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Linares, una década después de SantanaLinares, la mecha encendida de la España más castigada
Los incidentes violentos de hace una semana esconden un drama larvado en la ciudad jienense: el número de demandantes de empleo ronda los 7.000, similar al que había antes del cierre de Santana Motor en 2011, pero la ciudad ha perdido desde entonces casi 4.000 habitantes, el 6,4% de su población.
Linares--Actualizado a
Hay un aroma a desencanto y melancolía cuando en Linares se pregunta por Linares. Se recuerda, al instante, aquel esplendor minero e industrial de una provincia, Jaén, dedicada al campo. La ciudad era una isla entre olivos, un enclave próspero, una economía robusta. Por eso, la frase que más se repite ahora es un anhelo incierto: "Volver a ser lo que fuimos".
Este febrero se han cumplido diez años desde que cerró definitivamente la fábrica de Santana Motor, la única industria automovilística de Andalucía, el pulmón económico de la ciudad, que ya arrastraba diferentes crisis y que llevaba sostenida por dinero público desde 1994, cuando su propietario pasó a ser la Junta de Andalucía.
La persiana de Santana cayó y con ella, también, se clausuró toda una época de dinamismo económico que hunde sus raíces en un orgulloso pasado minero, inaugurado en el siglo XIX e impulsado durante la dictadura de Franco. A la entrada de la ciudad, en una rotonda, una escultura dedicada al trabajador minero lo reivindica.
La línea que separa desencanto y melancolía de la frustración es siempre fina y difusa. La pandemia y el hastío social que se acumula tras vivir un año con las alas cortadas lo han agravado todo, lo han tensado todo. Cualquier chispa acaba en incendio, explican varios vecinos.
El fin de semana pasado, la agresión de dos policías -que no estaban de servicio- a un padre y su hija de 14 años puso a Linares en todas las televisiones. Después llegaron las imágenes de las protestas contra la Policía que acabaron en enfrentamientos y disturbios, contenedores quemados, 14 detenciones y destrozos valorados en decenas de miles de euros que dieron la vuelta a España. Para colmo, algún policía usó munición real –postas– contra los manifestantes. Hubo dos heridos por arma de fuego que pudieron agravar la tragedia, y que se han limitado a unas escuetas disculpas por parte de un comisario, una investigación interna de la que nada se ha vuelto a saber y varias denuncias ante la Fiscalía por parte de asociaciones de defensa de los derechos humanos. ¿Los incidentes fueron solo una reacción humana ante la brutalidad y el abuso policial?
"No tenemos prisa. Estamos sin trabajo"
"No tenemos prisa. Estamos sin trabajo", podía escucharse durante los choques entre los jóvenes y los policías. Según el Instituto de Estadística de Andalucía, la tasa de paro en Linares era del 29% al cierre del año 2019. Según los servicios de empleo estatales, había 7.000 demandantes de empleo a finales de 2020, una cifra similar a la que había en 2010, justo antes de que la factoría de Santana echara el telón. Pero ahora hay 3.953 habitantes menos en la ciudad. Mucha gente se ha marchado debido, sobre todo, a la falta de oportunidades laborales. La ciudad tiene hoy, según el padrón, 57.353 habitantes. Desde el derrumbe de Santana, Linares ha perdido un 6,4% de su gente, muy por encima de la media provincial. Jaén es una de las provincias españolas que vienen perdiendo población.
Ana tiene 31 años. Es técnica superior en Administración y Finanzas, graduada en Gestión y Administración Pública y tiene un máster en Conflictos, Educación y Derechos Humanos. Le resulta imposible no pensar en emigrar. "Conforme fui creciendo fui dándome cuenta de que aquí no tendría la oportunidad de acceder a un puesto de lo mío y mucho menos de promocionar. Y esa sensación de no poder trabajar aquí yo creo que la hemos tenido todos, la gente con y sin formación", asegura a Público, aunque sin mostrar su rostro. A pocos les gusta ilustrar su drama en un periódico.
