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María y Alicia: las 'dexpresionistas' de una enfermedad estigmatizada

En España hay 2,4 millones de personas con depresión. Estas mujeres nos hablan del estigma, la vergüenza y de la capacidad de salir adelante cuando todo parece arrasado. Un proyecto de Cruz Roja les da voz y color a su historia.

Talleres de arte como forma de conocerse a uno mismo.

Agnese Marra

Hay frases hechas que de manidas dejan de escucharse. Pero cuando te las dicen con la voz entrecortada y la crudeza de un desahogo, no sólo se escuchan, pueden llegar a asustarte. Oír que el pozo es oscuro y hondo y nadie te puede sacar. Que no se ve la luz al final el túnel, que-no-se-ve. Que un agujero negro te engulle, y sin darte cuenta: zas, desapareces.

Todo eso lo repiten María y Alicia para hablarnos de la “etapa negra” de una enfermedad que las zarandeó como muñecas de trapo.

“De trapo”, repite María. “Como una piltrafilla”, añade

Miedo. Parálisis. Dolor. Culpa. Angustia, “mucha angustia”, son las palabras que usan para contarnos cómo se sintieron durante meses, cuando ni levantarse de la cama podían. Cuando mantener una conversación con el otro era un esfuerzo sobrehumano.

Esta es la historia de dos mujeres a las que la depresión se las comió entre los 35 y 45 años. Las dos madres, las dos trabajadoras en puestos de alta responsabilidad, las dos alegres, desinhibidas, expresivas. Las dos repiten: “Yo era de ésas que no podía tener una depresión”.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) en el mundo hay más de 300 millones de personas que sufren esta enfermedad. En España hay 2,4 millones y afecta un 50% más a las mujeres que a los hombres, especialmente entre los 30 y los 50 años. Éste es el cuarto país de Europa con más enfermos.

María vive en Málaga y Alicia en Madrid. Aunque el corazón de la segunda, y muchas veces su cabeza, se queden en el pueblo de Extremadura en el que nació y al que ahora va para “dejar de vivir en piloto automático”. Pocos datos más podremos contar de ellas. Quieren mantenerse anónimas porque todavía les cuesta mostrarse, algo de vergüenza y mucho de miedo al estigma que pesa sobre la enfermedad. Dicen que quieren dar a conocer su sufrimiento, que se normalice, que las personas que lean estas líneas y se identifiquen, se pongan “ya a pedir ayuda”, pide Alicia. Ellas por ahora se mantienen anónimas. Paso a paso.

Esta también es la historia de un proyecto, y de un manifiesto, y de una batalla: “acabar con el estigma de la depresión”. El artista madrileño Ricardo Cavolo, le puso nombre: “El Dexpresionismo”. Cruz Roja junto a los Laboratorios Servier lo puso en práctica: el arte como forma de conocerse a uno mismo, el arte como terapia, el arte para exorcizar las oscuridades del alma. Seis talleres en seis ciudades españolas (Alicante, Bilbao, Barcelona, Coruña, Madrid, Sevilla) donde personas en fase de superación de la enfermedad (Alicia) y otras que ya la habían superado (María), durante cuatro horas se valieron del arte para conectar con ellas mismas, volver a mirar hacia esos meses de desesperación, a esa etapa en la que dejaron de controlar su vida.

María y Alicia: las dexpresionistas de una enfermedad estigmatizada. Agnese Marra

Diagnóstico tardío

Juan Jesús Hernández, médico del área de Salud de Cruz Roja, lo advierte: “La depresión es una enfermedad muy grave y no la tomamos lo suficientemente en serio. Hay que visibilizarla, normalizarla, animar a las personas que se sientan mal a buscar tratamiento, porque se cura, se puede superar”, le dice a Público.

Hernández nos recuerda que la depresión muchas veces es la responsable de las altas cifras de suicidio que tiene España (10 suicidios por día) y a pesar de ello se banaliza: “Es común oír eso de estás exagerando, no seas vago, a ti lo que te pasa es que no quieres trabajar. Parece que la depresión y su superación estuviera vinculada tan solo a la voluntad del que la padece, y no es así. Es más, eso empeora la enfermedad y genera más culpa a los pacientes”.

No solo los otros le quitan importancia, los que la sufren pueden ser los primeros en no querer ver las señales de alerta. La irritabilidad, los cambios de humor, esa sensación de que los días pesan más, que no apetece ver a la gente, el apetito se va, el insomnio llega. Y la tristeza.

"Pensaba que tan solo era estrés. Pero el día que no me pude levantar de la cama me preocupé y decidí acudir al médico”

La historia de Alicia y María también coincide en el diagnóstico tardío. En la culpa de no haberse dado cuenta antes. En la autoexigencia, el perfeccionismo. En el “eso no me podía pasar a mí”.

El día que no me pude levantar de la cama me di cuenta que me pasaba algo y me asusté. Hasta entonces no recuerdo nada que me llamara la atención”, dice Alicia.

María empezó con pequeñas crisis de ansiedad, ataques de furia, momentos en los que al intentar hablar se ahogaba: “Pensaba que tan solo era estrés. Pero el día que no me pude levantar de la cama me preocupé y decidí acudir al médico”. En eso también coinciden sus historias.

