Este artículo se publicó hace 2 años.
El malestar por el regreso del turismo masivo impulsa el debate sobre la regulación de los cruceros en Barcelona
Ayuntamiento y Generalitat plantearán en una mesa conjunta cómo limitarlos. El consistorio mira hacia los ejemplos de Venecia, Amsterdam o Dubrovnik mientras los movimientos sociales reclaman ir más allá para hacer frente a la falta de reconversión del se
Emma Pons Valls
Barcelona-Actualizado a
El fin de las restricciones y la recuperación de la vida postcovid ha conducido al regreso también del turismo masivo. En abril, Catalunya ya alcanzaba el 90% de pernoctaciones hoteleras de 2019. Más de 1,6 millones de turistas visitaron el país ese mes, tan sólo un 10% menos que antes de la pandemia, dato que quintuplica el número que había justo un año antes.
Al inicio del confinamiento se pusieron sobre la mesa todo tipo de lemas y buenos deseos de cara a cambiar un modelo que ya concentraba mucho malestar y que se preveía insostenible. Calles vacías por la falta de vecinos o incontables carteles de "se alquila" en las semanas posteriores al desconfinamiento constataban las consecuencias sobre unos barrios abocados al turismo.
Lejos de la reconversión, el fin de la pandemia ha comportado el "refuerzo" del sector
Lejos de una reconversión, después de la pandemia el turismo masivo ha vuelto con fuerza y repitiendo los mismos esquemas de crecimiento sostenido que en 2019. "Tanto para instituciones como para actores privados (este discurso) ha sido una manera de distraer la atención, reconfigurarse, reforzarse y salir con mayor fuerza, como estamos viendo ahora", afirma Daniel Pardo, portavoz de la Asamblea de Barrios por el Decrecimiento Turístico (ABDT).
Este malestar se palpa en la ciudadanía y este domingo, la ABDT lo visibilizó con una protesta en las Drassanes donde, como medida simbólica, los manifestantes bloquearon durante media hora un bus turístico a la altura del monumento a Colón.
La regulación de los cruceros, a debate
Uno de los principales focos para regular esta actividad económica está puesto sobre los cruceros. El Ayuntamiento sostiene que es necesario limitarlos y poner un máximo diario para evitar la saturación de los barrios, especialmente en Ciutat Vella. "Tenemos que decrecer en cruceros", afirma Janet Sanz, teniente de alcaldía de Ecología, Urbanismo, Infraestructuras y Movilidad.
Janet Sanz: "Tenemos que decrecer en cruceros"
Los cruceros presentan distintos problemas, pero el principal, según Pardo, es ecológico, por la contaminación del aire y de las aguas que provoca el tráfico de este tipo de barcos. Sin embargo, su impacto negativo va mucho más allá y se traduce en una masificación del espacio urbano, especialmente en el entorno del puerto y en el distrito de Ciutat Vella, en problemas de movilidad y también en la reconversión de los negocios en esta área, donde se pierde el comercio de proximidad para dar paso a establecimientos orientados sólo al turismo. "Es un problema durante todo el año, aunque en verano se vuelve más intenso", afirma.
Esto se suma a unas "condiciones laborales lamentables" de los trabajadores de la industria, puesto que no se rige por una legislación laboral específica. "La regulación es más laxa, son como zonas francas", señala Pardo. Esto conduce también a la evasión de impuestos.
La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, anunció a principios de junio la voluntad del consistorio de establecer una limitación y pidió a la Generalitat y al Estado la constitución de una mesa de trabajo para estudiar la regulación de cruceros y el su impacto turístico y ambiental.
"Es necesario una mesa que sitúe qué límites debemos tener. Es necesario un debate sobre el modelo, para tener una ciudad que sea compatible con el turismo", afirma Sanz. El Ayuntamiento se refleja en ciudades como Ámsterdam, Dubrovnik o Venecia, que ya han planteado una regulación sobre esta actividad. En el caso de la ciudad croata, se estableció un límite de dos cruceros al día y 4.000 personas. En Baleares, con la limitación de tres al día se redujo el tráfico un 14,5%. El objetivo, según Sanz, es evitar repetir datos como los de 2019, cuando Barcelona dobló a los cruceros de Venecia y llegó a los tres millones de pasajeros.
