madrid
Martirio tiene 63 años pero cuando le preguntamos por su edad, mira a su hijo, y es él el que contesta con una fecha: 5 de mayo de 1956. “Ay es que la cabeza ya no me da…”, nos dice la madre.
Martirio no tiene ninguna demencia, lo que tiene son preocupaciones: “Hija mía, muchas preocupaciones”. Esta señora de Murcia se maneja bien con los números, todo el día cuadrando cuentas como si de un Tetris se tratara, con decenas de recibos que encajar en huecos cada vez más estrechos.
Una pensión de 500 euros. Dos hijos. Cinco nietos. Siete bocas que alimentar -“bueno mi hijo mayor ahora trabaja algunas horas”, aclara- y un alquiler que pagar: 350 euros.
-¿Cómo se las apaña con 150 euros al mes que le quedan?
-No paro quieta, hija. No paro quieta.
Martirio es la cara de las estadísticas de la pobreza, de la energética, y de las otras. Lo confirman los datos del último boletín de Cruz Roja sobre Vulnerabilidad Social asociada al ámbito de la Vivienda y la Pobreza Energética que analiza la situación de 1.700.000 personas en riesgo de exclusión atendidas en España por esta organización.
Es española como el 69% de las personas encuestadas. Mujer, como el 68%, que confirma una vez más que “la pobreza tiene rostro femenino”, nos dice Susana Gende Seely, técnica en el departamento de Estudios e Innovación de Cruz Roja.
Martirio se encarga de un hogar en el que conviven personas de entre 16 y 65 años -como el 74,3% de estos pobres-, donde también viven cinco menores de 16 años -como el 48,9% de estos excluidos-.
Seguimos con los números: sufre una enfermedad crónica, asma, como el 56,2% que aparece en este boletín. En su familia vive su hija Raquel, también mujer, con tres hijos a cargo, y que lleva más de dos años sin empleo como el 22,7% de los encuestados, y sin recibir ningún tipo de ayuda, como el 75% de la población activa desempleada que evalúa el informe.
Martirio: “No consigo nada porque cuando voy a pedir me dicen que el que tendría que mantener a mis hijos es mi exmarido”
“No consigo nada porque cuando voy a pedir me dicen que el que tendría que mantener a mis hijos es mi exmarido”. Pero él no se hace cargo. Cuando le preguntamos si su ex marido tiene un empleo, dice que ni siquiera sabe dónde está: “Por qué debería saberlo si ya no estoy con él”, nos dice enfurruñada. O cansada. O desmoralizada, como el 85,7% de las mujeres de las que habla Cruz Roja, que hace tiempo que no saben lo que es trabajar fuera de casa, a las que ya no llaman para ese puesto en el almacén, o en el bar -donde antes trabajaba Raquel-, y que ahora piensan que para qué buscar algo si tengo que cuidar a los niños -como el 100% de las encuestadas - que para qué hacer una entrevista si a mí ya no me van a dar trabajo. El mismo miedo, pensamiento o pesimismo que ha calado en los huesos, como ese frío que ya no sale ni con bolsa de agua caliente, y que repiten el 60% de estas mujeres como una profecía autocumplida.
Luego está la otra hija de Martirio, la que tuvo dos niños, esos que hoy tienen 9 y 11 años y que son la pasión de la abuela: “Mis criaturitas”. Dos niños que tuvieron que separarse de la madre porque “se ve que mi hija no estaba bien”, dice Martirio, y que hoy, según la abuela, viven felices y “no les falta de ná”. Y que “limpitos, limpitos los tengo”.
Por ellos no para quieta. Ayudas en el ayuntamiento, ayudas en la comunidad, en el colegio de los niños, en la Fundación Sonrisas, en Cruz Roja, en la parroquia. Ayudas, ayudas, ayudas para encajar las fichas. Para poder encender la calefacción cuando los niños vuelven del colegio, y para que todas las noches tomen su baño antes de dormir. Y para que puedan cenar, porque del almuerzo y del desayuno ya se encarga la escuela.
El círculo vicioso
“El 59% de las personas atendidas por Cruz Roja tiene que elegir entre comer o poner la calefacción”, decía el titular de casi todos los periódicos que hablaban sobre el reciente informe. Un porcentaje que habla de al menos un millón de personas para los que como Martirio, esa estadística no es noticia, sino su cotidiano.
