Este artículo se publicó hace 7 años.
Davos calcula que la igualdad salarial entre hombres y mujeres tardará aún dos siglos
El pesimismo en torno a la paridad hombre-mujer en el mundo se ha instalado hasta en la invernal estación de Davos, donde se reúnen, cada enero, los jerarcas políticos y económicos. Un informe de su entidad organizadora, el World Economic Forum (WEF) avisa de que la brecha no sólo no sutura, sino que se agranda
Madrid--Actualizado a
“Un duro revés”. Así califica el WEF el estado de la igualdad de género en el planeta tras la revelación de su indicador 2017. El año en el que han emergido los nacionalismos de corte populista, han aumentado los riesgos geopolíticos y han surgido nuevas amenazas sobre la economía mundial, parece que también ha distanciado aún más las divergencias entre hombres y mujeres en materia de igualdad de género.
En casi la práctica totalidad de los parámetros que la institución organizadora del Foro de Davos evalúa para calificar su indicador anual. Pero, en concreto, en el terreno salarial. Quizás el barómetro más sensible y en el que mejor se aprecia la discriminación por razones de sexo.
En concreto, en este apartado, los expertos del WEF advierten de que se ha retrasado en 47 años el momento del supuesto ensamblaje remunerativo respecto a su último diagnóstico, lo que relega más de dos siglos (exactamente, 217 años) la proclamación de la igualdad retributiva. Es decir, en el año 2234.
Los expertos del WEF advierten de que se ha retrasado en 47 años más el final de la brecha salarial, hasta el año 2234
En términos generales (suma del conjunto de los exámenes socio-económicos de los 144 países que somete a evaluación, entre ellos, acceso a educación, sanidad o participación en el escenario político), el ranking del WEF cifra en el entorno de los cien años la paridad entre hombres y mujeres. “La desigualdad reduce de forma drástica los recursos de talento de una parte substancial de la población” global y, con ello, se reduce la capacidad de la humanidad a la hora de “abordar los desafíos” a los que se enfrentan las relaciones económicas en todo el mundo, explica en el prólogo del informe Klaus Schwab, fundador y presidente del WEF.
El estudio sitúa la brecha de género en un 68%. Siendo el nivel 100 el punto de igualdad. Los nórdicos, un año más, encabezan la clasificación. Con Islandia a la vanguardia, con un 87% de su brecha de género ya suturada. Por noveno año consecutivo. Le siguen Noruega y Finlandia.
El WEF emitió su primer ranking de igualdad en 2006. Y, desde entonces, siempre ha constatado “lentos, pero continuados progresos”. Hasta ahora.
“En 2017 no hemos visto avances hacia la paridad; más bien al contrario, la evolución se ha detenido. Incluso el camino se ha revertido”.
Saadia Zahidi, responsable del parámetro de educación de esta institución, no deja lugar a dudas: “En 2017 no hemos visto avances hacia la paridad; más bien al contrario, la evolución se ha detenido. Incluso el camino se ha revertido”. A su juicio, “la lucha contra la desigualdad por razones de sexo demanda imperativos de orden económico, pero también moral”. Y sólo algunos países -explica- lo comprenden; son los que ven ahora los dividendos de las medidas proactivas que han instaurado en los últimos meses en esta dirección”. Bulgaria, Canadá, Francia y Bolivia, Dinamarca y Reino Unido son las naciones que han protagonizado los mayores saltos cualitativos. Todos, dentro del top-twenty.
España es otro de los países que más han progresado. Hasta firmar un 74%. Sigue al sexteto anterior, junto a Barbados, pero se queda en el vigésimo cuarto peldaño del escalafón, tras subir cinco puestos. Eso sí, sin entrar entre los diez mejores de Europa.
El Talón de Aquiles español es el diferencial de salarios entre hombres y mujeres. Valoración inmersa en el sub-índice económico, donde se queda en un modesto porcentaje del 65%, en el puesto 81 del ranking global. Frente al 99% de nivel académico y al 97% de acceso a la Sanidad.
Aunque la puntuación más baja la obtiene en igualdad de representantes políticos, con un 35% que, sin embargo, le encarama dos puestos por encima de su valoración general: el vigésimo segundo. Motivo que se explica por el reducido -o nulo- número de mujeres que logran cargos vinculados a la política. Gran parte de ellos, de naciones musulmanas.
El informe del WEF viene a justificar, en este lunar español, otro estudio reciente, de principios de año, elaborado por Equileap, en colaboración con la Universidad de Maastricht, en la que se reducen a seis las firmas españolas -de las 43 que analizó el documento- incluidas en el ranking de igualdad de género del sector privado que encabazaba la francesa L'Oréal y que se basaba en información pública de 3.048 empresas cotizadas de 23 países. La primera fue Red Eléctrica, en el puesto 51. Más abajo aparecieron, por orden decreciente, Banco Santander (61); CaixaBank (102), Bankinter (107), Enagas (135) y BBVA (156).
En cualquier caso, España se sitúa lejos del decimoprimer puesto que obtuvo en 2006.
Aunque los mayores avences porcentuales en igualdad correspondan a Nicaragua, con un 12% de brecha corregida, y Nepal, Bolivia y Eslovenia, con un 11%.