"Me gustaría quedarme con mi familia y luchar para que Linares no se hunda, pero cada vez lo veo más difícil"
"Personalmente, no me gustaría dejar mi ciudad, quisiera poder elegir, permanecer cerca de mi familia y luchar para que Linares no se termine de hundir, pero cada vez lo veo más difícil. La gente de mi edad que seguimos aquí somos la resistencia. La mayoría de jóvenes que han tenido la oportunidad se han ido y ahora pueden trabajar de lo suyo, o simplemente trabajar y prosperar. Y mucha gente no se va porque tiene una hipoteca, niños pequeños, etc... Imagina todas las personas que trabajaban en el Corte Inglés y en Zara, todas ellas personas jóvenes, de entre 35 y 45 años. ¿Qué les espera a estas familias?", agrega.
Cerrojo a los negocios y las infraestructuras
En el Linares de la pandemia, los cierres de El Corte Inglés y de Zara, confirmados a principios de año, parecen irreversibles y han supuesto un nuevo golpe para la economía de la ciudad y para el ánimo de sus gentes.
La localidad es la cabeza de comarca en un potente nudo logístico: junto a La Carolina y Bailén, es la puerta que comunica Andalucía con la meseta y Madrid, por la autovía A-4.
Ahora, la ciudad trabaja para que el llamado corredor central termine de construirse y por incluir un nodo en Linares que asegure la rentabilidad y la eficacia del transporte de mercancías y de pasajeros por toda la península y genere riqueza en la zona. Y que no suceda como con la autovía A-32, que está a 80 kilómetros de Linares; y con el AVE, que va a Granada sin pasar por la zona.
Esa posición geográfica y económica ha llevado a que tradicionalmente la gente de los pueblos de alrededor, y de más lejos, acudieran a Linares buscando productos y servicios. Pero cada vez van encontrando menos en la ciudad que siempre les ha abastecido.
Hay máxima inquietud en el comercio. En el escaparate de una óptica del centro, junto a los carteles que advierten de las medidas contra la covid y los horarios de apertura, hay una esquela que barrunta ruina: "Linares ha muerto", con su cruz y todo. Debajo, en letras más pequeñas, se abre una puerta a la duda: "¿O todavía no?" Y más abajo: "En memoria de los padres y abuelos que un día lucharon por su ciudad, por las familias que no tienen futuro ni presente y por todos los jóvenes que nunca llegarán a vivir y ser padres en su querida ciudad". El temor no es infundado, el cartel se ve y se esconde, como el Guadiana, en los escaparates, en las tapias, en los portales de las casas.
A veces aparece junto a otro, más vistoso, de un amarillo chillón. "#YocreoenLinares. ¿Y tú?". Es el lema impulsado por una plataforma ciudadana, porque aún hay esperanza para alguien. En efecto, en Linares hay ganas de luchar. Existe ese viejo orgullo obrero, el convencimiento de que el trabajo digno trae prosperidad. En 2017, toda la ciudad se echó a la calle para reclamarlo. Fue un momento emocionante y solidario, fraterno, de unidad, recuerdan algunos vecinos. Pero de poco sirvió, de momento.
El fallido plan industrial de Santana
"La gente está deseando tener un trabajo y una familia, pero estás en el desierto. Los planes industriales no se han cumplido y no valen ya más promesas", asegura Carmelo Gragera, concejal de IU, 31 años. Su partido lleva tiempo reclamando planes de reindustrialización reales que corten con la espiral de desempleo y emigración de una "isla industrial en el desierto industrial que es Andalucía", remarca.
"Linares viene de haber sido punta de lanza de un potente corredor industrial: nuestra Detroit andaluza. Contraste brutal en tan poco tiempo, lleno de promesas incumplidas", escribió en un tuit reciente el excoordinador general de IU en la Comunidad, Antonio Maíllo, un agudo observador de la realidad andaluza.
