Este artículo se publicó hace 2 años.
La cruzada de las mujeres contra las violaciones por sumisión química liderada por una víctima de 71 años
Este miércoles se presentan en el Ministerio de Justicia más de 100.000 firmas que piden protocolos claros y unificados contra este delito. La campaña la inició Gloria Martinez, de 71 años, en una campaña online.
Marisa Kohan / Vídeo: Núria Martínez Ribot
Madrid-Actualizado a
Marta y Gloria tienen poco en común. Una es sevillana, la otra de un pueblo de Madrid. Nunca se habían visto, pero comparten una misma lucha. Denuncian la desprotección y la falta de atención que sufren las mujeres cuando son violadas por el método de la sumisión química. Es decir, cuando el agresor utiliza drogas para anularlas y abusar de ellas sin que puedan oponer resistencia.
Habitualmente le ocurre a las mujeres jóvenes en contextos de fiestas o discotecas, pero ellas no entran en este grupo. Gloria Martínez tiene 71 años y este pasado verano fue drogada y violada mientras comía en casa de unos vecinos de su piso de Estepona, que había adquirido hace unos años y donde pensaba pasar su jubilación. Tras este incidente, vendió apresuradamente el piso al mejor postor, un hecho que, confiesa, desbarató su vida y sus planes.
Tras el almuerzo, los vecinos la llevaron a su piso y la dejaron en el sofá. "No suelo beber ni había bebido casi. Sólo dos copitas de vino, pero perdí la conciencia durante unas tres horas, en las que no sé que pasó. Sólo tuve algunas imágenes".
No fue inmediato. La conciencia de que podía haber sido víctima de una agresión por sumisión fue creciendo en ella a lo largo de varios días. Había cosas que no cuadraban, explica a Público por teléfono, y tenía recuerdos que no podía explicar. Casi un mes más tarde, con la certeza de que habían abusado de ella tras drogarla, fue al hospital Costa del Sol. "Me habían dicho que era un centro de referencia para este tipo de violencias". Para su sorpresa, el médico no le hizo caso. Le dijo que tenía que poner una denuncia, pero no ordenó ninguna prueba. La prueba se la hizo ella misma. Tras investigar supo que los restos de drogas se pueden detectar el en pelo un tiempo después de haber consumido algún tipo de sustancia.
Se trata de una práctica ampliamente conocida en el entorno sanitario, que está incluida en algunos protocolos sanitarios, sobre todo en aquellos centros que son referencia para este tipo de violencias. También es muy conocido en el entorno jurídico, aunque precisa que un juez solicite que un forense realice dicha prueba.
Gloria decidió hacerse la prueba por su cuenta un mes después de la agresión. Pagó cerca de 3.000 euros, incluida la custodia policial para que pudiera ser usada en un juicio. El resultado dio positivos en cocaína y barbitúricos. Volvió a repetirla unos meses después, en diciembre, y corroboró que esas sustancias sólo aparecían en un momento concreto que coincidía con aquella comida. Al denunciar los hechos, el juez archivó la causa. "Creo que no leyó nada del informe que remití al juzgado. Ahora está intentando reabrirla y cuenta con el apoyo de la Fiscalía.
Entonces, decidió hacer público su caso. En noviembre abrió una petición en la plataforma Change.org y sólo dos meses ha reunido más de 100.000 firmas que este miércoles serán entregadas en un acto al ministerio de Justicia.
"Me encuentro abandonada e insultada por un sistema que mira para otro lado mientras a las mujeres nos agreden diariamente"
"Me encuentro abandonada e insultada por un sistema que mira para otro lado mientras a las mujeres nos agreden diariamente", explica en su petición, y afirma que las mujeres no denuncian este tipo de agresiones "por vergüenza y porque saben que la Justicia no va a hacer nada por ellas". "Necesitamos que exista un protocolo de actuación ante estas violencias y que sea conjunto y coordinado entre la Policía, la Justicia y la Sanidad. Sin esto, a las mujeres se nos deja tiradas como babuchas", se queja en declaraciones a este diario. Gloria lamenta que no haya más mujeres jóvenes que se atrevan a denunciar y a iniciar la pelea. Una lucha, afirma, que deberían liderar las mujeres más jóvenes que es a quién más les afecta este tipo de violencias. "He lanzado la primera piedra", comenta a Público, "pero esto desgasta. Me gustaría que otras continuaran con la denuncia".
