Este artículo se publicó hace 6 años.
Entrevista a Corina Rodríguez"Corporaciones e instituciones hacen un maquillaje de género, pero trabajan en contra de los derechos de las mujeres"
La economista y feminista argentina, Corina Rodríguez, desgrana la cooptación del poder político de grandes empresas e instituciones financieras y denuncia la vuelta al neoliberalismo en América Latina, que está amenazando los logros de las mujeres.
Marisa Kohan
Madrid-
Los logros conseguidos por los movimientos y movilizaciones feministas han sido claves en el avance de los derechos de las mujeres en el mundo, y especialmente en América Latina a lo largo de las dos últimas décadas, aunque en algunos países más que en otros. El movimiento feminista, que se ha convertido en la fuerza más potente de cambio social, se enfrenta en los últimos años a una vuelta del neocapitalismo que está amenazando los logros conseguidos.
En esta entrevista con Público, Corina Rodríguez, economista y feminista argentina, profesora de la Universidad de Buenos Aires e investigadora del CONICET (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas), desgrana los riesgos que supone el fin de los gobiernos considerados como progresistas y la vuelta a las políticas de austeridad y el poder de las corporaciones e instituciones financieras en la definición de la agenda del feminismo. Rodríguez participó el pasado jueves en un una mesa de debate organizada por encuentros complutense, un espacio de reflexión abierto a la sociedad.
El feminismo está siendo una de las fuerzas de cambio social más potente en las últimas décadas. ¿Que logros se han conseguido en América Latina?
Los movimientos feministas han conseguido meter algunos temas relevantes para las mujeres en la agenda pública y sobre todo numerosos avances normativos en las últimas dos décadas: leyes integrales de erradicación de la violencia, leyes de salud sexual y reproductiva… con matices, porque los países de América Latina nos muy diversos. También han conseguido poner en la agenda política y de debate la cuestión del cuidado. El avance más grande en este sentido lo ha tenido Uruguay, que está construyendo un sistema nacional de cuidados.
Pero también países como Bolivia o Ecuador han incorporado en sus constituciones el tema del trabajo no remunerado y varios países del continente han tenido buen impacto de leyes de discriminación positiva.
Las movilizaciones que se produjeron en Argentina bajo el paraguas del #NiUnaMenos y que se extendieron también por otros países de América Latina, fueron un hito. No sucedieron de forma aislada, sino que se nutrieron del trabajo previo de los grupos de mujeres feministas y que eclosionó de forma bastante sorpresiva tras una serie de femicidios. Un grupo de periodistas se preguntaron en redes qué podían hacer para parar esa sangría y convocaron una marcha, que acabó juntando a 100.000 personas en Buenos Aires. Pero de ahí este movimiento fue ampliando su agenda. De estar restringido a la violencia, pasó a reivindicaciones de salud sexual y reproductiva y al tema del aborto, y a temas económicos, que acabaron con los paros de mujeres.
Hoy el movimiento feminista es uno de los más activos, y esto se ve en países de la región, como es el caso de Brasil, donde el pasado fin de semana fue el movimiento feminista el que llenó las calles en contra del candidato mejor situado para llegar a la presidencia y que es un fascista.
Denuncia que estamos viviendo una vuelta al neoliberalismo, que está poniendo en riesgo los logros alcanzados
Sí. Se trata en realidad de una restauración neoliberal, porque no es una nueva forma de neoliberalismo, sino uno que tiene como protagonistas a los mismos personajes y discursos de la década de los 90 en América Latina. En Argentina esta vuelta atrás se da en un marco de una relativa estabilidad de las instituciones. Pero en otros países de la región, este retroceso está generando que las instituciones democráticas estén dejando de funcionar, como es el caso de Brasil, en el Estas están siendo cooptadas por el poder el poder judicial.
Esta restauración neoliberal implica la amenaza del retroceso de los derechos conquistados, amenazada por una ola privatizadora y la instauración de políticas de austeridad y ajustes. Esto implica recorres del gasto público que impactan en la vida de todas las personas, pero especialmente en la de las mujeres, que están sobre representadas entre la población más vulnerable. Hay que tener en cuenta que cuando el Estados se retira, son las mujeres las que con su tiempo salen a solucionar la debilidad de la provisión publica en el tema de cuidados.
