El barrio de Coria del Río que pelea hace años contra los tóxicos: "Juegan con la salud de 4.000 personas"
De la barriada Guadalquivir, en Coria del Río (Sevilla), se han ido 500 vecinos, los que pueden, debido a los tóxicos: "El sabor a metal no se va de la boca. La gente enferma y se muere. Esto es muy grave".
Coria del Río (Sevilla)--Actualizado a
"El sabor a metal no se va de la boca. Aquí hay gente que enferma y que se muere. Es muy grave y nos sentimos totalmente abandonados", asegura Rogelia Gómez, vecina de la barriada Guadalquivir de Coria del Río (30.000 habitantes, Sevilla). Ella está en su cochera, rodeada de papeles, que expone en dos mesas camperas. "No es ya lo que digamos nosotros. Es lo que dicen los documentos", añade.
Hace ya más de 15 años, cuentan a Público Gómez, portavoz, y Francisco Manuel Perea, miembro de la Asociación de Vecinos Afectados por los Tóxicos de Coria del Río, que los residentes en este barrio en el que habitan unas 4.000 personas —unos 1.000 niños— a la vera del río Guadalquivir, empezaron a notar "fuertes olores". Sobre todo, al terminar el verano. Duraban unos dos o tres meses y luego se iban. Eso, entonces, les permitía hacer vida "normal".
Después, hace ocho años, recuerda Gómez, "la cosa se intensificó de tal manera que no se iban esos olores fuertes y no podíamos estar en casa". ¿A qué se deben? ¿Cómo se pueden corregir? Esas son las preguntas que de momento siguen aún hoy sin respuesta. Por el camino, la asociación ha hecho de todo para saberlo. Se han abierto, incluso, dos procesos judiciales, uno penal, y otro contencioso para que se declaren los suelos contaminados.
El primer escrito administrativo que documenta la exposición a tóxicos en este barrio es del año 2017 y en él se recogían índices elevados de diferentes sustancias (tolueno, hexano, n-heptano, n-octano, fenol…) y se añadía que el "gas tóxico se distribuye por la red de aguas residuales hacia los sumideros de las viviendas y acaba afectando al aire interior de las mismas así como del exterior de las casas al salir por el alcantarillado de las calles".
En él se exponen también diagnósticos de "migrañas, intoxicación respiratoria e irritación de las mucosas conjuntivales y oro-faringeas". "Yo tengo ronquera y lagrimeo permanente", afirma Perea, que ha superado también, asegura, un cáncer de riñón.
Después de las primeras quejas, se empezó a estudiar el asunto. 138 vecinos fueron al Hospital Virgen del Rocío en 2017, pero el resultado no fue concluyente, según le dijo Salud al Defensor del Pueblo y este expone en un escrito.
La asociación reclama hoy que se haga un estudio epidemiológico: "¿Por qué no se autoriza a los médicos a que hagan ese estudio y que sepamos dónde tenemos los tóxicos alojados? Hace falta un estudio científico para saber de una vez por todas dónde están esos tóxicos".
La asociación decidió impulsar el asunto con contundencia: "Presentamos una denuncia en la Fiscalía de Medio Ambiente en abril de 2018. El fiscal se tomó las cosas en serio y mandó al Seprona a mirar qué estaba ocurriendo", afirma Gómez.
Después de más de tres años de investigaciones, se confirmó que había una gasolinera en cuyas instalaciones había "fugas", señalan en la asociación. Un informe de la Junta de Andalucía del año 2019, elaborado a instancias de la Guardia Civil, detectó también los mismos tóxicos en el aire que el estudio previo de 2017 y alertaba de que estos podían ser "extremadamente dañinos" y con niveles de riesgo, en algún caso, "intolerables".
Después de la intervención del Seprona, que en su informe de 2019 apuntaba a la gasolinera, a las empresas de agua, Emasesa y Aljarafesa, y a la Consejería de Salud como presuntos responsables, en distinto grado, de los problemas, se acometió una limpieza, una descontaminación de los suelos, que no ha resuelto los problemas.
En un informe reciente de la Junta de Andalucía, fechado de 28 de agosto de este mismo año, se puede leer que "las elevadas concentraciones de contaminantes en las aguas no permiten la certificación de la descontaminación".
Toxicología
En el año 2020, el Instituto Nacional de Toxicología, tras analizar ocho casos, confirmaba que existían severos problemas: "En las muestras de sangre se ha detectado la presencia de bajas concentraciones de n-hexano y acetona".
El n-hexano, expone el trabajo, "es un disolvente inorgánico que penetra en el organismo por vía inhaladora y llega a sangre a través del árbol circulatorio pulmonar". Normalmente, se metaboliza por el hígado y se elimina rápido. Sin embargo, una exposición prolongada puede provocar problemas en el cerebro, el corazón y los testículos.
"El hecho de que la exposición a los disolventes está mantenida en el tiempo hace que desde el punto de vista toxicológico aumente la posibilidad de que pueda aparecer alguna de las patologías descritas anteriormente. Hay que considerar que, al tratarse una exposición continua en el domicilio familiar, a estas personas no les pueden aplicar los mismos criterios de admisibilidad que a los trabajadores expuestos al n-hexano en su ambiente laboral", añade el informe de Toxicología.
"En algunas muestras de aire tomado en las viviendas afectadas se han encontrado además otros disolventes". El estudio concluye de este modo: "Sería conveniente poner los medios necesarios para evitar esta exposición continuada a […] disolventes que puedan detectase en las viviendas de las zonas afectadas".
Los vecinos están desesperados ante la falta de soluciones. "No nos ha quedado a quien dirigirnos", afirma Gómez. "Al Papa a lo mejor nos dirigimos", añade, con una mezcla de ironía, rabia y hartazgo. "Es un asunto gravísimo, muy desesperante e incomprensible", afirman en Ecologistas en Acción.
Del barrio, calculan en la Asociación, se han ido ya más de 500 personas, sobre todo de la zona más pudiente, porque se va quien puede. Algunos han cerrado sus casas. "Siempre hago la misma pregunta: ¿qué está pasando aquí? Si hay informes técnicos, si ya nosotros no tenemos que hablar. Esto es una injusticia muy grande. Están jugando con la salud de 4.000 personas", lamenta Gómez.
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