Cuando el agresor es la pareja
"Por las noches mi pareja aprovechaba para violarme sin mi consentimiento", afirma Marta Asensio. Hoy, con 48 años, es consciente de que varias veces entre 2007 y 2013, lo que duró esta relación, la anuló utilizando drogas para abusar de ella. Explica que a veces se levantaba con semen seco entre las piernas. Otras amanecía sin bragas. "Le dije varias veces que no lo hiciera. Que no me gustaba".
"Entiendo que, cuando lo cuentas a alguien, te pregunta que por qué no te has ido. La verdad es que crees sus promesas y que va a cambiar. Crees en el propósito de enmienda, que no llega", explica a Público.
En 2013 rompió la relación. Sin embargo, no fue consciente de lo que le había pasado hasta un tiempo después, en el que, hablando entre un grupo de amigas, una contó que su pareja la drogaba para violarla. "Entonces recordé muchas cosas de mi relación y empecé a atar cabos". Muchas cosas comenzaron a cuadrar en su cabeza. "Me lo decía de mil maneras y no me he dado cuenta. Y esto te hace sentir estúpida, porque estaba haciendo contigo lo que le daba la gana".
Finalmente se decidió a denunciarlo. Supo que su expareja había vuelto a hacer lo mismo con otras mujeres, algunas de su familia, y confiesa que sintió un gran dolor por pensar que su silencio podría haber condenado a otras mujeres a sufrir los mismo. La Audiencia Provincial de Madrid rechazó en dos ocasiones su querella y la experiencia de la denuncia ha sido dura y amarga.
"Ha sido un proceso duro. Piensas que la culpa es tuya, sientes vergüenza y asco de ti. Es un shock y que te haga esto tu pareja, alguien en quién confías. Y lo peor es que no sabes qué hacer. ¿Cómo denuncio esto? ¿Cómo lo cuento? Te callas muchas cosas y tratas de pasar pagina y borrarlo de tu cabeza y tu vida. Pero no es sencillo.
"Lo peor es que tienes que contar lo que te ha pasado tantas veces que es revictimizante. Cada vez que lo recuerdas, tu cuerpo lo vuelve a revivir. No puede ser que estemos tratando así a las víctimas. No las estamos creyendo, las estamos revictimizando y encima las zarandamos mentalmente con todo lo que han pasado y lo que están viviendo", explica.
Por eso, cuando vio la petición que Gloria había iniciado en Change.org, no lo dudó. No sólo la firmó, sino que voluntarió su contacto y su vivencia para denunciar lo que les ocurre a las mujeres que intentan denunciar las violaciones por sumisión química. "Lo único que puede cambiar cosas es cambiar las cosas", asevera.
"Hay que pedir protocolos que coordinen las tres patas: la Sanidad, la Policía y la Justicia"
Hay que pedir protocolos que coordinen las tres patas: la Sanidad, la Policía y la Justicia. Hay cosas que nosotras, como víctimas, cuando te pasa una cosa así debemos saber. Te acaban de hacer una sumisión química. No sabes que hacer ni donde ir. Eso nos pasa a todas. No sabía que tenía que tener al manual de la perfecta violada".
Y deja un advertencia: "Que nadie dude que ha podido ser violada sin forcejeo. El violador no es un tipo en un callejón y desconocido y que lo hace por la fuerza. No. La mayoría son conocidos y lo hacen aprovechando la cercanía con la víctima".
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