“La pobreza energética es la incapacidad de un hogar de satisfacer una cantidad mínima de servicios de la energía para sus necesidades básicas, como mantener la vivienda en unas condiciones de climatización adecuadas para la salud (18 a 21ºC en invierno y 25ºC en verano, según criterios de la Organización Mundial de la Salud)”, explica la Asociación de Ciencias Ambientales (ACA) que cifra en 5,4 millones el número de personas que sufre esta situación en España.
“Hablamos de pobreza energética porque es una de las muchas modalidades de exclusión, pero es pobreza con todas las letras, y es uno de los exponentes más claros de la multidimensionalidad de los fenómenos de vulnerabilidad social”, nos dice Susana Gende Seely, que nos explica lo que llaman de “círculo vicioso de la pobreza”.
Gende Seely: "La pobreza energética es pobreza con todas las letras"
Personas pobres que viven en viviendas de mala calidad, mal acondicionadas, que necesitan de más calefacción. Personas pobres porque no tienen empleo -el 31% de los encuestados están jubilados, retirados o han cerrado un negocio; el 22,7% llevan más de dos años en desempleo, el 15,5% llevan un año o menos en el paro- y que al estar desempleadas pasan más tiempo en casa y por lo tanto gastan más luz. Personas pobres que se enferman más porque pasan frío, mayores que se caen más porque con el frío los problemas de circulación aumentan. Personas que enfermas, cansadas y sin autoestima dejan de buscar trabajo porque les da vergüenza llegar a una entrevista sin haberse podido dar un baño caliente o tener la ropa planchada, porque como repiten tantos de los que pasan por Cruz Roja -nos dice Susana-: “Cómo me van a dar un trabajo con estas pintas”.
Y también personas pobres que no pueden trabajar porque atienden en su casa a familiares discapacitados como es el caso de Miguel, con su esposa dependiente de una máquina para respirar y que sufre las amenazas de la compañía de la luz: “Yo sé que gasto mucho y que no podemos pagarlo pero mi mujer necesita tener esa máquina encendida al menos 20 horas al día. Hemos mandado un escrito con un informe médico explicando que necesita la máquina para poder vivir y se lo han denegado. Es decir, que el día que corten la luz, pues se morirá”, les relató a Cruz Roja.
Sube la luz y los ingresos bajan
Si nos preguntamos por el porqué de todo esto, además del desempleo o del trabajo precario, o de esas pensiones mínimas con las que solo se pueden permitir viviendas y electrodomésticos sin eficiencia energética, el 8% de los españoles ha sido víctima de una política pública que parece haberse ensañado con ellos.
Desde ACA recuerdan que en 2008 los precios de la energía en España eran prácticamente iguales a los de la Unión Europea, pero entre 2008 y 2016 España se colocó como como el tercer país con mayor incremento de precio de la electricidad, y el primero en el caso del gas natural, con un aumento del 54%. En 2016 ya era el cuarto con la energía más cara. El hogar promedio español pasó de disponer de 20.784 euros en 2008 a 20.112, en 2016. Pero los gastos energéticos medios por hogar pasaron de 698 euros en 2008, a 860 euros en 2016.
Martirio: "“Pero qué voy a soñar yo. No tengo tiempo para eso”
Para ACA la puesta en marcha de una estrategia estatal en torno a la lucha contra la pobreza energética es la primera medida a tomar. El Gobierno aprobó en octubre un bono social térmico, una ayuda directa para que los hogares vulnerables puedan hacer frente a estos gastos. La medida depende de la cantidad que se consigne cada año en los Presupuestos Generales del Estado, un proyecto que aún no está aprobado para 2019.
Después están las “medidas micro” que enseña Cruz Roja en sus talleres de eficiencia energética: desde colocar burletes en puertas y ventanas hasta aconsejar que se ponga la carga completa en la lavadora o en el lavavajillas.
Martirio nos dice que ella es muy cuidadosa. Que esas medidas las conoce bien porque ya son doce años jugando al Tetris. Sin descanso. Sin irse ni una semana de vacaciones y sin soñar con ellas: “Pero qué voy a soñar yo. No tengo tiempo para eso”. Y se despide rápido, que ya son las 19.30, y toca el baño de las criaturitas.
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