"Por desgracia, en el futuro me veo fuera de aquí"
Gragera es cocinero de formación, pero quedan cada vez menos fogones en su ciudad. "Por desgracia, en el futuro me veo fuera de aquí. Si no cambia la situación, si no se hacen las inversiones adecuadas, aquí no hay futuro ni para los jóvenes ni para las personas de más de 40 que se quedaron sin trabajo hace años". Linares ha lanzado un SOS, el mismo que muchas ciudades de España, pero hay una diferencia: aquí hay mimbres para una recuperación. Solo falta que se trencen algún día, pero cada vez hay menos tiempo.
En la provincia, se anda ahora a vueltas con la ITI (Inversión Territorial Integrada), un programa de fondos europeos vinculado a proyectos que gestionan el Gobierno y la Junta de Andalucía, pero que no termina de despegar y de ofrecer soluciones efectivas a medio plazo.
Los monumentales terrenos de Santana –de donde en los buenos tiempos salían a diario decenas de coches como los míticos Land Rover y los Suzuki– se han intentado reciclar en un parque empresarial en el que anidan 16 compañías. Algunas son fuertes, otras más modestas, pero trabajan entre un amasijo de herrumbre y naves blanquicelestes desconchadas que nadie ha vuelto a llenar de ruido, de cadenas de montaje, de empleo para los jóvenes. Las ventanas cegadas con rasillones simbolizan el fin de ese esplendor.
"Fue muy triste, una depresión total", recuerda con emoción solemne uno de los guardias jurados del parque empresarial. Él estaba allí, asegura, aquel día de hace diez años en el que el corazón económico de Linares dejó de latir.
En los oídos y en la retina aún queda el eslogan sindical: "2.400. Ni uno menos", recuerda el veterano vigilante que coreaban los santaneros durante sus protestas.
"El nivel de vida era altísimo comparado con el medio rural que rodea Linares"
El plan de cierre de Santana tuvo dos patas. Por un lado, proteger a los trabajadores, algo que, en parte, se hizo con prejubilaciones, buenas pensiones que aún hoy tiran de parte de las rentas de la ciudad.
"El nivel de vida era altísimo comparado con el medio rural que rodea Linares", afirma Alfredo Catalán, antiguo alcalde socialista entre 1982 y 1991. Con él al frente, el último reducto minero, el del plomo, se acabó para siempre. Pero había una industria para absorber trabajadores, para reciclarse, recuerda.
Linares, en efecto, aún tiene fortalezas. Si se atiende a los datos de renta per cápita en Jaén, todavía destaca como uno de los municipios de mayor renta media de la provincia, ligeramente por encima de la media andaluza, que en 2017, estaba en 9.116 euros anuales. En Linares era de 9.423 euros. En España pasaban los 11.074 euros.
Que hay una renta elevada, al menos en parte de la población, lo prueba la existencia de un colegio británico privado, bilingüe. También alberga una sección de la universidad de Jaén, la Politécnica, que forma peritos e ingenieros que, ahora, tienen más difícil aplicar sus conocimientos en el ámbito local.
"Linares necesita el apoyo de las administraciones para crear industria. Hay una masa de gente, de trabajadores en potencia que saben, que pueden ir a las empresas industriales y tecnológicas. Si esos apoyos no se dan, difícilmente Linares va a salir de este atolladero que tiene", afirma Juan Mendoza, extrabajador de Santana Motor.
Las principales fuentes de empleo, según el Instituto de Estadística y Cartografía de Andalucía, son aún proyectos técnicos e industriales. Primero, los negocios de reparación de vehículos de motor y motocicletas; luego, las actividades profesionales científicas y técnicas; a continuación, la construcción, y, en cuarto lugar, la hostelería. Pero, ¿por cuánto tiempo?