Los diez peores clasificados
La media global de los 144 países analizados se sitúa en el 68%, un punto menos que en 2016. A pesar de que se han registrado mejoras en 82 naciones, ha pesado más los retrocesos de 60 de ellos, casi en su totalidad en los parámetros económico-salarial y de acceso al poder político. El propio WEF enfatiza esta paradoja: en 2025, el PIB mundial se incrementará en 5,3 billones de dólares respecto a los niveles actuales, mientras que el gap de participación económica entre los hombres y las mujeres se situará en el 25%, según las previsiones para ese mismo año.
Por orden decreciente, los peores parados, según el indicador del WEF, son los siguientes países:
10.- Jordania (60%). Casi no dispone de mujeres trabajando en puestos vinculados a ministerios y su ordenamiento jurídico no contempla mandatos legales sobre igualdad de género. Aunque el voto femenino se instauró en 1974.
9.- Marruecos (59,8%). Las hijas carecen de cualquier tipo de derecho sucesorio y las mujeres brillan por su ausencia en el escalafón político e institucional del país.
8.- Líbano (59,6%). Leyes sin igualdad de género, hijas sin derechos sucesorios y ausencia casi total de mujeres en el parlamento y en cargos ministeriales.
7. Arabia Saudí. (58,4%). A las mujeres se les permitió votar y ser candidatas por primera vez en 2015, en unas elecciones municipales. Este año se les ha levantado la prohibición expresa de conducir vehículos.
6. Malí (58,3%). Sin leyes antidiscriminación de género en un país que permite el negocio de aquiler de mujeres. Las hijas sólo tienen derechos parciales de herencia y las mujeres, sólo usos concretos de propiedad de la tierra, ya que la práctica totalidad de ella pasa al control de sus cónyunges.
5.- Irán. (58,3%). Las mujeres sólo pueden acceder a determinados servicios financieros y sólo a ciertos activos y propiedades de tierras.
4.- Chad (57,5%). El acceso a la educación de sus mujeres es ostensiblemente más recucido que el de los hombres y nunca ha habido representación femenina en altos cargos del Estado.
3.- Siria (56,8%). La gran mayoría de la fuerza laboral y de la clase política es masculina. Las leyes no promueven la igualdad. Las hijas, sin derechos de sucesión ni de herencias.
2.- Pakistán (54,6%). Sin normas de igualdad, pero con permisividad legal para negociar con las mujeres. Tuvo una presidenta del país, Benazir Bhutto, que fue asesinada en 2007.
1.- Yemen (51,6). Sin mujeres en el parlamento ni en las instituciones políticas. Sin leyes de género y con prohibición expresa de acceso de la mujer a los servicios financieros.
El paraíso de la igualdad: Islandia
No es ninguna sorpresa. Islandia es, para el WEF, el nirvana igualitario entre hombres y mujeres. Como en las ocho ediciones anteriores. Es el arquetipo del “éxito de varias décadas” de avances continuados, “fuente inspiradora” para el resto del planeta en esta materia y la nación mejor colocada para suscribir el 100% de igualdad, dicen los expertos del Foro de Davos.
¿Su secreto? La convicción de que el combate final contra la discriminación no nace sólo de un acuerdo tácito. Sino que requiere de contínuas acciones colectivas y mecanismos de solidaridad para defender los derechos civiles de las mujeres, su acceso paulatino a los más altos cargos de responsabilidad políticas y el instrumento de los cambios legislativos para potenciar, primero, y conseguir, después, la equiparación de cuotas y salarios entre ambos géneros.
Islandia es una isla, pero no está aislada en esta materia. Sus protestas civiles han aupado a sus representantes femeninas a las más altas instancias del país. También han proliferado en el país a lo largo de las últimas décadas las reivindicaciones ciudadanas para acabar con los privilegios masculinos -sobre todo, en materia económica-, que consiguieron dar visibilidad a las demandas de sus mujeres y hacer calar en su sociedad la participación compartida en la toma de decisiones. En el ámbito civil, familiar y empresarial. Una aceptación social y cultural que ha germinado en el imaginario colectivo.
Islandia es el país que inició la concesión del voto y el acceso parlamentario de sus féminas. Nada más y nada menos que en el año 930. Y estableció derechos legales similares a los hombres entre 1914 y 1915. Aunque entre 1915 y 1983, sólo entre un 2% y un 5% de sus parlamentarios eran mujeres. Motivo por el cual, sus movimientos feministas fueron especialmente activos en las décadas de los sesenta y setenta del siglo pasado. Con resultados espectaculares. En 2012, por ejemplo, Islandia tuvo el privilegio de lograr el nombramiento de la primera mujer obispo. De religión protestante, la mayoritaria en el país. Y, desde 2016, el 48% del parlamento es mujer.
Mientras en su legislación se prohíbe expresamente el acoso sexual, se ha alcanzado una gradual equiparación de permisos de paternidad entre hombres y mujeres en el generoso estado del bienestar islandés y la igualdad de puestos directivos y de remuneraciones salariales es su gran sello de identidad.
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