hace doce años a la explotación de la ternera gallega suprema. Es autónoma y la titular de una granja localizada en Mazaricos, en A Coruña, compuesta por unos 55 animales, que durante el día se dedican a pastar por las fincas aledañas y por la noche regresan a los cuadra. El problema principal a los que se enfrentan los pequeños productores como Matilde es la distribución, ya que muchos de ellos venden a carniceros,hostelería y mercados: "Al estar los restaurantes cerrados la demanda es menor. Nosotros vendemos a un matadero, y a un par de carniceros. Los carniceros suelen vender a hostelería y a particulares y el matadero vende sobre todo a particulares", declara Matilde.
El precio de la ternera es el mismo desde el año 1992, "pero quien sigue ganando más dinero es el intermediario"
Los productos específicos como el cordero, el queso de cabra y oveja, además del pescado fresco se han visto más afectados. El canal de distribución para estos productos eran negocios de restauración, hoy en día cerrados. En el caso de Matilde, la producción está centrada en la ternera gallega, producto con denominación de origen. Matilde ha visto una disminución de la venta ante el incremento de otros productos más baratos como el pollo o el cerdo. El precio de la ternera es el mismo desde el año 1992, "pero quien sigue ganando más dinero es el intermediario. El control sanitario y todo el proceso previo a la matanza tiene un coste muy elevado. A lo mejor para un ternero de 300 kilos se aproxima a los 200 euros. Esto lo paga el comprador, pero a nosotros nos incide en el precio" explica Matilde decepcionada.
Un problema añadido en este contexto de crisis, son los nuevos productores con explotaciones más pequeñas, como es el caso de Josema procedente de un pequeño pueblo de A Coruña llamado Ézaro. Actualmente tiene una explotación de terneros, ovejas y miel de abeja. Josema cree en un modelo de ganadería y agricultura más sostenible, desligado de las explotaciones masivas. Josema comenta que "la carne de cordero es más rentable que la carne de ternera, porque los gastos para alimentar al animal son menos, pero para tener una explotación rentable tendría que tener 400 ovejas y aquí es imposible, todas las fincas son muy pequeñas".
Josema incide en el abandono del campo en su localidad. Su rebaño es demandado por los vecinos para pastar en sus fincas y de esta manera eliminar rastrojos y helechos. Además la semilla de la hierba que se queda adherida en la lana de las ovejas se esparce por la finca a través de los animales.
Agricultura: "Estamos en la sombra, y en este momento, aún siendo imprescindibles, seguimos en la sombra"
"Creemos que de cara a unos meses vamos a notar baja de demanda, por el turismo, que va decaer"
Desde antes de la pandemia ya se hablaba de la crisis en el campo español. La agricultura, por su naturaleza requiere de planeación, pues la siembra se hace meses antes que la cosecha. Sin embargo, la crisis sanitaria ha traído una incertidumbre en el mercado, que ha afectado a miles de agricultores, es el caso de José Manuel Rial y Beatriz Fuentes, un matrimonio que lleva 20 años gestionando una huerta en Agualada, en el municipio de A Coruña. Recogen lechugas con las mascarillas puestas, por miedo a contagiar su producto. Rodeado de decenas de invernaderos, José Manuel habla del futuro que les espera: "Nosotros creemos que de cara a unos meses vamos a notar baja de demanda, por el turismo, que va decaer. Vamos día a día, no sabemos cómo va a ser. Trabajamos a 3 ó 4 meses vista, el tomate para este verano ya lo plantamos", explica José Manuel.
Igualmente Begoña Pena, agricultora gallega especializada en tomates de la localidad de Bergondo, explica que su trabajo "cambió a raíz de la crisis. Yo hago venta directa y hostelería. A hostelería ya nada, y el problema en la venta directa es que ahora cada particular te pide producto para un día de la semana diferente, y no puedo sacar el coche para llevar una caja", Begonia hace referencia a la orden del Ministerio del Interior que estipula que los vehículos para el transporte de mercancías perecederas deben llevar al menos la mitad ocupada de la carga del vehículo, y continúa: "¿Si me paran qué hago? Además no me compensa gastar gasolina para llevar dos cajas de verdura. Esta norma no está hecha para las pequeñas empresas. Es un desconocimiento total de cómo funcionamos los pequeños agricultores".
Begoña, produce de un modo sostenible, de este modo aprovecha todo el entorno: tiene acumuladores de agua para el riego y placas solares, y germina las semillas que guarda año tras año antes que comprarlas, tiene la esperanza que se agilice el decreto sobre artesanía alimentaria , que le permitiría procesar el producto que no lograse vender y así evitar tirarlo. Dicho decreto, publicado en febrero, entra en vigor seis meses después y estipula "que el agricultor si tiene un excedente de un producto, sin utilizar ningún producto químico, puedes transformar el producto y vendérselo al consumidor. Esta iniciativa es anterior a la covid-19", cuenta Elisa y quiere que los agricultores no tengan que esperar hasta agosto para empezar a procesar los productos que no se vendan debido a la crisis sanitaria y económica.
