DAKAR
Actualizado:Assane Diallo está haciendo los preparativos finales para un viaje que sabe que le podría costar la vida: 1.600 kilómetros a través del océano abierto desde Senegal hasta las Islas Canarias en una embarcación de madera de 15 metros que se mantiene a flote con clavos oxidados.
El pescador de 35 años espera alejarse esta semana de una playa en la capital, Dakar, con agua, alimentos secos y puede que docenas de pasajeros. Sólo necesita dos motores y suficiente gasolina para el viaje de una semana y también reparar un tajo de un metro en el casco.
Diallo forma parte del repunte de migrantes africanos que deciden aventurarse este año por la traicionera ruta del Atlántico hacia el territorio español, en busca de unos empleos y una prosperidad que no pueden encontrar en sus países.
Muchos migrantes consideran las Canarias la única opción viable, ya que la Unión Europea gasta millones de dólares en desmantelar rutas terrestres por el norte de África. Consideran las islas españolas situadas frente a la costa marroquí como una plataforma para pedir asilo en la Europa continental.
"Algunos, si ven una canoa, ni siquiera consideran quedarse aquí. Se irán a toda costa", dijo Diallo, mirando por encima de la playa llena de desperdicios, donde adolescentes apáticos se amontonan al atardecer, algunos arreglando redes de pesca o pintando embarcaciones de rojos y azules brillantes.
Más de 1.200 migrantes llegaron a las Islas Canarias entre el 1 de enero y el 14 de noviembre, según datos del Ministerio del Interior español, el mayor número en nueve años y cuatro veces más que en el mismo período en 2017.
Supone el resurgir de una tendencia preocupante. En el año 2006, cuando 30.000 migrantes lograron llegar a Canarias, unas 7.000 personas murieron en el intento, según grupos humanitarios. En la década posterior, las patrullas españolas ralentizaron ese ritmo. Las rutas terrestres a través de Níger y Libia a Italia se hicieron más populares.
Pero el Gobierno italiano se ha empeñado en acabar con la ruta de Libia. Con los migrantes detenidos en condiciones casi de esclavitud en Libia, los números que llegan a Italia han disminuido drásticamente desde un máximo de 181.000 en 2016.
Aún así, la voluntad de los migrantes de irse sigue ahí. El descenso en las llegadas a Italia se ha correspondido con un aumento en los intentos de llegar a España, donde un número récord de migrantes ha llegado al península en los últimos meses.
"Gestionar (...) los flujos migratorios es muy parecido a apretar un globo. Cuando una ruta se cierra, los flujos aumentan en otra", dijo Izabella Cooper, portavoz de la agencia fronteriza de la UE Frontex.
"La única solución a la migración es eliminar las causas fundamentales: las guerras y la pobreza".
Mar "muy, muy grande"
Los migrantes se enfrentan a muchos peligros en el océano abierto, como olas gigantescas, un calor abrasador e inanición.
Aunque las cifras siguen siendo pequeñas en comparación con las llegadas a la península española, las autoridades de Senegal y Gambia dijeron que este año ha habido un aumento en los barcos que intentan cruzar a las Islas Canarias.
La falta de datos sobre las salidas hace que sea imposible calcular cuántos mueren.
En octubre, los guardacostas de Guinea Bissau descubrieron los restos vacíos de una embarcación que había llevado a decenas de migrantes. Ese mismo mes, un barco con 72 gambianos y senegaleses que se dirigía a Canarias fue rescatado en aguas de Guinea Bissau tras un fallo en el motor.
Uno de los migrantes, Alieu Gaye, dijo que iba por mar porque había oído que las rutas terrestres se habían vuelto demasiado peligrosas.
"La gente tiene miedo de ir por tierra. Prefieren ir en barcas y viajar por el océano Atlántico", dijo.
Vigilar una costa de cientos de kilómetros de largo es una tarea difícil, dicen los guardias costeros.
La Guardia Civil española trabaja con la Guardia Costera de Senegal desde 2006 para interceptar a migrantes. Tienen dos embarcaciones de 30 metros, una de las cuales sale todos los días, pero la tripulación dice que rara vez encuentran algo.
"El mar es muy, muy grande. Y pueden salir desde cualquier punto de Senegal, Gambia o más al sur", dijo Rafael Carballo Abeger, agregado de la embajada española en Dakar.
Assane Diallo confía en que pueda eludir a la guardia costera cuando parta antes del amanecer en los próximos días. Merece la pena el riesgo, dice. Las reservas pesqueras se están agotando y ya no puede mantener a su esposa y sus dos hijos.
"Es difícil volver y no llevar nada a casa", dijo. "Me duele el corazón, por eso me quiero ir".
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