Por un lado tenemos este retroceso en derechos y por el otro, la resistencia de las mujeres. Porque quienes están enfrentando claramente al neoliberalismo somos nosotras.
¿Y cómo influye en los derechos de las mujeres esta apuesta de las grandes corporaciones e instituciones económicas por el neoliberalismo?
Desde hace un tiempo ha empezado a haber una apropiación de la política por parte del poder corporativo, que se expresa en las empresas, peor también en organismos multilaterales que defienden los intereses de esas empresas.
Hablamos de instituciones como el FMI, el Banco Mundial, la OSCE o el G20. Vemos cómo todas van incorporando el lenguaje de género en sus discursos. Un ejemplo claro es lo que pasa en Argentina, que entró en una espiral de endeudamientos similar a la de los años 90 y hace unos meses volvió a acudir al FMI para sanear su situación. En el memorándum de entendimiento que firmó Argentina con esta institución, hay un capítulo específico de igualdad de género, que obliga al Gobierno a elaborar una ley de paridad salarial, a aumentar la inversión en infraestructura para el cuidado o a que las empresas publiquen la participación de las mujeres en sus directorios… Esto, que parece algo sensible para las mujeres, convive con el resto del acuerdo que son política de austeridad, ajustes económicos y destrucción de empleo, lo que significa la destrucción del sistema de protección social.
No es que el FMI se haya vuelto feminista. Lo que hace es una hipocresía, un maquillaje de género. La Unión Europea comparte también esta visión. Si bien tiene la transversalización de género en sus políticas sociales, nada de lo que promueve pone en peligro el funcionamiento del sistema capitalista global, que es lo que amenaza nuestras vidas.
¿Y cuál es el papel de las empresas nacionales?
Las empresas van incorporando este lenguaje en su Responsabiidad Social Empresarial (RSE) y hay algunas agencias de la ONU, que trabajan con ellas, que crearon un sello de calidad de género que se lo pone a las corporaciones que hacen acciones que favorecen la conciliación familiar: flexibilidad horaria, centros de cuidados… Pero estas empresas, que buscan también maquillarse como sensibles al género, son las mismas que contratan empresas que contratan trabajo esclavo de las mujeres y que usan todos los mecanismos posibles para eludir el pago de impuestos. El sector textil es un claro ejemplo de esto.
Por un lado parecen empresas esencialmente sensibles a los temas de género, y llevan acciones que favorecen a las mujeres trabajadoras de sus empresas. Pero su tasa de ganancia se basa en prácticas que son nocivas para la humanidad y para las mujeres. No pagan impuestos, o pagan los mínimos posible, lo que recorta los recursos de los Estados para invertir en políticas sociales, propiciando la austeridad y ajustes... y es un círculo vicioso. También está el impacto de los flujos financieros ilícitos. La cantidad de miles de millones de dólares que van del sur al norte por mecanismos que usan las empresas. Esos son mecanismos que detraen fondos para aplicar políticas de igualdad.
Evidentemente las empresas son organizaciones con fines de lucro, y todo lo que hacen es para aumentar sus ganancias. La responsabilidad de velar por los derechos y las políticas públicas está en los Estados, y éstos tienen que transformar la arquitectura financiera global para impedir estos flujos financieros ilícitos. Los gobiernos tienen que avanzar en esquemas de cooperación tributaria internacional y no de competencia financiera con otros países, como sucede ahora. Hace falta una cooperación internacional, una coordinación tributaria y una nueva arquitectura financiera internacional, que haga que las empresas paguen su justa parte de lo que obtienen de la sociedad.
Pero lo que estamos viendo últimamente es una cooptación del poder político por parte de las corporaciones, para defender sus intereses.
¿Y qué rol están jugando los gobiernos en esta captura?