Mauro, con perpetuos ánimos de reivindicar el campo Gallego, lleva casi diez años dedicándose a la agricultura en una villa a las afueras de A Coruña. En su plantación, tiene dos cerdos para que le ayudan con las malas hierbas y a abonar el terreno delimitado por dos invernaderos. Desde aquí Mauro, asegura que "no vendemos a grandes intermediarios, vendemos a tiendas pequeñas de pueblos cercanos. Trabajamos con otras dos agricultoras y abastecemos a las tiendas de manera conjunta".
Sin embargo este tipo comercio se ha visto se afectado por el confinamiento, como explica Mauro: "Los que nos dedicamos a la venta directa tuvimos mucho miedo de perder producto, porque aquí cerraron todos los mercados de venta directa. La industria alimentaria es una de las industrias más manipuladas. El supermercado es un espacio cerrado, una feria es un espacio al aire libre. Yo no soy científico, pero mi padre es enfermero y no lo entiende. Hay un manifiesto que firmaron más de 80 organizaciones en Galicia para pedir al gobierno que se restablezcan las ferias y los mercados". Mauro hace referencia a un manifiesto que hasta ahora han firmado más de 600 organizaciones, entre ellas sindicatos y asociaciones ecologistas de Galicia, en el que demandan al Ministerio de Agricultura reabrir los mercados agrarios.
Sin embargo, mientras no haya soluciones reales por parte de los gobiernos para los pequeños agricultores, las soluciones las buscan ellos, como cuenta Mauro: "Ahora hacemos cestas y ha sido un éxito. Hay gente que adquiere un compromiso con nosotros de todas las semanas recibir una cesta por diez euros, y nosotros la surtimos con producto de temporada. No hay posibilidad de escoger, pero intentamos que no sea repetitivo", cuenta Mauro.
¿Por qué no le explicas a la gente que en vez de ir al Carrefour vayan a la tienda de Pepe?
Begoña Pena también expresa su descontento ante la difícil comercialización durante la pandemia: "El agricultor no se queda con la ganancia, sólo el intermediario. ¿Por qué no le explicas a la gente que en vez de ir al Carrefour vayan a la tienda de Pepe? Que le compren el pan a Pepe, la verdura a Maruja y el queso a Manola? No se fomenta la economía circular. La administración puede incentivar eso pero no lo hace" y concluye que "si no hubiera subvenciones el campo moriría, porque con los precios de compraventa es imposible subsistir. Los agricultores estamos en la sombra, y en este momento, aún siendo imprescindibles, seguimos en la sombra".
Como bien lo explican los agricultores, el mercado en la crisis sanitaria es impredecible. La incertidumbre que esto causa, ha visibilizado la extraordinaria capacidad de adaptación de un sector que se siente desprotegido por las instituciones gubernamentales. Incluso, a las panaderías, a quienes si bien no les ha faltado la materia prima, su mercado ha cambiado.
Fernando Espasandín, que dirige Pan Ignacio, el negocio que fundó su abuelo hace más de 40 años y que ahora es franquicia. En él dos mujeres están trabajando repostería, otras dos preparando empanadas y pan gallego, a su lado Fernando amasa las barras de pan, y explica cómo han vivido en el negocio la pandemia: "En panadería, la primera semana fue un descontrol, también servimos a supermercados y fue una hecatombe de gente yendo a abastecerse. Al cabo de una semana bajó la venta, porque la gente se aprovisionó de pan fresco para congelar. Ahora se ha vuelto a estabilizar la demanda. La pastelería bajó muchísimo, cayó en bollería, tartas sobre todo. Básicamente por la hostelería y porque no hay nada que celebrar. Tenemos encargos para algún cumpleaños pero piden tartas pequeñas, porque los núcleos familiares son pequeños", explica Fernando, con las manos blancas por la harina, a través de su mascarilla y pantalla de plástico .
Para Fernando garantizar los EPI para sus trabajadores y él mismo también ha sido un reto. "Por parte de la empresa de prevención de riesgos nos dieron una charla sobre la prevención y la obligación de dar los EPI, ¿pero cómo los consigues? Tenemos unas 25 personas y no había mascarillas. Por suerte, conozco a un amigo que se dedica al control de plagas y le llamé a ver si él tenía, me dijo que sí pero no para todos. Las pantallas las conseguimos hace 10 días, pedí 30 pero el proveedor me dijo; no, máximo 10. Todo ha sido a nivel privado y tirando de contactos. A los repartidores se las daban la propia gente de los pueblos, de las que hacen las costureras, pero al final no son EPI, porque son mascarillas que no están certificadas y homologadas", cuenta Fernando algo temeroso.
En su negocio, han buscado comercializar disminuyendo el contacto. "Comenzamos la venta online, sobre todo para que los repartidores no anden con dinero y la gente pueda pagar el pan a través de una plataforma de pago, así el repartidor no tiene que cobrar. Nos ha salvado estas semanas, la verdad", explica Fernando, cuya franquicia reparte pan a más de 10 municipios de la costa gallega.
La crisis causada por la covid-19 ha causado desconcierto y preocupación en la población entera, no obstante resulta esencial atender las inconformidades y las problemáticas, tanto económicas como sanitarias, de los trabajadores que se dedican a la actividad primaria y que durante la pandemia continúan con su labor para que a la población no le falte comida.
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