madrid
Casi un tercio de las pieles de reptiles con las que se trafica en el mundo acaba en España. Hasta aquí han llegado también 1.678 especímenes de elefante (más de la mitad de ellos en forma de colmillos, partes o derivados), 647 primates, 899 loros, 3.436 tortugas mora o 5.612 caballitos de mar. Al menos que se sepa. Porque todos ellos —especies protegidas por el convenio sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestre (Cites) y cuya venta es ilegal— forman parte de los animales y plantas incautados por las autoridades españolas entre los años 2005 y 2014. Se estima que en realidad llegan muchos más.
Es parte del saldo que ha dejado en nuestro país una década de tráfico ilegal de especies, uno de los negocios más lucrativos del mundo —mueve entre 8.000 y 20.000 millones de euros al año— según los datos que los países reportan a Cites y que ahora han sido recopilados por la organización WWF en un informe.
España, por su situación geográfica y por sus lazos con países de América Latina y África de donde provienen buena parte de estas especies, actúa desde hace años como principal puerta de entrada de las mafias a Europa y como punto de escala hacia otros mercados. Aquí, los datos reflejan que se han decomisado unas 40.500 especies en una década, pese a que la organización ecologista alerta de “graves carencias” de medios, medidas y coordinación para atajarla.
“El tráfico ilegal de especies es un crimen equiparable por volumen de negocio al tráfico de drogas o al de armas y, sin embargo, está mucho menos perseguido. Este delito, que promueven poderosas mafias internacionales, es un crimen contra la naturaleza en el que solo unos pocos se enriquecen”, señala WWF.
Especialmente grave en España es el caso de los reptiles, particularmente de pitones, caimanes y varanos, de uso común en la peletería. La mitad de todos los especímenes incautados en los diez años estudiados fueron reptiles, un 60% de ellos en pieles y el 40% restante en animales vivos. Además, la organización señala que en este caso, las pieles incautadas corresponden a las mismas especies para las que se conceden autorizaciones legales de compra-venta, por lo que parte de las pieles que se introducen de manera ilegal pueden acabar siendo utilizadas por la industria en un “blanqueo” del tráfico.
“El comercio legal presenta también un notable problema” —señala WWF— “La valoración sobre el impacto que la captura de ejemplares silvestres puede tener en las poblaciones de origen de estas especies es muy insuficiente, por lo que puede dar lugar a su sobreexplotación”, advierte. España importó 2,5 millones de reptiles de forma legal entre 2005 y 2014.
Además, en los últimos años ha cobrado especial relevancia el tráfico de angulas —la única especie autóctona con la que se trafica— para su exportación ilegal a China, donde el kilo como preciado manjar puede llegar a alcanzar los 1.500 euros. Durante los años estudiados, entre 2005 y 2014, la cantidad de angulas incautadas apenas alcanzaba los 20 kilos. Pero desde entonces y hasta ahora, el Servicio de Protección de la Naturaleza de la Guardia Civil (Seprona), ha incautado más de 7.000 kilos.
El tercer grupo de especies animales con las que más se trafica son los mamíferos, especialmente colmillos y partes menores de elefantes, aunque también primates. Las plantas, sobre todo los cactus, representan en volumen el segundo tipo de especies que más se incautan en España.
Aunque el Gobierno aprobó en abril el Plan de Acción español contra el Tráfico Ilegal y el Furtivismo Internacional de Especies Silvestres (plan TIFIES), la lucha contra esta lacra medioambiental sigue siendo débil, sobre todo por la falta de unos recursos asignados, el control de las ventas por internet o la precaria situación de los centros de rescate a los que se derivan los animales incautados.
El tráfico de especies es la segunda causa de pérdida de biodiversidad en el mundo, por detrás de la destrucción de hábitats.
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