Este artículo se publicó hace 3 años.
De la ola de calor en Canadá a los superincendios de Turquía: la crisis climática se hace más evidente en verano
La emergencia climática ha multiplicado por cinco el número de catástrofes producidas por este motivo en los últimos 70 años, según la Organización Mundial de Meteorología.
Alejandro Tena
Madrid-Actualizado a
Son cada vez más habituales y virulentos. Los fenómenos meteorológicos extremos –olas de calor, incendios, inundaciones...– se multiplican como consecuencia del calentamiento global. Así lo ha dejado patente la Organización Mundial de Meteorología (OMM), adscrita a la ONU, en un informe reciente que detalla cómo la crisis climática ha quintuplicado el número de episodios catastróficos y ha incrementado siete veces más los costes económicos generados, con un impacto diario medio de 202 millones de dólares en todo el mundo.
Este mismo verano se han dejado ver las evidencias del informe con un mapa mundial plagado de incendios, inundaciones y récords de temperaturas en algunas de las regiones más gélidas del planeta. Aunque la OMM asegura que los avances en prevención e información ciudadana han conseguido reducir el número de muertes asociadas a emergencias climáticas, las pérdidas humanas siguen siendo dramáticas. El ejemplo de la ola de calor que azotó a finales de junio a Canadá y algunas regiones del noroeste de EEUU es esclarecedor: cerca de 50 grados de máximas que dejaron más de 200 muertes prematuras.
El caso de Canadá ha sido uno de los más mediáticos. En la región de la Columbia Británica –donde en el mes de junio se suelen registrar temperaturas medias que rondan los 25º C– se llegaron a batir récords durante tres días consecutivos. El 27 de junio se alcanzaron los 46,6º C y el día 28 se volvió a superar la cifra con un récord histórico de 47,9º C. Al día siguiente el termómetro se situó en los 49,6º C, un dato sin precedentes, no sólo en el país norteamericano, sino que se trata de una temperatura que nunca se había documentado en una zona tan al norte del planeta. La ola de calor, que se alargó durante algo más de una semana, desembocó en una crisis de incendios que calcinaron más de 270.000 hectáreas.
Récords climáticos: Sicilia, Córdoba y Groenlandia
La tendencia de veranos cada vez más tórridos ha dejado más registros preocupantes. En Italia, el pasado 11 de agosto se batió el récord europeo de temperaturas. En la localidad siciliana de Floridia se alcanzaron los 48,8º C y se batió la marca de los 48º C documentados en 1977 en Atenas.
En España, también se registraron valores históricos. Fue en Montoro (Córdoba) donde los termómetros alcanzaron el pasado 15 de agosto un máximo histórico de 47,4º C, lo que superaba la cifra más alta registrada hasta entonces: 47,3ºC en 2017 también en la provincia andaluza, según la información dada por la Agencia Española de Meteorología (Aemet).
A comienzos del mes de agosto, Groenlandia fue víctima del calentamiento global al recogerse en la estación meteorológica de Ittoqqortoormiit 24 C. Las elevadas temperaturas para esta región dejaron momentos poco habituales: por primera vez en 70 años llovía en el pico más alto de la gran isla helada. "Esa no es una señal saludable para una capa de hielo", advertían desde el Observatorio Terrestre Lamont-Doherty de la Universidad de Columbia en declaraciones a la agencia Reuters. Las precipitaciones en esta zona son prácticamente improbables ya que la mayor parte del tiempo se registran temperaturas por debajo de los cero grados. Para los expertos, este hecho supone una evidencia más de la emergencia climática.
Verano de fuego
El fuego arrasó 160.000 hectáreas en Turquía en tan sólo 12 días. Según los registros del Servicio Europeo de Información de Incendios Forestales, el área que se había reducido a cenizas multiplicaba por cuatro los registros habituales en temporadas de incendios. Cerca de allí, las llamas devoraron la isla griega de Eubea con más de quinientos focos activos que afectaron a más de 50.000 hectáreas, según los datos oficiales de la Unión Europea.