"Es un modelo que nos hace daño", añade Sanz. El Ayuntamiento señala especialmente los cruceros que se detienen tan sólo unas horas en la ciudad, con un bajo retorno económico, como los que generan mayor impacto negativo, frente a los que tienen origen o destino en la ciudad y fomentan que los visitantes alarguen estancia. "La mesa debe permitirnos definir el modelo que queremos para Barcelona y para nosotros está claro que no puede ser uno que pase por convertir la ciudad en un resort de pulserita", añade.
Aunque la ABDT valora medidas como el establecimiento de un máximo de tres al día, Pardo apunta que debería fijarse un límite anual para evitar la picaresca: "Si no se hace así se está fomentando una redistribución en el calendario y no una reducción real". El activista pone en cuestión que en Palma, en Mallorca, se haya hecho efectiva de forma real una reducción de los cruceros.
El Govern implantará un impuesto para las emisiones de los cruceros
Por otro lado, el Govern trabaja en un impuesto progresivo para regular las emisiones de los cruceros, una medida valorada por el Ayuntamiento aunque complementaria con la regulación. "Una cosa es reducir la cantidad, y otra es que quien participe tenga que pagar un extra", aclara Sanz. La recaudación de esta tasa podría destinarse, por ejemplo, a actuaciones para disminuir sus impactos negativos.
Pardo se muestra más crítico con la medida y señala que "todo paso adelante es bienvenido, pero da la sensación de que una vez más están distrayendo la atención". ABDT apuesta por una reducción paulatina hasta la eliminación total de los cruceros, por lo que considera que la propuesta de la Generalitat debería ir más allá. "No hay ningún motivo que fundamente esta industria más allá del interés de algunos de hacer mucho dinero", asevera.
El activista se pregunta a qué desarrollo económico contribuye el sector y el turismo en general cuando se trata de un ámbito con "lugares de trabajo mal pagados y explotadores" y señala que en el fondo "es una cuestión de derechos: derecho a la ciudad, a la salud, a la vivienda".
¿Es posible avanzar hacia el decrecimiento turístico?
La masificación turística no es una cuestión nueva. En 2019 se rompieron récords, con más de 8,5 millones de pernoctaciones en los hoteles de Barcelona, confirmando un crecimiento sostenido durante años. "En el 2019 vimos cómo se incrementó muchísimo y es importante reducir esta situación lo antes posible", apunta Sanz.
A raíz de esto, una de las primeras medidas que impulsó el Ayuntamiento en esta línea fue un acuerdo para reducir las terminales de cruceros en el puerto de Barcelona, que estaba previsto que pasaran a ser 13 pero que finalmente se limitaron a siete. De momento, todavía están operando nueve y se prevé que progresivamente dos cierren. Aunque actualmente hay algunas que están en construcción, Sanz aclara que son unas ya concedidas previamente y que se incluyen en el total de siete.
El Ayuntamiento pone en valor medidas como el PEUAT o la regulación de los apartamentos turísticos
A pesar de las discordancias en materia económica con el socio de gobierno, el PSC, Sanz sostiene que en cuanto a la regulación de los cruceros no ha oído ninguna voz crítica al respecto y afirma que junto a ERC están sacando adelante instrumentos para regular el turismo, como el PEUAT, la lucha contra los pisos turísticos y la limitación de los grupos turísticos que pasean por el centro.
"Debemos tener herramientas para posibilitar una gobernanza del turismo, porque hay cosas que ya están dadas que no podemos reducir, pero sí gestionarlas", reconoce la teniente de alcaldía. Se refiere, por ejemplo, a las 160.000 plazas hoteleras actuales, que para recortar habría que indemnizar a sus propietarios. "A partir de ahí es necesario limitar el crecimiento, que se aproveche lo que hay pero que no vaya a más porque está en cuestión el modelo productivo", afirma.
ABDT reclama, en líneas generales, dejar de hacer promoción turística de la ciudad con dinero público, detener cualquier plan de ampliación de las infraestructuras aeroportuarias y establecer un plan de reducción progresivo del tráfico de cruceros hasta su eliminación. También apuesta por reducir los vuelos; Pardo sostiene que ante la emergencia climática es necesario tomar medidas para reducir la "hipermovilidad" turística, incluyendo una tasación estricta del sector. "Los principales obstáculos son los lobbies y la cobardía política de las instituciones", concluye.
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