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"Cuando casquemos nosotros, ¿qué va a ser de Linares?", se preguntan pensionistas y prejubilados de Santana
"La situación de frustración colectiva es tremenda. La pandemia nos ha arreado muchísimo. Hay gente ya de edad que se pregunta, cuando casquemos nosotros, ¿qué va a ser de Linares?", comenta el exalcalde Catalán. "Al cerrar Santana, cierran más empresas y esas empresas van echando trabajadores a la calle", analiza Mendoza. "El que estudia se va", resume el guardia jurado del parque, afortunado de tener a sus dos hijos en la ciudad. Su hermano, explica, "tiene a sus cinco hijos fuera", y no parece que vayan a volver. "Cuando falten los pensionistas, que son los que hacen un poco de gasto, dime de qué se va a sustentar esto", sentencia la joven Ana.
La otra pata del plan post-Santana estaba sustentado en la implantación de nuevas empresas que absorbiesen el empleo perdido. "Fue un fiasco. No cuajaron las empresas. Y empieza ese gran desencanto de la gente en Linares", dice Catalán. De 2010 a 2011, los demandantes de empleo pasaron de 7.000 a 9.000."Se intentó diversificar a través del comercio, y el comercio, si no hay detrás una economía importante, difícilmente puede subsistir. Es cierto que este comercio atiende a toda la comarca, pero necesita de la industria que produce y genera economía", afirma Mendoza.
"Y se ha generado un mal caldo de cultivo, como consecuencia de que la administración no ha hecho nada en absoluto. Las empresas no vinieron. El parque empresarial que se iba a hacer no se ha hecho. Hay empresas trabajando, pero algunas ya estaban antes", remacha el extrabajador de Santana.
Los terrenos de la factoría son aún propiedad del Gobierno autonómico y están a punto de pasar a manos municipales, según anunció el presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno (PP), en su reciente visita al municipio. Era la primera visita de un presidente autonómico en una década, y muchos vecinos le recibieron con un sonoro abucheo. Y eso que Moreno comprometió 11 millones de euros para fomentar la implantación de empresas en la ciudad. El último presidente andaluz que fue a Linares fue José Antonio Griñán (PSOE) para anunciar el plan de reindustrialización de Linares hoy fracasado.
Empleos cualificados y un Miró en el Ayuntamiento
El alcalde de Linares es hoy Raúl Caro-Accino, aupado por Ciudadanos. Tras décadas de regidores socialistas, lleva en el cargo apenas un año y medio, y le ha tocado gestionar la pandemia y la herencia fantasmal. Caro-Accino recibe a Público en su despacho del Ayuntamiento, donde cuelga, como un flashback de los buenos tiempos, sobre el bastón de mando, una estupenda litografía original de Joan Miró, adquirida en los 80 por la corporación municipal.
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"Esta ciudad lleva de crisis en crisis demasiado tiempo", reconoce el alcalde
Este regidor no es un político al uso. Viene del mundo de la de la empresa. Fue gerente de la Cámara de Comercio de Linares y considera clave para atraer inversiones y para generarlas un cambio de enfoque: hacer Linares atractiva. Cuando habla, enumera los nombres de las empresas que han venido y quieren venir. Para el alcalde, la gestión municipal del parque de Santana es una decisión estratégica y relevante para poder atraer inversiones.
No pone paños calientes: "Esta ciudad lleva de crisis en crisis demasiado tiempo. Fue el cierre de la fábrica de automóviles de Santana Motor. Y aparece la pandemia, con una crisis económica nueva. Esta ciudad lleva demasiados mazazos seguidos. No se han cumplido los compromisos de inversión de las administraciones. Eso lleva demasiado tiempo ahí. No cumplir con sus inversiones. El ciudadano está cansado y las administraciones han perdido su credibilidad frente a los ciudadanos. Y la tenemos que recuperar. Eso solo se recupera cumpliendo con el programa de inversiones que se estableció", sentencia.
"La situación de desempleo juvenil ocurre en toda España. A nuestra ciudad afecta, por supuesto. Tenemos índices de desempleo altos. Estamos trabajando en revertir esa situación, pero solo se revierte con empleo estable. Tenemos una universidad y módulos de FP, pero al final de toda esa formación la gente necesita luego poder quedarse en el territorio, tiene que haber empleo estable"” y "si no tenemos lo principal, que es que puedan trabajar en su ciudad, van a estar por marcharse", remacha.