Los incendios en la región siberiana de Yakutia se están convirtiendo en algo cada vez más habitual. Este verano el número de focos activos afectó a más de 19 regiones rusas y el área afectada fue de más de 1,5 millones de hectáreas. La falta de recursos para sofocar el fuego y las temperaturas cada vez más altas hacen que año tras año se den este tipo de alertas que, no sólo arrasan pastos, sino que contribuyen al deshielo del permafrost y aceleran aún más el calentamiento del planeta.
En España, el verano también ha estado marcado por las llamas y el humo. Ha sido Ávila la región que más daños ha registrado, con un foco que se inició en el pueblo de Navalacruz y que se fue extendiendo por toda la sierra de Gredos, afectando a más de 22.000 hectáreas. El incendio, el mayor que se ha registrado en el país durante el periodo estival, coincidió con una ola de calor que dejó prácticamente a toda la península ibérica con temperaturas extremas.
"Normalmente, la situación meteorológica predice lo que hará el fuego. Ahora es el fuego el que predice lo hará el clima"
Los vínculos de los incendios con la crisis climática son cada vez más evidentes. Si bien, el número de focos se ha reducido drásticamente en los últimos años –un 34% en España–, los superincendios –aquellos que afectan a más de 500 hectáreas– han crecido hasta un 12% en lo que va de década, según los datos del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés). De hecho, este mismo año, tras la ola de calor que azotó Norteamérica, se desencadenó en Oregón (EEUU) uno de los mayores incendios de 2021 que, según el Departamento Forestal del Estado, cargaba tanta energía y tanto calor extremo que había generado su propio clima. "Normalmente, la situación meteorológica predice lo que hará el fuego. En este caso, es el fuego el que está prediciendo lo hará el clima", decía a los medios Marcus Kauffman, portavoz de los bomberos forestales.
Inundaciones y lluvias torrenciales
En mitad del calor llegó la lluvia. La emergencia climática ha evidenciado también sus consecuencias más devastadoras a través de fenómenos pluviales que han desembocado en graves inundaciones en Centroeuropa durante la tercera semana de julio. Según las autoridades belgas y alemanas –los dos países afectados–, las riadas dejaron cerca de 200 muertos. Si bien las fuertes lluvias –vinculadas a los efectos de la crisis climática– fueron determinantes en la evolución de esta catástrofe, el desarrollo urbano fue crucial y magnificó aún más las pérdidas humanas y materiales, pues la mayor parte de los daños se concentraron en balsas de inundación de ríos donde se habían construido viviendas que fueron arrasadas por las crecidas.
Algo similar ha ocurrido en la primera semana de septiembre en España. Los efectos de la DANA, cada vez más habitual en el noveno mes del año, han dejado numerosos pueblos de Castilla-La Mancha, Murcia y Catalunya cubiertos por el agua. Los destrozos, sin embargo, han estado condicionados un año más por el modelo urbano español y las construcciones en cauces de ríos y arroyos. Según datos del Ilustre Colegio Oficial de Geólogos, al menos 2,7 millones habitantes viven en zonas inundables en todo el Estado español.
"La crisis climática ya está aquí". Así reaccionaba Joe Biden este jueves después de que el huracán Ida llegase a la costa este de EEUU y dejase decenas de muertos y desaparecidos en Nueva York y Nueva Jersey. El Servicio Meteorológico Nacional estadounidense ha informado de que nunca antes se habían vivido unas inundaciones similares en esta zona del país, ni siquiera en 2012, cuando el huracán Sandy azotó la ciudad neoyorkina. Según Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA), los huracanes se están volviendo cada vez más virulentos debido a que parte de su energía está condicionada por la temperatura de los océanos, los cuales se están calentando como consecuencia de la crisis climática.
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