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Actualizado:Detrás de las barricadas, de los neumáticos en llamas que cortan los puentes que conducen a Cádiz, sus avenidas, los accesos a las localidades de la Bahía, del Campo de Gibraltar, hay una vieja historia que se repite cada cierto tiempo, unas veces por la reconversión de los astilleros, otras porque cierran una fábrica de componentes de automoción con más de 1.600 empleados y otras, como ahora, porque hay que pelear la negociación del convenio colectivo para mejorar los salarios. Y si se repite es porque hay mucho en juego y miles de trabajadores dispuestos a pelear por ello.
En juego hay una vasta industria del metal en torno a la construcción y reparación de barcos y a la aeronáutica, fundamentalmente, que constituye el segundo sector económico más importante de la provincia de Cádiz, después de los servicios. Según el último Informe del Mercado de Trabajo del SEPE (Servicio Público de Empleo Estatal), del año 2020, la industria supone el 16,20% del PIB de la economía de esta provincia, 4,38 puntos por encima de lo que representa en toda Andalucía, pero casi similar a la de toda España. Esto la convierte en el enclave industrial más importante de Andalucía, junto al de la aeronáutica en Sevilla, la capital de una comunidad donde la agricultura representa el doble de peso (7,2% del PIB) que el que alcanza el sector agropecuario en la provincia gaditana, un 3,22.
Fabricación de productos básicos de hierro y ferroaleaciones, construcción de barcos y estructuras flotantes, aeronáutica y su maquinaria, fabricación de estructuras metálicas y sus componentes y carpintería metálica son las principales actividades de la industria del metal en Cádiz, que da empleo a más de 30.000 trabajadores, la gran mayoría en las empresas auxiliares que subcontratan o trabajan para las grandes compañías tractoras en ese territorio, Navantia, Airbus, Dragados y Alestis. Pero toda esa industria se mueve en un entorno de arenas movedizas, con una tasa de paro provincial, por ejemplo, que se situó en el 27% al inicio de este año, según la Encuesta de Población Activa, ocho puntos superior a la española y con un registro sólo superado por Ceuta.
Quienes han salido ahora a la calle a protestar por su convenio colectivo son los trabajadores de la industria auxiliar, aglutinada en torno a la Federación de Empresarios del Metal de la provincia de Cádiz (FEMCA), que representa a 700 pequeñas y medianas empresas con 22.000 empleados, aunque los sindicatos elevan la cifra a más de 25.000. Esa mano de obra lleva ya una semana en huelga para exigir una mejora del convenio colectivo, que consiste, fundamentalmente, en un aumento salarial acorde con la subida del coste de la vida, que en octubre ha registrado un incremento del IPC del 5,4%. La patronal considera inviable la propuesta sindical, la huelga se mantiene y las protestas seguirán en la calle, donde ya ha habido cortes de carretera, quemas de neumáticos y cargas de las fuerzas de seguridad del Estado.
Sin embargo, nada de esto es nuevo en la bahía de Cádiz, acostumbrada a vivir con los vaivenes de la industria del metal, con el cierre de empresas, los despidos multitudinarios y la zozobra casi permanente de una provincia que, aparte de esa fuente de riqueza, tan sólo puede fiarse a los ingresos que le lleguen del sector servicios, fundamentalmente del turismo de playa.
Los antecedentes: una brutal reconversión naval
Los malos tiempos para el metal gaditano empezaron en los años ochenta, cuando la llamada reconversión naval dirigida por Carlos Solchaga, ministro de Industria del Gobierno de Felipe González, eliminó de una tacada 7.500 puestos de trabajo, 5.500 de ellos de las plantillas de las cinco grandes factorías que dependían del INI (Instituto Nacional de Industria) y que eran Astilleros de Cádiz, Construcciones Aeronáuticas, Bazán y San Carlos. Esa sangría laboral originó muchas carreras detrás de los antidisturbios, muchas barricadas y una multitudinaria manifestación que el 24 de febrero de 1984 congregó a 40.000 personas en la capital gaditana en contra de una reconversión que dejaba tiritando a la economía de esa provincia.
El fiasco de la empresa de componentes para la automoción Delphi fue el motivo del siguiente gran periodo de protestas en la bahía. El cierre en 2007 de su planta de fabricación en Puerto Real dejó en la calle a más de 1.600 personas, además de en la estacada a al menos otras 1.300 de la industria auxiliar. Miles de gaditanos volvieron entonces a movilizarse para exigir la continuidad de la producción, volvieron las manifestaciones a las calles, los cortes de carretera, que, aunque no consiguieron que la empresa cediese, sí lograron, al menos, que la Junta de Andalucía y el Gobierno central pusiesen en marcha un amplio plan de formación y recolocación de los cientos de despedidos.
