Este artículo se publicó hace 2 años.
El papa Francisco beatifica a Juan Pablo I, el pontífice de los 33 días cuya muerte aún se cuestiona
El pontífice trata de hacer justicia con la figura del malogrado papa progresista que hace 44 años quiso reformar la Iglesia y que tuvo menos de un mes para intentarlo.
Solo 33 días estuvo el pontífice Juan Pablo I al frente de la Iglesia católica. Aún a día hoy existen dudas de las causas de su muerte, aunque la versión oficial y sin autopsia del Vaticano fue un ataque al corazón.
Hay quienes con el nombramiento del papa Francisco, con ideas tan reformistas como la de Juan Pablo I, también temieron por su vida. Este domingo ambos pontífices están más unidos que nunca en la beatificación de este italiano, el papa de los 33 días, como se denomina coloquialmente.
La cuestionada muerte de Juan Pablo I
El 26 de agosto de 1978 fue proclamado papa Juan Pablo I, el primer líder progresista de la Iglesia católica. Tan solo 33 días más tarde, falleció de manera repentina de un paro cardíaco cuando tenía 65 años. Su muerte desató numerosas teorías, como la de que fue envenenado para frenar su intento de lucha contra la corrupción financiera en la institución religiosa.
La vicepostuladora Stefania Falasca, que ha dedicado más de seis años en reunir la documentación, asegura que todos los informes médicos, toda la documentación clínica y los historiales prueban que se trató de una muerte inesperada debida a un infarto y que en el Vaticano no se consideró necesaria una autopsia porque nada indicaba que no fuera una muerte natural.
Sor Margherita, de 81 años, la única monja viva de las que se ocupaban del papa, explicó a los medios vaticanos "el gran dolor" que le provocó la última visión del pontífice, según recoge la Agencia Efe: "Tumbado en la cama, con las luces encendidas y una hoja de papel entre los dedos, lentes y sonriendo", quien recuerda que "el infarto fue fulminante".
Francisco le recuerda como el papa "apacible y humilde"
A Juan Pablo I se le conoció como el papa de la sonrisa. En esta línea, Francisco se ha pronunciado en su homilía durante la ceremonia de canonización: "El nuevo beato vivió de este modo: con la alegría del Evangelio, sin concesiones, amando hasta el extremo".
"Él encarnó la pobreza del discípulo, que no implica sólo desprenderse de los bienes materiales, sino sobre todo vencer la tentación de poner el propio yo en el centro y buscar la propia gloria", prosiguió el actual pontífice. "Por el contrario, siguiendo el ejemplo de Jesús, fue un pastor apacible y humilde", añadió.
"Con su sonrisa, logró transmitir la bondad del Señor. Es hermosa una Iglesia con el rostro alegre, sereno y sonriente, que nunca cierra las puertas, que no endurece los corazones, que no se queja ni alberga resentimientos, que no está enfadada ni es impaciente, que no se presenta de modo áspero ni sufre por la nostalgia del pasado", relató en la beatificación de un pontífice cuya estela reformista sigue Francisco desde que fue nombrado papa.
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