En la ciudad, además de IU, Ciudadanos, PP y PSOE, hay también dos partidos locales. Vox (aún) no tiene representación en el Consistorio, pero sí goza de simpatías. Algunos cálculos a mano alzada, tras los resultados de las últimas elecciones, auguran que podría tener hasta tres representantes en la próxima corporación. Otros auguran que tendrá más, habida cuenta del descontento social del que se nutre la ultraderecha.
Desigualdad y exclusión social
Siempre hubo en Linares —como en cualquier ciudad española— zonas dedicadas al invento, al trapicheo, a la economía sumergida y, por supuesto, a la droga. Pero las sucesivas crisis y la pandemia han complicado las cosas y han ampliado la base de lo que se ha dado en llamar la "exclusión social".
El absentismo escolar está más presente desde que los colegios se cerraron la pasada primavera por el virus. Los servicios sociales, las ONG y entidades sin ánimo de lucro que se dedican a la caridad han aumentado su volumen de trabajo. Por ejemplo, la Cruz Roja atendió el año pasado a un 39% más de personas, 11.145, entre beneficiarios directos e indirectos; frente a 6.837 en 2019, según esta organización.
Un 12,3% de la población linarense vive con menos de 5.000 euros al año
La falta de empleo digno genera siempre exclusión y en Linares eso ha creado una sociedad dual. El índice Gini, que mide la desigualdad, era del 32,9 en 2017 –cuanto más cerca de cien, más desigualdad se padece—. Aun así, está por debajo de los niveles de Madrid, donde la desigualdad asciende al 38,6, según el INE.
Hay gente en Linares que antes se podía considerar que formaban parte de la clase media y que, ahora, crisis y pandemia mediante, ha empezado a acudir a comedores sociales y bancos de alimentos. No es una situación endémica, obviamente, pero sorprende y desmoraliza en una ciudad que vivió muchos años de vacas gordas.
Cáritas atiende en sus comedores sociales a varias familias cada día, y a lo largo del año la cifra puede superar las mil. Según el INE, un 12,3% de la población linarense –unas 6.000 personas– vive con menos de 5.000 euros al año.
Junto a la parroquia de San Agustín, cuyo rosetón en forma de sol destaca entre el muro de edificios adyacentes, hay un comedor social de Cáritas. A la puerta, como cada mediodía desde hace unos años, José carga en la mano derecha una bolsa de plástico verde. Hoy hay habichuelas, pan, chóped y plátanos, enumera. Ayer había guisantes. La comida es justa, pero suficiente para el día.
Cuenta José que estuvo años trabajando en Torrejón de Ardoz (Madrid), en un par de empresas, pero fue despedido y tuvo que regresar a Linares. La indemnización se le agotó y ahora vive de un subsidio que apenas supera lo que gasta. "¿Qué voy a hacer esta tarde? Me quedo en la pensión, ¿Qué voy a hacer?", dice para resumir su día a día. Lamenta haber tomado malas decisiones, como no haber comprado un piso y haber "malgastado" el dinero. "¿Ahora qué hago? Pues joderme", se responde a sí mismo. ¿Qué haría si no existiera el comedor social? "Me iría al Mercadona a hacerme el bocata, pero sin robar, hablando con ellos". A José le gustaría que las cosas fueran de otro modo, pero "trabajo no hay mucho en Linares, no", concluye mientras se despide resignado.
No pueden permitirse lo mismo los jóvenes que el sábado pasado gritaban a la Policía que no tenían prisa por abandonar la protesta. Debajo de esa paciencia irónica se esconde un descontento que seguirá latente, acechando a cualquier revés, a cualquier ruptura de la monotonía, para volver a encender otra mecha, quizás más difícil de apagar.
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