Por esa época también la industria del metal, la auxiliar, sufrió una huelga de 16 días en defensa de un convenio colectivo para el sector, la misma razón que el paro indefinido que ha comenzado esta semana. Y ya más recientemente llegó el aviso de cierre de la planta de Airbus en Puerto Real, con más de 400 empleados, que el pasado mes de mayo provocó una larga acampada de protesta a las puertas de la fábrica de estabilizadores y timones de colas de aviones, cuya carga de trabajo se pretende trasladar ahora a las plantas de Cádiz y El Puerto de Santa María.
“La gente ha dicho: hasta aquí hemos llegado”
El secretario general de la Federación de Industria (FICA) de UGT Andalucía, Manuel Jiménez, subraya, sin embargo, que a pesar de todas las reconversiones y cierres, el sector del metal, parte esencial de la historia de Cádiz, hoy da trabajo a más de 30.000 personas. Y esa industria, fundamental para la economía de la provincia, sufre nuevamente, a su entender, un ataque a las aspiraciones de sus trabajadores para no seguir perdiendo poder adquisitivo, para acabar con una "tremenda" tasa de empleo eventual en medio de un mercado laboral "salvaje". "La gente ha dicho que hasta aquí hemos llegado, que las grandes empresas también tienen que asumir su parte de responsabilidad en este conflicto, porque el gasto del aumento salarial no lo pueden asumir sólo las pequeñas y medianas empresas que trabajan para ellas, aunque muchas de ellas tampoco cumplan el convenio", explica este dirigente sindical.
Las protestas en Cádiz que ocupan ahora muchos minutos de informativos en las televisiones, en las cadenas de radio, páginas en los periódicos, tienen unos antecedentes claros, pero ¿por qué las movilizaciones de estos trabajadores suelen acaparar la atención de los medios que los de otros sectores no consiguen, simplemente, a veces, porque tampoco se movilizan para dar a conocer sus reivindicaciones? ¿Es sólo porque se queman neumáticos, se cortan puentes? Manuel Jiménez tiene claro que el metal, los compañeros del metal como acostumbran a denominarse entre ellos, son más combativos, entre otras razones porque en el gremio de la industria, en las fábricas, se halla el germen de las organizaciones sindicales. Y como ejemplo de ello pone que los tres últimos secretarios generales de UGT, Nicolás Redondo, Cándido Méndez y Pepe Álvarez, proceden de esa sección.
"Estamos más organizados, hay grandes núcleos de fabricación con niveles de sindicalización muy altos, y eso se nota en las movilizaciones", dice. No en vano, en torno a un tercio de los delegados de UGT en Andalucía los aporta la federación de Industria.
Esa fuerza es la que, a juicio de Manuel Jiménez, permite afrontar conflictos como la huelga indefinida en la que está inmerso el sector del metal de la provincia de Cádiz. "Sin ejército no haces nada. Sin ejército que te respalde no puedes avanzar, sobre todo en un contexto como el actual, no puedes mover ni una coma de un convenio laboral. Y eso los jóvenes lo tienen que aprender: si no hay pelea, no hay bienestar", subraya el secretario regional de FICA.
En el otro sindicato mayoritario, CCOO, también tienen muy clara la importancia de la industria del metal de Cádiz, ya que de su actividad vive una buena parte de la población de numerosas localidades en el marco de una provincia donde algunos municipios se acercan a una tasa del 40% de desempleo, como es el caso de La Línea en el Campo de Gibraltar, y se arrastra un altísimo índice de paro juvenil. "Es una situación gravísima", advierte su secretario regional de Industria, José Hurtado.
Más allá de la reivindicación de un mejor convenio colectivo, de una subida salarial acorde al aumento del coste de la vida, Hurtado cree que en la huelga que ya ha paralizado durante una semana las empresas del metal está en juego la solución de toda una serie de problemas estructurales y endémicos de la industria auxiliar, como la eventualidad en un contexto de alto índice de desempleo, la falta de control de las horas extras o la precariedad general del trabajo. "La situación de necesidad es lo que está llevando a la conflictividad que estamos viendo ahora en Cádiz, a lo que se suma las amenazas de la patronal de llevarse la carga de trabajo a otro sitio si no cesa esa conflictividad. La pelea en las calles de Cádiz no es porque los trabajadores ven peligrar el convenio, sino porque ven peligrar su futuro", afirma el dirigente de CCOO.
