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Granada instala ocho hectáreas de césped artificial pese al intenso calor que genera y el alto riesgo de contaminación

Informes técnicos alertan de las graves consecuencias ambientales del uso del material plástico en las líneas del metro ligero y de la elevada temperatura que registra, muy superiores al adoquinado o la cubierta vegetal.

Césped artificial
Foto del césped artificial. Foto cedida

Más de ocho hectáreas de césped artificial sumará la ciudad de Granada cuando se complete la segunda línea de metro ligero, entre protestas ciudadanas e informes técnicos que avisan de las nefastas consecuencias que el uso del material plástico acarrea para la salud pública. La primera línea metropolitana, inaugurada en 2017, integra ya 5,5 hectáreas, muchas de las cuales han sustituido a zonas vegetales y suelos duros.

El proyecto ha sido diseñado por la Consejería de Fomento de la Junta de Andalucía, que desoyó un informe contrario del Departamento de Botánica de la Universidad de Granada firmado en 2013 con serias advertencias por sus graves consecuencias ambientales, climáticas y para la salud pública. Nuevos estudios técnicos publicados recientemente solicitan el desmantelamiento del inmenso alfombrado artificial que acompaña gran parte de la línea férrea.

El estudio científico, firmado por la bióloga Dolores Ortega y el catedrático Nicolás Olea, enumera media docena de efectos altamente dañinos producidos por el material plástico utilizado. Para empezar, recuerda que los polímeros son fabricados a partir de combustibles fósiles, cuyo uso contribuye a la emisión de gases de efecto invernadero, principal causa del calentamiento global. En sus 10 o 15 años de vida útil, el césped artificial emite etano y etileno, sobre todo en climas cálidos y bajo alta exposición solar, ambos elementos perjudiciales para la salud.

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Césped artificial en Granada. Foto cedida

También genera microplásticos que contaminan la atmósfera, el suelo y el agua. Existen informes muy documentados que señalan que el destino final de todo este material acaba en el mar. Una investigación de las universidades de Barcelona y Cádiz, citada por Dolores Ortega y Nicolás Olea, constata la existencia de fibras de polietileno y polipropileno procedentes del césped artificial en la costa catalana y la desembocadura del río Guadalquivir.

Este tipo de residuos, según el informe, se integran en la cadena alimenticia de los animales marinos y causan graves desórdenes porque actúan como "disruptores hormonales, cancerígenos y neurotóxicos". Los nanoplásticos se quedan en suspensión en la atmósfera, contaminan la lluvia y la nieve, y se integran en el ciclo natural del agua con graves consecuencias ambientales y sanitarias, argumenta el documento. Después de su vida útil, el césped artificial acaba en el vertedero donde es incinerado y vuelve a emitir CO2, gases tóxicos y metales pesados.

Los efectos contaminantes del uso de superficies plásticas en el espacio urbano son de especial gravedad. Pero no son los únicos. El césped artificial contribuye decisivamente a la generación del fenómeno 'isla de calor', que afecta a buena parte de las ciudades mediterráneas. Este tipo de material absorbe la radiación solar y alcanza temperaturas superiores a los 60°C, muy por encima del adoquinado (39°C) y la cobertura vegetal (26,8°C), según mediciones efectuadas sobre el terreno.

La inmensa alfombra de plástico verde, además, exige previamente el hormigonado de la superficie, que pierde permeabilidad, impide la filtración del agua y bloquea la recarga de los acuíferos. La biodiversidad, por lo tanto, disminuye drásticamente en la zona, con la pérdida de aves, insectos, arácnidos o reptiles. "Quitar vegetación natural es un gravísimo error porque se eliminan servicios ecosistémicos", razona el citado análisis científico, en relación a la generación de oxígeno, la capacidad de absorción de CO2, la liberación de vapor de agua y, consecuentemente, la rebaja de la temperatura.

"Es un atentado contra la salud y la inteligencia", sostiene Dolores Ortega, fundadora además de la Asociación Árboles contra el Cambio Climático (ACCC). Según señala, Granada es la ciudad andaluza con un mayor aumento de la temperatura media en las últimas décadas, lo que hace más incomprensible, en su opinión, sustituir la vegetación natural por césped artificial. La primera fase de la línea metropolitana se inauguró en 2017 y une varias localidades cercanas a Granada.

El uso de material plástico en la plataforma del metro ligero no es habitual en España. Ni en Bilbao, Barcelona, Zaragoza, Vitoria y Sevilla se ha utilizado césped artificial en ninguna parte del recorrido y así lo documenta Ortega en un exhaustivo informe de carácter comparativo. La Consejería de Fomento justificó la elección de este tipo de material en una notificación oficial cursada el pasado año a requerimiento de Dolores Ortega. "Se apuesta por un elemento blando en prácticamente toda la longitud del trazado, un tapiz verde, a modo de bulevar, que integre los distintos componentes del sistema", explica el comunicado. La superficie plástica aporta "calidez al entorno", aduce la Consejería, "al insertar una nueva trama verde en la aridez de la carretera que une los dos municipios". La bióloga y fundadora de ACCC preguntó a Fomento cuándo tenía previsto sustituir el material instalado. "Es un dato que no obra en el proyecto de construcción ni en ningún otro documento", puntualizó la respuesta oficial.

Un informe elaborado por el Departamento de Botánica de la Universidad de Granada en 2013 ya objetó la instalación del césped artificial a lo largo de la línea del metro ligero. "Se pierde parte del arbolado y ajardinamiento para ser sustituido por una alfombra verde de material sintético", alegó en un dossier firmado por Manuel Casares y José Tito. Los expertos alertaron que la superficie plástica funciona como "acumulador de polvo urbano", presenta problemas de limpieza y se comporta como "fuente emisora de calor" superior al asfalto y el hormigón.

Aquel análisis científico también advertía de las contraindicaciones ambientales y climáticas del proyecto presentado. La enorme alfombra sintética que se iba a instalar en Granada no emitía oxígeno y carecía del efecto sumidero de CO2 en el contexto de la alerta mundial por el calentamiento global. Y recomendaba la búsqueda de soluciones que evitaran el uso del césped artificial y lo sustituyeran por pavimento mineral. Sus advertencias fueron desoídas por la Junta de Andalucía.

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Foto de césped artificial en Granada. Foto cedida

La polémica llegará al Parlamento andaluz en los próximos meses, según anunció IU, que pedirá la supresión del césped sintético de Granada y la renuncia a instalar nuevas superficies de este tipo de material. En mayo pasado, una concentración ciudadana ya protestó contra la "tala masiva" de arboleda en la ciudad y el uso de hierba plástica.

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