Los lobbies empresarios son históricos en el marco del capitalismo. Pero hoy en América Latina ya no son los empresarios quienes intentan influir en los gobiernos. Sino que son los empresarios los que están entrando directamente en el poder político. Macri, el presidente de Argentina, es un empresario, igual que Piñeira, el presidente de chileno. Y ambos tienen una misma característica: que se enriquecieron haciendo negocios espurios con los Estados. Son la peor estirpe de empresarios rentistas, corruptos y que hoy ocupan los lugares del poder político.
Aquí en España se dan las puertas giratorias, por las que los políticos terminan en las juntas directivas de grandes empresas. En América Latina se da al revés. El ministro de energía de la primera etapa de Macri, era el director ejecutivo Shell, una de las mayores petroleras del mundo. Y dejó su puesto en la empresa para entrar en el Gobierno.
Esto es lo mismo que estamos viendo que sucede en EEUU y que está debilitando tremendamente nuestras democracias. En América Latina, que tenemos una historia de quiebra democrática tan extensa, asusta mucho lo que está pasando en relación al debilitamiento de las democracias. Y Brasil es el ejemplo más claro.
Argentina ostenta la presidencia de la próximo edición del G20. ¿Cómo se están decidiendo los temas que afectan a las mujeres?
Como país anfitrión, el Gobierno argentino es responsable de designar los llamados grupos de afinidad, que tienen por objetivo dar participación a la sociedad civil, a la academia, a las cámaras empresarias en igualdad, debatiendo y consensuando mensajes para que los líderes del G20 los tengan en cuenta en los acuerdos de las cumbres.
La persona que lidera Mujeres 20, el que hace propuestas sobre los avances de las mujeres, es una diputada de derechas y su funcionamiento es escandaloso. Se han abierto algunos grupos de diálogo, pero el 55% de las personas que van a hablar en las distintas mesas son representantes de las empresas o de fundaciones vinculadas con estas. Por ejemplo, en la mesa dedicada a mujer y desarrollo rural, uno de los temas que sugirió el Gobierno argentino, una de las personas que expone es un director ejecutivo de Cocacola. La descripción de esta mesa es la de abordar la invisibilidad de la mujer rural, pero no hay una solo mujer rural participando en esa mesa.
En la mesa de inclusión laboral, una de las personas que participa es un alto directivo de Uber, que es el paradigma del empleo precario, al menos en Argentina. Esa es la cooptación. Este es un claro ejemplo de la cooptación del podre corporativo sin ningún tipo de sonrojo. La visión que tienen sobre el empoderamiento de las mujeres es muy restrictivo. Para ellos pasa por poner en marcha microemprendimientos. No por desarmar las estructuras que reproducen la desigualdad. Las empresas no hablan de esto. Peor los gobiernos, que lo deberían estar regulando esto, tampoco.
¿Y cuáles son los retos que tiene el feminismo ante esta coyuntura?
Nuestro reto central es el conflicto capital vida. Cómo podemos las feministas, en colaboración con otros movimientos sociales, desarmar los modos de reproducción de desigualdad del capitalismo financiero global, cómo nos articulamos para pensar, imaginar y construir alternativas.
La acumulación del capital es incompatible con la sostenibilidad de la vida. Esta es la denuncia básica de la economía feminista. La acumulación de capital expolia la vida. La explotación de la fuerza de trabajo, la explotación del trabajo de las mujeres, que reproducen cotidianamente la vida a ningún costo y la expoliación de los territorios, el planeta y los recursos. La expoliación de la vida humana inhumana. Lo que el capital requiere en su estadio actual de desarrollo y concentración de riqueza, lo que requieren los patrones de producción y de consumo, es sencillamente incompatible con la vida y la está destruyendo. Y esto se hace evidente en la vida cotidiana de las personas, especialmente de las mujeres. El extractivismo en América Latina o África es muy devastador: desplaza población, destruye el ecosistema, explota... Pero las miles de personas que se mueren en el Mediterráneo es parte de la misma expresión de este problema. También la enorme desigualdad que hay en los países europeos, forma parte de lo mismo.
Estamos viviendo una vida corriendo y con equilibrios muy frágiles. Eso es la incompatibilidad con la vida. Tenemos tan naturalizado todo esto que no nos damos cuenta. Ese es el conflicto capital/vida.
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