El miedo a que no te vuelvan a contratar
Jose es el nombre ficticio de un electricista de 52 años que lleva más de 20 trabajando en las empresas del metal para los astilleros de Cádiz, Puerto Real y San Fernando. Es ficticio porque no quiere dar su nombre real por temor a represalias empresariales en un momento de gran conflictividad en un sector donde la temporalidad es la norma y dependes de que te vuelvan a contratar para seguir trabajando. Él es miembro de la Coordinadora de Trabajadores del Metal, una organización sindical de nueva creación, aún muy minoritaria, pero la eventualidad de sus empleos le han impedido, dice, disfrutar del escudo que proporciona ser elegido delegado sindical. Por eso esconde su identidad.
La conversación por teléfono con Jose se interrumpe por las sirenas de las furgonetas de las fuerzas de seguridad que han empezado a cargar contra los trabajadores que cortan una vía de acceso a Cádiz, y su voz se apaga a veces también con el rugido del viento de Levante que sopla fuerte en el litoral. Pese a todo, consigue explicar su visión de los hechos con la que dibuja un panorama de enorme precariedad en la industria del metal gaditana, algo que confirman las estadísticas generales del SEPE: el 94,82% de los contratos suscritos en esta provincia en el último año, según los datos del pasado octubre, fueron temporales. "La gente sale a la calle porque llevamos 30 años de incumplimiento de los convenios. Trabajadores que llevan ese tiempo con contratos de obra y servicio, uno detrás de otro, echando jornadas semanales de 60 horas, sufriendo chantajes para poder seguir trabajando. Aquí en ninguna empresa se cumple que el 80% de la plantilla sea fija y sólo el 20% temporal", asegura el representante de la Coordinadora.
Según este veterano electricista del metal, el sueldo medio de un oficial de primera en el sector está en unos 1.450 euros mensuales, prorrateado en doce pagas y con un IRPF del 10%, que sería de unos 20 euros menos para un oficial de segunda con independencia de la labor que lleve a cabo, de soldador, calderero o electricidad. Pero, a su entender, los trabajadores no han salido ahora a protestar para conseguir una subida salarial en el convenio conforme al IPC, sino para cambiar de raíz las condiciones laborales en las que trabajan. "Nosotros estamos convencidos de que la gente sale a la calle porque está harta de que no se cumplan los convenios, de que haya empresas que te pagan 300 y 400 euros por debajo de lo estipulado, harta de la precariedad, de que les obliguen a echar una barbaridad de horas extra, de que la mayoría sean temporales", señala.
Toda esa precariedad laboral ha llevado, a juicio de Jose, a que se haya mantenido durante años un conformismo con lo que hay, con el estado de las cosas en la bahía gaditana, por el miedo a no ser contratado otra vez, a perder el medio de vida en un contexto de enorme índice de desempleo. "Eso nos ha hecho –afirma- conformarnos durante muchos años con lo que había, a decir que es mejor trabajar en esto, aun en estas circunstancias. Pero ya hay gente que se ha ido a trabajar repartiendo en una furgoneta, porque le compensa, porque esto ya no da lo suficiente ni para todo el año".
Y, de momento, las movilizaciones van a seguir para intentar doblegar la postura de la patronal gaditana. En la tarde de este viernes se convocó una concentración ciudadana en la Plaza de San Antonio de la capital en apoyo a las reivindicaciones de los empleados metalúrgicos, y para este sábado se ha organizado otra con el lema "Cádiz con su industria, por un futuro digno". Además, los sindicatos mayoritarios también han convocado una manifestación el próximo martes 23, jornada en la que el Sindicato de Estudiantes ha anunciado una huelga en los centros escolares en solidaridad con los trabajadores del metal.
El Grupo Cristiano de Reflexión Acción de Cádiz también ha apoyado la huelga del metal. "Llevamos ya muchos años con el cierre de empresas, con trabajos muy precarios, con paro, mucho paro y con emigración forzosa para jóvenes que se ven obligados a salir fuera, a veces, a países lejanos, para poder trabajar y garantizar el pan para sus familias", manifiesta en un comunicado este colectivo cristiano de base. El Obispado de Cádiz y Ceuta, sin embargo, no ha hecho público ningún mensaje de apoyo a los trabajadores.
La patronal FEMCA lamentó este viernes en una nota de prensa que los sindicatos hayan rechazado su propuesta de subida salarial para solucionar el conflicto y la que les planteó luego el equipo de mediación del Centro Andaluz de Relaciones Laborales. La federación empresarial sostiene que en todas las propuestas "obtienen lo que pretenden, subida de sueldos y mantenimiento del poder adquisitivo". "En nuestra propuesta sube cada año un 2%, en unos días los trabajadores ven la subida de un 4% dado lo poco que le queda a 2021, y revisan el IPC, aunque algo más tarde, cuando podemos haber recuperado capacidad económica y financiera para hacer frente a ese pago. No pierden nada, ni un céntimo", esgrimen los empresarios gaditanos del metal.
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