El 29% de los pacientes que acuden a consulta en Atención Primaria llegan con un trastorno depresivo. El diagnóstico tardío es uno de los principales problemas que enfrenta el paciente. “A las personas les cuesta reconocer que se sienten deprimidas, se lo ocultan a sí mismas y a los demás porque hay un estigma y mucho prejuicio con cualquier enfermedad mental. Todo eso genera un retraso importante en la consulta con el médico porque cuando llegan sus síntomas están muy agudizados”, dice Hernández.

Principal causa de discapacidad en el mundo

La depresión provoca en España una discapacidad funcional completa de 47 días al año, y una discapacidad funcional parcial 60 días al año, asegura la catedrática de Psicología Social de la facultad de Medicina de la Universidad de las Islas Baleares (UIB) Margalida Gili. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), entre los 15 y 44 años la depresión es la principal causa de discapacidad en el mundo.

Alicia y María cuando llegaron al médico estaban en fase grave. La baja laboral no superó los 45 días, y el proceso de dolor agudo alcanzó los cinco meses. Así lo vivieron:  “Tienes pensamientos que te destrozan. Oscuros, negativos, no te importa nada. Iba de la cama al sofá y del sofá a la cama. Luego estaban esos días que cogía el coche y vagaba sin rumbo fijo. Es muy dura esa sensación, eh. Muy dura”, dice Alicia.

“En aquel momento no me importaba ni lo que les pasaba a mis hijos. Todo me daba igual, podía morirme o que alguien se muriera a mi alrededor y no me importaba. Cuando mi marido me obligaba a dar un paseo en la playa, al tercer paso lloraba, sólo lloraba. No podía ni caminar, quería quedarme como un ovillo en la cama”, dice María.

Alicia dice que su familia la apoyó en todo momento. Pero para María fue más difícil, al principio se sintió muy sola: “Los de alrededor no se enteraban de nada”, repite al menos tres veces. Su marido llegó a marcharse de casa porque pensaba que ella quería dejarle y no se atrevía: “Nadie creía que yo pudiera tener depresión porque siempre había sido la divertida de la casa. Al principio no aceptaron lo que me estaba pasando, pero poco a poco empezaron a entender”.

"Con tratamiento psicoterapéutico y farmacológico la depresión se supera"

Como poco a poco les encontraron la medicación adecuada, acompañada de una psicoterapia y seguimiento psiquiátrico. Entre ajuste y ajuste de dosis y de pastillas, pasaron algunos efectos secundarios: la boca seca, bajadas y subidas de peso, sensación de pesadez, de adormecimiento, “de no poder pensar”, especifica María.

Y de repente llega ese día en el que notan un cambio. Como si vivir no costara tanto.  Para María fue la tarde que le dijo a su marido que iría a buscar a su hijo pequeño a clase de taekwondo.  "¿Te acompaño?", le preguntó él sorprendido. "No. Quiero hacerlo yo sola", respondió ella.

El hijo al verla exclamó, “Mamá has venido tú”. Y el abrazo que le dio a la madre, tan fuerte que al contarlo, parece que a María todavía le apretara la alegría. Y las lágrimas que se le escapaban al sentir que se reencontraba con su hijo. Y todos esos metros menos para salir del pozo.

Con tratamiento psicoterapéutico y farmacológico la depresión se supera. Es importante dejarlo claro porque los pacientes en fase aguda están convencidos de que no tienen salida, de que no tienen futuro. Se supera”, repite Juan Jesús Hernández.

El Manifiesto 'Dexpresionista'

“No penséis que el Dexpresionismo habla solo de las sombras de la depresión. Hay mucha luz en la experiencia de quienes luchan por superarla. El Dexpresionismo es, sobre todo, esperanza”, dice el séptimo mandamiento del Manifiesto Dexpresionista que creó el artista Ricardo Cavolo para sacar adelante el proyecto Dexpresionistas que presenta este viernes Cruz Roja en Madrid con la primera exposición de las obras de los artistas/pacientes.

“Es increíble ver a través de las obras de los pacientes el proceso de superación de la enfermedad. Por ejemplo el uso que van haciendo del color”, nos dice Juan Jesús Hernández, quien insiste que el proyecto sigue en abierto y que a lo largo de los próximos tres meses las exposiciones de las obras se mostrarán en los supermercados Carrefour de las diversas ciudades en las que se realizó el programa. En Madrid se estrena este viernes en el Carrefour de Vallecas.

María y Alicia no hicieron ni fotografía, ni pintura, fueron del grupo de performance.
“Fue una experiencia maravillosa porque volví a sentir mi cuerpo, recordé la opresión, pero también recuperé la libertad de movimiento. El placer de sentir la caricia del otro, de poder saltar, arrastrarse por el suelo, gritar sin que nadie te juzgue. Hacer todo eso porque tú lo decides y no la enfermedad”, dice Alicia.

“Estuvo muy bien, pero cuando nos taparon los ojos, recordé la sensación de angustia que había pasado hace años cuando sentía que no podía hacer las cosas por mí misma. Lo mejor fue encontrarse con gente que ha pasado lo mismo que tú. Te sientes menos solo”, dice María.

María superó la depresión hace seis años y ahora mantiene una psicoterapia de control una vez al mes. Alicia está superándola. Continúa con la medicación, con sus visitas al psicólogo y sobre todo con su cambio de prioridades. “Ahora me preocupo por los momentos, como pedir el día libre para pasar con mi hermana su 50 cumpleaños. Estar con mi familia, no agobiarme con los pequeños problemas, y al menos una vez al mes volver al pueblo de mi infancia”.

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